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Artículo

Miércoles 7 de octubre de 2020

La revolución del malestar, tiempos de precariedad síquica y cívica

¿Qué quiebres profundos hay detrás del “estallido social? ¿Por qué ahora y no antes? ¿Se podría haber anticipado? ¿Era posible prevenirlo? ¿Qué viene ahora?, son algunas de las preguntas que intenta resolver el libro "La Revolución del Malestar", del psicólogo y escritor Gonzalo Rojas-May.

Periodista: Cristián Amaya Aninat

Fuente: Iglesia de Santiago

Link fuente: www.iglesiadesantiago.cl

«No era depresión, era neoliberalismo» 
«Junten odio… junten miedo» 
«Ke el pueblo decida» 
«La dignidad se cocina a fuego lento» 
«Cría ricos y te comerán sus crisis» 

"Estas y muchas otras citas rayadas se repiten en los muros de las calles del país. Es toda una generación de jóvenes de clase media está hablando en nombre de sus padres y sus abuelos" dice el autor en las primeras páginas de su libro (Ediciones El Mercurio, marzo 2020, 136 páginas).

¿Qué hay detrás de este malestar y descontento profundo?

Una las causas fundamentales es el progreso económico” explica Rojas-May. "El modelo de consumo que se fue incubando en Chile durante la década de los 80, y que se ha asentado con el paso de los años, puso el énfasis en lo material como fuente de felicidad, aun por sobre la consolidación del régimen democrático del país".

Para el autor se dio por hecho que los ciudadanos estarían satisfechos si podían acceder a bienes y servicios a los que históricamente no habían podido acceder. "Pero nos equivocamos -dice el autor- porque contar con la posibilidad de tener una casa propia, un auto, poder comprar ropa de marca, enviar a sus hijos a la universidad, muchos de ellos siendo la primera generación con esa oportunidad, tener alcantarillado y agua potable, lavadora, secadora, celular y televisión 4K, etcétera, no es lo mismo que en verdad poder comprar todo ello”.

A esto se suma “La creencia de que un título universitario y el prestigio que lleva asociado garantizan una vida holgada en lo económico y reconocida socialmente ha hecho que en las últimas décadas haya habido una epidemia de cesantes ilustrados. Para muchos, el choque entre sus sueños y el camino para alcanzarlos son fuente de frustración permanente”.

Ciudadanos “estafados”

Para Rojas-May los ciudadanos de clase media, e incluso los pobres de buena parte del planeta, se sienten estafados. Por una parte, el socialismo les prometió igualdad, techo, abrigo, salud, educación, libertad, democracia real y hasta un hombre nuevo. Y la derecha –dice- a través del capitalismo, les prometió que si trabajaban duro, obtendrían siempre una justa compensación por su esfuerzo. Nada de ello ocurrió realmente.

En este escenario -agrega el escritor- el resultado es una percepción generalizada haber sido engañados y hasta estafados, de donde nace el rencor y las amenazas. Las clases medio alta y alta de Chile y sus pares latinoamericanos deben entender que la tregua social ya no es posible. La precariedad de estos estratos sociales no es sólo económica, sino también intelectual y psíquica”.

¿Cómo avanzar en la solución del problema?
Necesitamos una nueva Constitución, pero además y fundamentalmente, modernizar el Estado e implementar un proceso educativo gigantesco. Lamentablemente –salvo contadas excepciones- tenemos la peor clase política de los últimos 100 años. Realmente muy mediocre. Con ausencia de liderazgos. Y también tenemos la ciudadanía más mediocre de los últimos 100 años. Ciudadanos precarios intelectualmente, con un analfabetismo funcional que llega al 60% de la población. Hay dificultades serias para que nuestra población se reflexione a sí misma. La noción de “presentismo”, la idea de que todo puede y debe ser resuelto aquí y ahora, no ayuda en nada a morigerar las expectativas y con ello el riesgo de nuevas frustraciones es exponencial.

¿Una nueva Constitución ayudaría a construir una mejor convivencia?
Sí. Contar con una nueva Constitución es fundamental hace muchos años en Chile. Las actualizaciones de constituciones, a países como el nuestro, les hace bien, pues los organiza y estructura. El rol que cumple la Constitución como hilo conductor de la identidad de un pueblo es fundamental. Hoy mi duda mayor es la forma en que se instala el plebiscito como salida a la crisis. Una vez más, los chilenos actuamos desde lo urgente y no desde lo importante. En noviembre del 2019, cuando se negoció, fue bajo una presión brutal. Me parece delicado que esta Constitución pueda surgir desde la presión, desde la violencia callejera, con agentes del Estado cometiendo violaciones a los derechos humanos y hordas de personas saqueando y asolando nuestras ciudades. Me preocupa que se busque apagar el incendio sin la debida reflexión. No se debe olvidar que los temas centrales de las movilizaciones mayoritarias, las pacíficas, no se resuelven con una nueva Constitución. El desafío es muchísimo mayor que ello. En definitiva, no sé si el mecanismo va a funcionar y me preocupa que estemos haciendo esto a la carrera. Si un grupo amplio de la población termina sintiendo que la nueva Carta Magna surge producto del “humo de las barricadas” se le cuestionará con la misma fuerza que aquella que nos fue impuesta en dictadura.

