Miércoles 17 de abril de 2019
Obispo Aós rezó con religiosos: “Sean testigos del Señor”
Un encuentro de oración y diálogo sostuvo el Administrador Apostólico de Santiago, monseñor Celestino Aós, este Lunes Santo, en la antigua iglesia de Las Agustinas, de calle Moneda.
Fotos: Omar González
Periodista: José Francisco Contreras
Fuente: Comunicaciones Santiago
Link fuente: www.iglesiadesantiago.cl
La celebración se inició con el canto de las letanías del Espíritu Santo y prosiguió con la proclamación del Evangelio de san Juan referido al tema de nacer de nuevo. Luego del canto El Alfarero, que habla de los cristianos como frágiles vasijas de barro, el pastor comenzó su reflexión señalando: "El alfarero podrá tomar de nuevo el barro y hacer otra vasija; los técnicos podrán de nuevo poner en pie la Catedral de Notre Dame, pero el corazón humano, nuestro corazón, ¿quién podrá rehacerlo?".
Con Cristo no falta la esperanza
Después prosiguió: "La Semana Santa nos lleva a poner a Cristo en la cruz en el centro. Y la cruz es la revelación de la brutalidad del pecado. El pecado no es simplemente una falta a la urbanidad, a la convivencia, es una ofensa a Dios. Nosotros somos capaces de poner las manos en el Verbo de la vida y de matarlo. No ha habido ni habrá nunca un momento más espantoso que el de la cruz. La cruz nos revela la realidad de nuestro pecado".
Sin embargo, el obispo añadió que la cruz también "es la manifestación del amor de Dios, porque si nos quedamos en que la cruz solo manifiesta nuestro pecado no nos queda más que enloquecer o suicidarnos". Por eso enfatizó que los cristianos celebramos la resurrección de Jesucristo y la Buena Noticia que nos trae: "En todas las situaciones oscuras o dolorosas hay salida, con Cristo no falta la esperanza, y por eso tenemos que ser realistas (en la Iglesia). Somos menos, somos más ancianos, no tenemos vocaciones, no tenemos figuras significativas, tal vez, en la congregación o en la Iglesia. Al exterior nos desfiguran, se nos caricaturiza a las religiosas, a los sacerdotes, que es una forma no solo de torturar, sino de matar. No nos creen, no creen en nuestros votos y, además, estamos desunidos, dentro de la misma congregación y dentro de la Iglesia".
¡Déjate salvar, Cristo vive!
Ante esta realidad se preguntó qué es lo nos queda, y afirmó: "Nos quedan las certezas, la certeza de que Dios te ama, que es infinitamente amado; la certeza de que esa hermana, ese hermano que comparte contigo la vida cuyas limitaciones conoces, es amado por Dios y que tiene que ser amado por ti. Esto es lo fundamental (...) La certeza de que Cristo te salva. ¡Déjate salvar una y otra vez! ¡Cristo vive! Esto nos tiene que llenar de alegría".
En otra parte de su intervención, el obispo Aós exhortó a los religiosos y religiosas: "¡Sean testigos del Señor! Lleven ese testimonio manifestándose como personas enamoradas de Jesucristo, enamoradas de su propio carisma. Contemplen la salvación de Dios, porque Dios sigue salvando hoy en medio de estos nubarrones, de estas heridas, y sean testigos de la esperanza y de la alegría".
Terminadas sus palabras, monseñor Aós respondió algunas preguntas y entregó diversas reflexiones, como trabajar por conocer un poco mejor a Jesucristo, rezar y hacer alguna obra de misericordia, que son formas de amar a Dios, especialmente en este tiempo, dijo. También se refirió a la participación de las mujeres en la vida de la Iglesia, el testimonio cristiano de los laicos, la conversión del corazón, vivir la fraternidad y "no andar dando codazos para obtener cuotas de poder, eso no es cristiano".
Hacia el final del encuentro, después de rezar la Plegaria Simple de San Francisco de Asís, los, presentes recibieron aceite perfumado en sus manos, recordando que son personas consagradas para una vida de fe, como bautizados.
El vicario para la Vida Religiosa, padre Pedro Pablo Garín valoró este momento de oración como "una riqueza muy grande, porque están representadas muchas comunidades religiosas. La vida consagrada es una presencia hermosa". Añadió que "tenemos que ir venciendo el aislamiento, que las comunidades nos sintamos cada vez más unidas y apoyándonos mutuamente, para aprender a discernir, escuchar y acompañar al Pueblo de Dios".