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Viernes 7 de enero de 2022

¿Qué tipo de Estado debería consignar la nueva Carta Magna?

Conversamos con expertos de disciplinas como el derecho, la teología y la filosofía -uno de ellos actual convencional constituyente- y con un representante de la comunidad musulmana sobre las consideraciones que debería tener en cuenta la redacción de la próxima ley fundamental en torno a la dimensión religiosa de las personas. ¿Tendría que declararse Chile como un Estado laico? ¿Qué ocurre con los aportes económicos? Si bien los panelistas divergieron en estos asuntos y sus implicancias, casi todos coincidieron en que la libertad religiosa tiene que estar presente en el texto.

Periodista: Magdalena Álamos

Fuente: Periódico Encuentro

Link fuente: www.periodicoencuentro.cl

SANDRA ARENAS, DECANA DE LA FACULTAD DE CIENCIAS RELIGIOSAS Y FILOSOFÍA DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE TEMUCO

Hay una diversidad humana que caracteriza a las sociedades contemporáneas, en las cuales la dimensión religiosa es solo una parte de lo que esa diversidad expresa. En ellas la libertad de conciencia, igual respeto y la manifestación de todas las creencias o la no creencia alguna, e incluso la libertad religiosa, debe ser salvaguardada con garantías constitucionales. Yo diría que la dimensión religiosa no se opone a otras formas discursivas de la modernidad y mientras no sea instrumentalizada por institución alguna, moviliza al sujeto hacia la construcción de comunidad con sentido.

Mi mirada es estrictamente teológica. Pienso que habría que avanzar hacia un Estado con una laicidad inclusiva, diría. Creo que el actual estado de las circunstancias de nuestro país amerita el ejercicio que se ha hecho en otras épocas al interior de algunas tradiciones religiosas. Me remito a lo que aconteció en el Concilio Vaticano II con el tema de la libertad religiosa. No había sido abordado hasta hace 60 años y eso dio ocasión a una tradición religiosa que ha sido importante en Latinoamérica y en Chile a replantearse su relación con otros: no católicos, no creyentes, la sociedad en su conjunto. Creo que el tránsito del monólogo al diálogo uno podría esperarlo también en un nuevo ordenamiento jurídico en estas materias. En ese sentido, uno podría esperar de un Estado laico inclusivo la capacidad de hacer interactuar a todos los actores de la arena pública y dentro de esto está también el carácter religioso del ciudadano. Incluir a quienes han sido desoídos. Las espiritualidades nativas en Chile han estado hasta ahora fuera de la discusión en general y propender el Estado a que cada una de estas espiritualidades y religiones se puedan desplegar sin necesariamente tener que auspiciarlas económicamente. Es el tema que ha sido puesto en la discusión, cuánto tiene que colaborar el Estado para que se difundan las creencias religiosas a través de las instituciones que las representan. En ese sentido, creo que habría que procurar contar con mayor autonomía.

ANA MARÍA CELIS, DEL CENTRO UC DERECHO Y RELIGIÓN Y COORDINADORA DE LA COMISIÓN CREENCIAS DEL FORO CONSTITUCIONAL UC

“Un tema es el valor de la religión en una sociedad, otro es la libertad religiosa y otro distinto todavía es la relación institucional entre el Estado y las religiones. Cuando se habla de creencias o religión se habla de la dimensión espiritual de la persona en la sociedad y eso no puede ser sino bueno, porque tiende a la formación de la persona y a una mirada más allá, a una trascendencia. Estoy pensando también en la cultura, el arte, la filosofía... La libertad religiosa no puede no ir dentro de una Constitución, no solo porque Chile tiene cerca de 50 tratados internacionales sobre el tema que constituyen un límite material para la nueva Constitución, sino porque es una de las primeras libertades y va junto con la libertad de conciencia. En lo que puede haber una mayor problematización es en la relación institucional del Estado con instituciones religiosas, que va entrelazado con la libertad religiosa. El principio de colaboración -de promover sin que el Estado tenga una religión oficial- y el de igualdad entre las distintas manifestaciones religiosas en un país son importantes. El Estado no asigna fondos públicos para promover una religión, para hacer proselitismo, corresponde que lo haga pues las entidades religiosas colaboran con el Estado en vistas al bien común.

