Lunes 8 de julio de 2019
P. Pablo Palma: 20 años viviendo el Evangelio, sirviendo a los más pobres
Feligreses de las poblaciones La Bandera y de Lo Hermida, comunidades de vida cristiana del Palacio de la Moneda, familiares, consagradas, sacerdotes y amigos del padre Pablo Palma Mora, llegaron este sábado hasta el Santuario Nacional de Maipú, para celebrar sus 20 años de sacerdocio.
Fotos: Jorge Salomón
Faltaban algunos minutos para las doce del día y en las afueras del Santuario Nacional de Maipú, el padre Pablo Palma saludaba a quienes llegaban a acompañarlo para conmemorar sus 20 años de sacerdocio. “Mi comando chévere, bienvenidos, pasen, pasen…”, le dijo a un matrimonio venezolano que atravesó todo Santiago, junto a sus dos pequeños hijos, para estar presentes. Venían de Peñalolén.
“Llegamos sin nada a Chile, como muchos venezolanos, uno de nuestros hijos se enfermó y en la Municipalidad de Peñalolén nos contactaron con el padre, fue la persona que nos abrió las puertas y el corazón, nos recibió con mucho amor. Hoy estoy trabajando en el centro de adultos mayores de la parroquia y vinimos con toda mi familia a darle las gracias. Es una persona muy especial, mucha gente lo quiere y nosotros vivimos en carne propia el porqué, es una mano amiga, es parte de nuestra familia, la Iglesia nos ha dado ese calor de hogar que tanto extrañamos al estar fuera de nuestra patria”, relató emocionada Irene Morales, cuando llegaba al templo junto a su familia. Viven en la casa de acogida Espíritu Santo de la Parroquia Jesús Servidor de Lo Hermida.
Tal como ellos, muchos querían estar junto al sacerdote en este día tan especial. De alguna manera querían retribuir todo el cariño entregado. “No es por ofender al padre Hurtado, pero para nosotros el padre Pablo es nuestro segundo padre Hurtado. Compartió mucho con las familias de la población La Bandera, a mí me dio la Extrema Unción y hoy lo vengo a ver. Él fundó un comedor para las personas que no tenían dónde comer, él los iba buscar a la calle y los traía. A pesar de todo el tiempo que ha pasado desde que se fue de La Bandera, seguimos en contacto. Nos dejó el sello del amor a los pobres, de la caridad y, sobre todo, que las cosas no se regalan, uno tiene que luchar para ganárselas”, dijo Edith Gatica, quien estuvo presente en la eucaristía junto a un grupo de fieles de la población La Bandera, donde el padre Pablo Palma fue párroco por 13 años.
Pero no solo lo acompañaron personas que lo conocieron durante su vida sacerdotal. Un grupo de cerca de 15 personas, vecinos y amigos del barrio, llegaron al Santuario para estar junto a él. “Nosotros compartimos la infancia, éramos amigos del barrio, lo conocemos antes de que fuera sacerdote y sigue siendo esa persona humilde y cercana. Nunca ha cambiado, siempre era el que se preocupaba por los demás, intentando organizar cosas para ir en ayuda de los que necesitaban. Hoy vinimos porque él siempre ha estado con nosotros, ha sido un excelente amigo, compañero, vecino y sacerdote, su humildad sigue intacta a pesar de todo, es el mismo con túnica o sin túnica, y eso se valora muchísimo, sobre todo en estos tiempos”, dijo Patricia Vergara, vecina y amiga de la infancia.
Opción por los más necesitados
Comedores parroquiales, almacén solidario, centros de ayuda, casas para adultos mayores, rutas calle, peregrinaciones, acompañamientos, entre tantas otras iniciativas, han marcado a las comunidades en las cuales el sacerdote ha estado presente durante su ministerio. Comenzó en el año 2000 como párroco de Jesús Señor de la Vida, en la Población La Bandera. Luego, el 2013, fue nombrado párroco en Jesús Servidor, de la Población Lo Hermida y, desde este año, ejerce además como capellán del Palacio de La Moneda, donde lo visitan sus tan queridas comunidades de las poblaciones.
“Para mí este lugar es mi casa grande, yo soy de Maipú, me formé cristianamente al alero del santuario. El estar aquí es por el espíritu de peregrinar a un lugar santo donde está la Virgen del Carmen. Tengo la sensación de haberme ordenado ayer. Estos 20 años han sido muy intensos, en las poblaciones uno no descansa, uno trabaja opcionalmente y con estilo de vida por los más pobres, y eso es lo que ha marcado mi ministerio. Me mantiene feliz y entero”, dijo el sacerdote en la celebración.
Además, relató qué ha sido lo que lo ha mantenido fiel a la Iglesia: “Mi vida de adoración diaria la he cuidado como “hueso santo”, en las mañanas siempre hago oración y eso me hace muy bien, es el mejor “desayuno espiritual” que uno puede tener. Me siento muy hijo de la Iglesia de los años 80, de las comunidades de base. Desde antes de entrar al seminario, compartí mucho con estas comunidades, reuniones de grupo, en la vida de adoración que ahí uno va desarrollando desde el evangelio. En esos tiempos eso sostenía a las personas, a las familias con quienes nos juntábamos. Vinculado siempre a la experiencia de los más necesitados tal cual nos ha pedido el Papa en los últimos tiempos, volver al Evangelio. Eso significa meditarlo, reflexionarlo y decididamente, vivirlo. ¿Cómo lo hace uno? Estando con los más pobres, con los necesitados en todos los tipos de pobreza que existen hoy.
Para finalizar, el sacerdote nos entrega un último mensaje sobre su opción por los más pobres. “Me ha sostenido en la vida de sacerdote estar muy atento a lo que vive la gente en las poblaciones, que ellos me cuenten lo que les pasa a diario y uno saber escuchar. A pesar de todos sus problemas, dan su tiempo en el voluntariado, en la catequesis, es realmente para uno, como ser humano, como ciudadano y como sacerdote, una tremenda motivación. Me pregunto si ellos pueden, ¿por qué yo no? Con eso dan ganas de estar mil por ciento más disponible. La vida del Pueblo de Dios es a diario un tremendo aprendizaje”, finalizó el sacerdote.
Durante la eucaristía, de un momento a otro, los pasillos del Santuario Nacional de Maipú desaparecieron. Los asistentes se unieron, a través de sus manos, por el Padre Nuestro, que emotivamente fue cantado por todas las comunidades eclesiales donde el sacerdote ha servido en sus 20 años de ministerio.
Tras la eucaristía que se extendió por cerca de una hora y media, el padre Pablo compartió con las comunidades que tanto cariño y agradecimiento le tienen, y prometió trabajar hasta que no tenga fuerzas, por los más necesitados.