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Lunes 29 de noviembre de 2021

Misa de Exequias del P. Milan Tisma

Esta tarde se realizó la Misa de Exequias del presbítero Milan Tisma Díaz, quien falleció el pasado fin de semana debido a un paro cardiocirculatorio. La ceremonia se realizó en el Primer Monasterio de la Visitación, de calle Huérfanos 2341, en Santiago Centro. En su homilía el P. Guillermo Greene sostuvo que “más allá del sacerdote, que se deja probar como se probó Cristo, más allá del sacerdote, que enfrenta con sus pobres medios humanos, transmitir un misterio que lo excede, descubrimos que la presencia de Jesucristo es eterna y es fiel”.

La misa fue celebrada por el obispo auxiliar de Santiago y Vicario Pastoral de la Iglesia de Santiago, monseñor Carlos Godoy, y la homilía fue predicada por el presbítero Guillermo Greene, quien sostuvo: “Como le gustaba decir a don Milan, el sacerdote es un hombre crucificado, uno que conoce las heridas de la cruz, uno que mete -como Tomás- su mano en el costado del Señor y siente palpitar el corazón del Resucitado, para comprender la profundidad del ministerio que Dios le ha encomendado. Uno que -como el discípulo amado- se apoya en el pecho del Señor, para comprender este ministerio de amor, que nos excede absolutamente, en la fragilidad de nuestra humanidad. Se comprende en la medida en que el Señor entra con su gracia en nuestro corazón”.

El padre Greene agregó que “El Señor nos invita hoy a contemplar, en lo profundo de nuestro corazón, en el recuerdo de nuestra memoria, aquello que en la vida de un sacerdote hemos contemplado de la presencia y de la acción de Cristo en medio de su pueblo. De su fidelidad. De su amor. De la salvación plena que nos ofrece. Y por eso, contemplando ya no al sacerdote, sino a Jesucristo, descubrimos por qué estamos hoy aquí, celebrando sus misterios. Porque más allá del sacerdote, que se deja probar como se probó Cristo, más allá del sacerdote, que enfrenta con sus pobres medios humanos, transmitir un misterio que lo excede, descubrimos que la presencia de Jesucristo es eterna y es fiel. Y que nuestra vida, la vida de los sacerdotes, por mucho o poco que dure en este mundo, no hace sino reflejar sino pálidamente lo que el querido padre Milan nos quiso mostrar en el ejercicio de su propio ministerio sacerdotal”.

Su homilía culminó “pidiendo a Cristo nuestro Señor, que nos regale el don de la fe, que nos aumente la fe, porque nosotros hemos conocido y compartido el don de la fe en el ministerio del padre Milan. Descubrimos también -y me atrevo a decir que el así lo querría- que su propio ministerio pobre, que quiso ser profundamente fiel, que quiso unirse profundamente a Jesucristo, que quiso muchas veces incluso dejarse triturar por el Corazón de Jesús, en un amor que supera nuestra humanidad, sin embargo, es un pálido y un muy pequeño reflejo de aquello que Cristo está por enseñarnos.

Empeñemos nuestra vida -así como don Milan habrá querido hacerlo- en poder conocer a Jesucristo, el Señor. En poder acoger de parte de Él, el don del Espíritu Santo, que nos envía también a nosotros a ser testigos de su amor, un amor que es capaz de dar la vida, un amor que se deja probar, un amor que se deja triturar por los pecados de los hombres, pero que, sin embargo, contempla, en la presencia de Jesucristo Resucitado, un don que nuestro corazón humano pobremente puede aun comprender de lo que comprenderemos en la presencia de Dios, a la cual encomendamos el eterno descanso de nuestro hermano, el padre Milan. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.