¿Es posible re-pensar un Chile futuro donde el progreso económico no sea un fin en sí mismo y el “presentismo” de paso a una reflexión de fondo?
Chile es un país que se ha administrado razonablemente bien, pero es un país que no se piensa. Las dificultades del país en las últimas décadas se han manejado indistintamente desde una “tregua social”, que consiste en apagar el incendio con agua, echándole tierra al problema, tapando la mugre bajo la alfombra. Básicamente se trata de comprar tiempo y tranquilidad. El problema es que nuestras clases dirigentes están mal acostumbradas a ganar tiempo solucionando todo a corto plazo. Pero las siguientes etapas, que son un “pacto social” y un “desarrollo reflexivo”, donde hay diálogo y acuerdos, no se aprecia.

¿Se puede "derrotar" al capitalismo?
No hay posibilidad alguna de derrotar al capitalismo, puesto que en la naturaleza humana existen, entre otras pulsiones fundamentales, la ambición y la envidia. Mientras exista la envidia, el capitalismo va a tener un lugar. Los socialismos reales fracasaron porque nunca fueron capaces de entender el lugar del individuo en la sociedad; la ambición personal es necesaria, no así la codicia, ya que es ella quien nos impulsa a sacar lo mejor de notros mismos. Lo que hay que hacer, entonces, es reformular el capitalismo. Transformar el capitalismo en una herramienta más inclusiva y humana. También deberíamos ser capaces de adquirir nuevos valores, o hacerlos crecer, como por ejemplo, el valor de la responsabilidad. La sociedad que se hace responsable de sus actos es una sociedad de mejores personas, de personas más lúcidas. La mayor parte de las personas declara que quiere ser libre y elegir, pero si tú le pides accountability, como se dice en inglés, hay resistencia.

“Una de las causas fundamentales del resentimiento y disgusto con el otro,
con el sistema, con las instituciones es el progreso económico.
Para muchos, el choque entre sus sueños y el camino
para alcanzarlos son fuente de frustración permanente”.

El panorama no parece muy alentador
Es que nosotros tenemos un problema en el alma, un problema ético importante en Chile, porque descuidamos la educación, la formación valórica. Tenemos un problema severo. Hay un modelo en nosotros que va a costar mucho desinstalarlo. Tenemos una visión profundamente materialista, cortoplacista y una clase dirigencial atemorizada por las masas; líderes que no están dispuestos a decirle que no a los ciudadanos, a regular y aterrizar las expectativas. Si no tenemos dirigentes que puedan, responsablemente, darle forma, aterrizar nuestros sueños y anhelos, corremos un altísimo riesgo de caer en populismos de izquierda o de derecha que, como sabemos, suelen dar paso a los totalitarismos.

¿En qué consiste la educación cívica y valórica que ve gravemente deteriorada?
Lo que ocurrió entre nosotros es bastante sencillo. Como sociedad, nuestros líderes políticos, intelectuales, empresarios, decidieron, con justa razón, tratar de sacar al país de la miseria y de la pobreza. Cuando termina la dictadura el año 1989, teníamos sobre un 60% de chilenos en situación de miseria y pobreza. Y teníamos un porcentaje altísimo de la población que no tenía servicios básicos. Nuestras elites apostaron por un modelo que nos sacara rápido de esa situación y es sí como la inmensa mayoría de los chilenos logró, en pocos años, salir de la de pobreza y, por primera vez desde sus padres y abuelos, se encontraron ante un mundo lleno de posibilidades. Debemos sentirnos orgullosos de ese logro. Pero lo que hace la naturaleza humana es ir siempre por más.

¿Es legítimo ir por más?
Claro. Cómo le vas a decir a alguien que sus hijos no pueden tener más, mientras el menú se amplía y se amplia, y vemos internet y vemos el universo del mundo, vemos cómo vive la gente que tiene dinero, vemos el interior de las casas de nuestros políticos, lideres, artistas, y aparece el futbolista, que es símbolo de la transformación cultural. Lo que podría ser luminoso, en un sentido, se descuidó debido a la ausencia de formación valórica. Pusimos todo el énfasis en salir de la pobreza, en tener hospitales, pero dejamos de tener clases de filosofía, de educación cívica. En función de un crecimiento explosivo, padre y madre comenzaron a trabajar la semana completa, dando poco tiempo a los hijos. La vida de barrio se resintió. Apareció más droga, más inseguridad, se precarizo la vida colectiva, familiar y descuidamos el amor por el próximo.

“Necesitamos una nueva Constitución, pero además y fundamentalmente,
modernizar el Estado e implementar un proceso educativo gigantesco.
Lamentablemente –salvo contadas excepciones-
tenemos la peor clase política de los últimos 100 años”.


