Opinión: Retorno a clases: Compartir y priorizar expectativas

Desde la Vicaría para la Educación hemos advertido algunas expectativas relevantes para el retorno a las clases. Por nombrar algunas están el cuidado de la salud mental, la recuperación de los aprendizajes, avanzar en la conciencia de lo que implica ser una institución católica de educación, prever todo lo que pudiera afectar el actual momento político, y todo ello sin bajar la guardia respecto de la evolución de la pandemia.

Necesariamente, cuando se reúnen muchas expectativas urge considerar dos acciones complementarias: explicitarlas y priorizarlas. Explicitar implica dialogar sobre las expectativas que
tienen todos los actores de las comunidades educativas, para no tomar caminos sobre la base de supuestos. Estudiantes, docentes, directivos y familias pueden tener expectativas diferentes. Además, las que se asoman desde el sistema educativo y de la propia Iglesia pueden complejizar las agendas. Es importante disponer de instancias para compartir estas expectativas y hallar puntos de encuentro, especialmente desde lo que cada uno puede ofrecer a la comunidad.

Priorizar supone hacer un discernimiento respecto de las acciones que son, al mismo tiempo, importantes y urgentes de realizar. No podemos gestionar todo de una vez y cada realidad es distinta. Por eso, las prioridades no se pueden endosar externamente y de manera unívoca. A lo sumo podremos acordar algún criterio evangélico, como por ejemplo no perder de vista la centralidad de la persona humana (cf. Mc 2,27). Pero este “priorizar” no significa necesariamente dejar de hacer algo, sino activar mínimos procesos a partir de los cuales se pueden ir desarrollando otras acciones, como por efecto dominó. Buscar primero el Reino de Dios, también en la gestión cotidiana de nuestra vida y de nuestras instituciones, para que todo lo demás se vaya desplegando por virtuosa añadidura (cf. Mt 6,33).