Jueves 13 de agosto de 2020
Wildo Villanueva: “Hay que ser empático, ayudar de corazón sin esperar nada a cambio”
Durante todo el mes de agosto y en el marco del Mes de la Solidaridad, la Iglesia de Santiago quiere compartir una serie de perfiles de personas que han generado diversas iniciativas comunitarias como una expresiones de solidaridad permanente.
Por: Bárbara Guerrero C.
Periodista: Bárbara Guerrero C.
Fuente: Comunicaciones Arzobispado
Como consecuencia de la pandemia, estuve con suspensión laboral durante tres meses lo que significó una reducción en mis ingresos. Durante el tiempo que estuve en casa, acá en la comuna de Recoleta, pude darme cuenta que mis vecinos estaban pasando por una situación similar. Algunos perdieron sus empleos y comenzaron a tener problemas de plata; solo contaban con el seguro de cesantía por lo que mantener a sus familias se hacía cada día más difícil. Son familias con niños, mis vecinos de hace 20 años. Teníamos que hacer algo para ayudarlos.
Mi nombre es Wildo Villanueva, tengo 53 años y junto a la directiva de mi comunidad, el condominio “Los Recoletos”, implementamos una olla solidaria en respuesta a las necesidades que aquejan a nuestra comunidad.
Durante muchos años participé como coordinador de la sede en la parroquia San Alberto de Sicilia. Desde ahí nace mi vocación de ayudar al prójimo. A pesar de que hoy dejé mi función para dar paso a las nuevas generaciones, mantengo un vínculo muy estrecho con la comunidad de la Iglesia y con el padre Ignacio Gramsch. Él me ha guiado y me ha prestado apoyo para que la olla común funcione bien. Es un tema nuevo para mí y para los 18 voluntarios que trabajan conmigo. Nunca había participado de una iniciativa como esta, por lo que las orientaciones y aportes que nos ha conseguido el padre han sido de gran ayuda.
La solidaridad en estos momentos es súper importante. Este condominio tiene dos etapas que albergan a 480 familias. A muchos vecinos no los conocía y hoy saben que están viviendo realidades muy duras. Hay que ponerse en el lugar del otro y decirles que para pedir ayuda no hay que tener vergüenza. Hemos generado un espacio de confianza y solidaridad; las mismas personas a las que ayudamos nos preguntan en qué pueden ayudar.
Cuando empezamos hace dos meses, hicimos un catastro puerta a puerta contabilizando a 50 personas que necesitaban ayuda. A punta de esfuerzo, con donaciones de la parroquia, de la Vicaría de Pastoral Social y de los propios vecinos, logramos montar este proyecto y hoy entregamos almuerzos a 150 hermanos que lo necesitan, los días lunes y jueves.
Cocinamos en la sede vecinal del condominio y los jóvenes incluyendo mis hijos, son los encargados de hacer el delivery. Dejamos en la puerta de los vecinos las raciones para mantener el distanciamiento social, evitando los contagios, usando siempre implementos de seguridad. Si un integrante del equipo se contagia, caemos todos a la cuarentena preventiva y nuestra labor en la olla solidaria se ve interrumpida.
Nos preocupamos de entregar una ayuda digna, un plato de comida, con postre y ensalada como el que se prepararía en casa. También tenemos un vecino que hace pan, al que le pasamos unos kilos de harina y nos hace hallullas que sumamos a los almuerzos y un vecino que trabaja en La Vega, nos aporta frutas y verduras.
Nos apoyamos entre todos para superar esta crisis. El domingo le vamos a entregar una bolsita con dulces a los 120 niños del condominio. No nos podemos juntar, pero es un gesto para que los niños se sientan bien.
Este tiempo ha sido complejo, es una linda experiencia el ser solidario y poder ayudar al hermano que lo necesita. Hay que ser empático, ayudar de corazón sin esperar nada a cambio. Afortunadamente volví a trabajar, pero sigo en esto al igual que el equipo, son muy comprometidos y gracias a Dios, eso nos permitirá continuar.