¿El estallido social tiene que ver también con este malestar de haber resentido la falta de mayor “humanidad” en nuestros vínculos?
Una de las razones por las que las marchas del 18 octubre de 2019 fueron cada vez más masivas tiene que ver con que la gente se fue encontrando día a día, semana a semana, con un “otro”. Cuando de pronto te encuentras en la calle pidiendo un nuevo trato y te das cuenta de que no estás solo, tu energía psíquica se potencia y tu discurso y anhelo de sociedad más justa y digna se agiganta. Con todo, ese encuentro necesario y esperanzador, no hace desaparecer el hecho que, independientemente del estallido social y la pandemia, Chile y el mundo se encuentran frente una transformación tecnológica, política, económica y social gigantesca. Claramente, el ser humano necesitará un proceso refundacional individual y colectivo para estar a la altura de ese desafío. De lo que se nos viene salimos todos juntos, o no saldremos bien. Sin reciprocidad, noción que tenemos muy extraviada, será muy complejo superar la crisis de la que somos testigos y protagonistas.

¿Era posible prevenir esta crisis?
Sí. Teníamos potencialmente las herramientas para constatar el descuido en la formación política, cívica y valórica y, por otra parte, el malestar que se estaba incubando en todos nosotros. No fuimos capaces de tener una conciencia mayor. Hubo situaciones que nosotros permitimos y por las cuales no alzamos la voz. Por ejemplo, las condenas por la colusión, el caso Penta, cuando a estas dos personas, Carlos Lavín y Carlos Alberto Délano, se les condenó a clases de ética. Para un grueso de la población fue una cachetada. No quiero decir que deberían haber ido a la cárcel. Eso es facilismo. Como sociedad debimos haber hecho un análisis más riguroso, ¿cuál era el mensaje que se estaba enviando? No era, ni es admisible, la diferencia enorme que existe entre las penas de “cuello blanco” y las de otros tipos de delitos. Otro ejemplo, cuando la dirigente estudiantil María música le tiro agua a la ministra de educación, Mónica Jiménez. Eso fue un acto inaceptable. No es que a esta chica, a sus 15 años, había que expulsarla del colegio, digo que eso era una señal de alarma. Muy potente señal de que algo se había quebrado. Y no nos hicimos cargo.

“Tenemos un problema en el alma, un problema ético importante en Chile,
porque descuidamos la educación, la formación valórica.
Hay un modelo que va a costar mucho desinstalar; una visión
profundamente materialista, cortoplacista y una
clase dirigencial atemorizada por las masas”.


¿Qué condiciones deberían darse para que una posible nueva Constitución no sea simplemente para “apagar un incendio”?
Debemos prepararnos para lo que viene. El siglo XXI partió recién. Lo que estamos viviendo hoy lo seguimos analizando con parámetros del siglo XX. Necesitamos una Constitución en diálogo con el futuro. Por otra parte, hacer creer a la sociedad que por tener una nueva Constitución estarán garantizados ciertos derechos inmediatamente, con costo mínimo, es una irresponsabilidad. Y quizás, tanto o más importante que la nueva Constitución, es la modernización del Estado, porque de esa manera la población va a sentir que mientras hay un Estado más moderno y flexible, que se haga cargo de políticas basales fundamentales, que avance con los tiempos.


Soluciones de fondo, no migajas

Para Rojas-May Chile necesita con urgencia una demostración empírica de que se está trabajando, aunando voluntades y dándole espacio a todas las corrientes de pensamiento, en un plan, en un nuevo acuerdo social, que recoja las principales demandas que se han tomado las calles, pero que también apunte a estar preparados para las nuevas realidades que las migraciones, la tecnologización, el aumento de la expectativa de vida, el cambio climático, los nuevos órdenes familiares y las nacientes utopías exigirán de cada uno de nosotros.

No bastará con una nueva Constitución para ello. Probablemente esta podría ayudar a descomprimir el malestar social, pero lo que se necesita en el largo plazo es una «idea país» en diálogo con una «idea planeta”. El modelo “Chile ayuda a Chile se acabó”. La ciudadanía ya no acepta migajas, sino que soluciones de fondo” concluye.


Biografía del autor

Gonzalo Rojas-May (55), hijo del destacado poeta y profesor Gonzalo Rojas, dice tener un “doctorado en dictaduras”: vivió por largos períodos en la China de Mao, en la Cuba de Fidel, en la Alemania de Honecker y en el Chile de Pinochet. Es psicólogo, consultor, lingüista y artista visual. Realizó sus estudios de pre y post grado en Estados Unidos y Chile. Es magíster en psicolingüística, psicoanálisis y psicología clínica. Ha sido profesor universitario en Chile y Estados Unidos. Editor de diversas revistas especializadas, autor de tres libros y diversos artículos que han sido publicados en Estados Unidos, México y Chile. Es columnista de las revistas mexicanas Letras Libres y El Semanario. Ejerce como psicólogo clínico en su consulta particular y es el presidente de la Fundación de Estudios Iberoamericanos Gonzalo Rojas.