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Artículo

Martes 1 de febrero de 2022

Editorial: Integridad en el servicio eclesial

Por: Andrea Idalsoaga Delegada Episcopal para la Verdad y la Paz

Fotos: Nibaldo Pérez

Fuente: Periódico Encuentro

Link fuente: http://www.periodicoencuentro.cl/febrero2022/pdf/encuentro.pdf

El 12 de febrero celebraremos cuatrocientos ochenta años de la Fundación de Santiago, y con ella podríamos decir también de la evangelización de esta hermosa tierra, en que cada etapa histórica nos presenta nuevos desafíos para vivir y anunciar la Buena Nueva de Jesucristo.

Hoy, sin duda, el llamado es a mirarnos y reconocernos unos a otros como personas únicas, como hermanos y hermanas cuyas diferencias enriquecen un diálogo fecundo y nos animan a construir unidos una Iglesia y una sociedad donde la dignidad de cada persona nos exige un buen trato mutuo. Como la antigua premisa “no hagas al otro lo que no quieres que te hagan”; o en positivo, “trata al otro como quieres que te traten”.

Esto no es más que hacer vida, encarnar el corazón del Evangelio que dice: “Ámense unos a otros como yo los he amado” (Jn. 13, 34). Parece muy fácil, pero llevarlo a la vida cotidiana se hace difícil y muchas veces es ir contracorriente, sobre todo en una sociedad donde pareciera ser que la violencia se ha normalizado como una forma de imponer ideas o la descalificación, una manera de validarse a sí mismo. Por eso, más que nunca los hombres y mujeres de fe estamos llamados a ser luz, a llevar esperanza, construyendo una cultura donde las relaciones interpersonales sean siempre respetuosas y fraternas, donde nos podamos decir las cosas de frente, pero con amor, ya que cada uno y una gozan de la dignidad de ser hijo o hija de Dios que por el bautismo nos hacer ser sacerdotes, profetas y reyes.

Hemos sido salvados como Pueblo de Dios o una gran familia y conformamos entre todos el Cuerpo místico de Cristo. Esta conciencia de ser un todo, es decir, de la comunión eclesial, nos hace comprender mejor la corresponsabilidad entre todos los bautizados en el cambio cultural que debemos propiciar y que estamos impulsando desde la Delegación para la Verdad y la Paz, siguiendo las directrices del Consejo Nacional de Prevención de Abusos de la CECH, para erradicar los abusos de toda índole al interior de nuestra Iglesia, promoviendo ambientes sanos y seguros al interior de nuestras comunidades y quizás también aportar con mucha humildad a nuestra sociedad, que no está exenta de estos abusos sino, por el contrario, está inmersa en una serie de ellos. En efecto, hemos insistido en nuestras formaciones de prevención en un modelo que nos invita a comprender el tema del abuso desde una perspectiva más integral, considerando los distintos contextos en los que el individuo se desenvuelve, los cuales pueden propiciar condiciones que favorezcan la ocurrencia y mantención de dinámicas abusivas, constituyéndose así en “factores de riesgo”.

Sin embargo, los contextos también pueden generar -y deben hacerlo- condiciones donde el abuso no es posible de suscitarse, configurándose entonces los llamados “factores de protección”. Por lo tanto, cuando hablamos de prevención debemos desplegar acciones tendientes a aplacar los efectos de los factores de riesgo y potenciar los así llamados “factores de protección”. Por ejemplo, con terceros activos, ambientes cuidados, simétricos, entre otros. Desde esta perspectiva, adquieren especial relevancia los estilos relacionales y los modos de vinculación predominantes al interior de la comunidad. Este “modo de ser”, cuando se basa en pautas positivas de relación, genera una inmunización frente a eventuales dinámicas abusivas que se pudiesen suscitar.

Por esta razón es tan relevante valorar el buen trato como uno de los cimientos para la construcción de una sana y fraterna comunidad cristiana. Estamos en un proceso de cambio, en un camino que nos incumbe a todos, donde nos necesitamos unos a otros. No solo a unos pocos que están en funciones jerárquicas. Como proceso, toma tiempo y avanzaremos, pero también es probable que nos equivoquemos e incluso es posible que podamos retroceder a causa de nuestra fragilidad en algún momento, pero no debemos decaer, sino perseverar, pues no estamos solos. Caminamos juntos tomados de la mano, apoyados en la oración mutua, ofreciendo la vida en reparación de tantos que han sufrido y sufren a causa de delitos escandalosos que nunca debieron ocurrir.

Lo importante es que ya estamos dando pasos decididos hacia la construcción de ambientes sanos y seguros, donde el buen trato debe ser la forma de relacionarnos entre nosotros y también con la sociedad (redes sociales, relaciones laborales, vecinales, etc.). Por otra parte y siguiendo en este camino, desde la Delegación para la Verdad y la Paz y los equipos de formación zonales, en este año 2022 estaremos dando a conocer el Documento de “Integridad al Servicio Eclesial” ISE del Consejo Nacional de Prevención de Abusos de la Conferencia Episcopal de Chile (CECH), en el que se entregan seis grupos de orientaciones para quienes servimos remunerada o voluntariamente en la Iglesia, ya sean laicos, clérigos o consagrados, con el fin de ayudarnos a nuestra propia conversión, viviendo el corazón del Evangelio en acciones concretas actuales en el servicio que prestamos dentro de nuestras comunidades o en la Arquidiócesis.

Como ya lo he señalado con anterioridad, desde hace años la Iglesia de Santiago ha emprendido esta senda de promover ambientes sanos, creando en las parroquias, colegios y movimientos, espacios en donde cada persona sea tratada con plena dignidad, valorada y respetada. Hemos hecho hincapié en la importancia de fortalecer estos vínculos basados en las prácticas de buen trato, a volver a nuestra esencia como comunidad cristiana, que es reflejo del amor de Dios; los discípulos de Jesús seremos reconocidos si nos amamos los unos a los otros como Él nos amó (cf. Rm 12, 4-13).