Diría que debido al contexto y la historia nuestra como país, la privatización de la religión es algo ajeno y eso sí que lo vería como un retroceso. Creo que la religión presente en el ámbito público es parte de la cultura de nuestro pueblo. (...) Lo institucional va más allá de la denominación de laico o no laico en el mismo texto. Por ejemplo, hay dos tercios de las constituciones del mundo que nombran a Dios en el preámbulo. Nuestra Constitución nunca lo nombró y el Presidente Ricardo Lagos en la nueva promulgación en 2005 la promulgó en el nombre de Dios, y seguimos siendo un país republicano. Brasil no tiene la palabra laico en su Constitución y lo vemos como ejemplo de convivencia y pluralismo. Por lo mismo, más allá de la denominación, son importantes los principios. En una situación de pluralismo democrático, tener este reconocimiento de lo religioso en el ámbito público, el reconocimiento de la autonomía recíproca, de la igualdad y de la colaboración me parece fundamental, más allá del nombre específico del tipo de relación”.

FUAD MUSA, PRESIDENTE DEL CENTRO DE CULTURA ISLÁMICA DE CHILE

El Islam no es solamente la dirección del ser humano en su relación con el Creador, sino que nosotros vemos al Islam como una normativa de forma de vida. Es importante la religión para la sociedad. Tuve la oportunidad de hablar con algunos convencionales, junto a autoridades católicas, y nos dijeron que se viene un Estado como el francés. Para nosotros eso es tremendamente opresor. Recordemos todos los hechos que han ocurrido en los últimos 15 años de la prohibición del velo islámico. Somos las principales víctimas en Francia y Europa en relación con la islamofobia. Creemos que evidentemente la fe y la religión son fundamentales en nuestra sociedad y apoyamos la postura en la que debemos entender y comprender que constituyen un factor de diálogo, convivencia y tolerancia entre nosotros. En Chile somos minoría, pero tenemos el mismo derecho que un católico a expresar nuestra religiosidad. Queremos nosotros también un Estado laico, pero que sea realmente respetuoso del fenómeno religioso, de las minorías y del cristianismo, que es la mayoría del país y que es parte de la historia de nuestra nación y cultura occidental.

Al no ser jurista, mi enfoque en este momento va a ser en la práctica. Nosotros no hemos visto hoy un Estado justo, hemos sido discriminados. El Estado de Chile ha abierto La Moneda para celebrar la Navidad, para celebrar Hanukkah. Nosotros solicitamos un acto que se realiza en muchos países del mundo, un día de Iftar, del mes de ayuno Ramadán, pero en los gobiernos del Presidente Sebastián Piñera se nos negó la oportunidad. Son centenares de propiedades que entrega el Estado a las iglesias evangélicas. Nosotros le pedimos al Gobierno un terreno pequeño para poder tener un cementerio islámico y nos dijeron que no existe un terreno en la Región Metropolitana para eso. A los seis meses apareció el mismo ministro entregando un terreno para un cementerio para perros en Maipú. Nos sentimos afectados, discriminados y hasta humillados. Esperamos que en la próxima Constitución haya un Estado más ecuánime y no nos mida simplemente porque somos minoría.

AGUSTÍN SQUELLA CONVENCIONAL CONSTITUYENTE, DOCTOR EN DERECHO Y PREMIO NACIONAL DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES

Me gustaría diferenciar entre religiones e iglesias. Esa distinción es esclarecedora para comprender el fenómeno religioso. Una cosa son las religiones, el arte, y otra son los museos, las iglesias. Además, dentro de las iglesias hay cantidad de devociones. Segundo, yo distingo entre Estado confesional, religioso, laico y antirreligioso. Para mí el confesional es el que tiene una religión oficial: descartado. El religioso no tiene una oficial pero las ayuda a todas porque ve en ellas un bien. El laico, sin tener religión oficial, no se pronuncia sobre el bien y mal de las religiones, es neutral y respeta la libertad religiosa. El laicista o antirreligioso persigue a todas las religiones por considerar que son un mal.

Yo pienso que en la nueva Constitución, Chile va a ser declarado un Estado laico, pero en la práctica, creo, no va a ser incompatible con comportamientos que pudieran hacer parecer a Chile como un Estado religioso. Es decir, no veo cómo a partir de eso se puedan negar recursos públicos a las universidades católicas que existen en Chile, que prestan un servicio educacional al país de primera jerarquía. Lo más probable es que Chile sea un Estado laico pero híbrido en la práctica, que por razones históricas, o del sentido común, o de prudencia, bajo ciertas condiciones colabora con una religión o Iglesia determinada. No teman, la libertad religiosa y de culto público y privado no está para nada amenazada. Vivimos atemorizándonos unos a otros sin dimensionar la verdadera importancia de declaraciones aisladas.

Me gustó mucho la observación de laicidad no excluyente. Es casi seguro que Chile, que siempre se ha dicho un Estado laico, no lo ha declarado nunca. Eso es típico de Chile, somos una cosa pero no la declaramos porque le tenemos miedo a las palabras. Laicidad no excluyente lo entiendo como que si el Estado se declara laico, no le está declarando la guerra a las iglesias, pero al no excluyente también con apertura bajo ciertas condiciones a colaborar con el mundo religioso. A permanecer neutral pero no indiferente. Me atrevo a hacer un pronóstico. La nueva Constitución no va a eludir ciertas palabras. Va a decir que Chile es un Estado social, democrático, plurinacional y, probablemente, laico. Lo importante no es tanto esas palabras sino los efectos que posteriormente la propia Constitución en otros capítulos posteriores al primero en que se diga esto y la posterior legislación, tengan sobre las leyes del futuro y los fallos que los tribunales dispongan.

MANFRED SVENSSON DIRECTOR DEL INSTITUTO DE FILOSOFÍA DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES E INVESTIGADOR DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS DE LA SOCIEDAD

Partiría distinguiendo la discusión sobre la relación entre Estado e Iglesia de la discusión sobre la relación entre religión y política. No son equivalentes. Uno puede hacer una distinción muy estricta entre Estado e Iglesia porque allí uno tiene jurisdicciones distintas e instituciones que cabe delimitar en el ámbito de sus competencias. Cuando hablamos de religión y política, o vida en sociedad, estamos hablando de dimensiones enteras de la vida humana. Creo que una Constitución tiene que estar formulada de modo tal que dé cabida a ese rango.

En Chile creo que no tenemos un problema significativo de animadversión respecto de la religión. Sí diría que hay una incomprensión en algunos círculos. Contribuye a esa dificultad para tomar en serio el fenómeno religioso la tendencia a mirar las cosas dentro del marco de una filosofía de la historia. Imaginar que la humanidad va progresando hacia mayor secularización y, por lo tanto, aunque la religión exista aún, es un fenómeno del pasado. Esto es un aspecto de una masiva importancia en la vida de la población, no es una preferencia más, sino que la creencia religiosa es uno de los más centrales motores de organización de la sociedad civil. Sería cauto respecto al uso del término promoción que presume que aquello que tengo delante es bueno. No tiene sentido esperar que el Estado tenga un juicio positivo respecto del conjunto de religiones, pero sí creo que debe generar las condiciones bajo las que se puede desplegar este impulso religioso en sus distintas manifestaciones en la sociedad civil. Soy disidente del relativo consenso que me parece ver aquí en torno al Estado laico.

Creo en un Estado sin apellidos en este ámbito. La manera de asegurar el trato justo se encamina por un Estado sin apellidos, el cual a la vez asegura de un modo robusto la libertad, el trato respetuoso, la igualdad, en fin. Hay una percepción algo equivocada, como si hubiese una meta de “Estado laico es igual a Estado moderno”. La mayoría de las sociedades modernas organizan esto sin apellidar al Estado de modo alguno. El que falte el adjetivo laico en la Constitución actual no es un indicio de que el país esté en falta ahí. Eso no significa que no esté en falta en otras materias en este sentido. Decir que no requerimos un cambio en términos de apellidar el Estado no significa que uno vaya a atrincherarse en una posición inmovilista.