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Miércoles 17 de febrero de 2021

Editorial: Algunos aprendizajes en esta pandemia

Por: Monseñor Cristián Roncagliolo, Obispo Auxiliar de Santiago y Vicario General

Fotos: Nibaldo Pérez

Fuente: Periódico Encuentro

Link fuente: http://www.periodicoencuentro.cl/enero2021/8.php

Estamos iniciando un nuevo año llenos de la esperanza que brota de Cristo. Empezamos la navegación ‘mar adentro’ del 2021 con el anhelo de echar las redes para atraer a muchos más a las aguas cristalinas del Evangelio.

Pero, al empezar este año, no podemos dejar en el olvido algunos importantes aprendizajes adquiridos a propósito de la grave crisis sanitaria que aún se mantiene.

Por de pronto, uno de los fuertes cambios que se ha producido en este tiempo de pandemia, es el tránsito de una época de las ‘planificaciones cumplidas’ al tiempo de la confianza en la Providencia. La típica frase “si Dios quiere” dejó de ser una expresión refleja, para transformarse en un deseo lleno de sentido presente en el corazón de muchos cristianos. Todos hemos aprendido que podemos controlar muy pocas cosas y que debemos confiar más en el Señor.

La sencillez ha sido otro aprendizaje. Las dificultades nos hicieron volver a lo indispensable, haciéndonos redescubrir que muy pocas cosas son necesarias y que tantas otras, consideradas imprescindibles, en realidad no lo son. Ha quedado develado que tantas necesidades realmente son innecesarias o, al menos, no tienen la urgencia que solíamos darle. El corolario de este proceso es un camino de creciente simplificación de la vida, donde la sencillez ha de ser una luz permanente en el camino.

Las interminables cuarentenas o limitaciones al desplazamiento han favorecido la vida familiar. El comer juntos, el compartir la mesa o las actividades cotidianas, con más recurrencia que lo usual, han instalado dinámicas familiares novedosas y fecundas. Si bien no podemos negar la existencia de dificultades, fruto de la estrechez del espacio físico y de otras carencias, hemos visto también cómo niños y jóvenes se han visto beneficiados por la mayor presencia de sus padres, y muchos padres han conocido mejor a sus hijos, lo que ha permitido visibilizar con más evidencia que la familia es la Iglesia doméstica. Y hemos visto también, ese precioso diálogo intergeneracional que integra a niños y abuelos en una nutritiva relación.

Otra cosa que se ha vigorizado en este tiempo es la nostalgia por la vida eclesial. Hemos experimentado la necesidad, cada vez más creciente, de volver a la vida parroquial. Si bien el ‘sucedáneo’ digital ha buscado paliar, de alguna manera, esta carencia, experimentamos crecientemente la necesidad de volver a encontrarnos para celebrar la fe. Por ello, la falta de vida pastoral y, particularmente, sacramental, nos ha llevado a redescubrir el valor del caminar juntos como Pueblo de Dios, de alimentarnos de la eucaristía, de acceder a los sacramentos, de rezar y escuchar la Palabra en comunidad, así como compartir la mesa y vivir juntos la caridad. La necesidad de encontrarnos para celebrar la fe ha ido en aumento siendo esto una oportunidad preciosa para dar un salto de madurez en la fe y de compromiso eclesial.

No puedo soslayar que otro crecimiento que hemos visto es la multiplicación de la caridad, que, con la discreción evangélica, se ha hecho parte de la vida de tantas comunidades. No solo ha habido muchas iniciativas al servicio de los más necesitados, sino que ellas han sido movidas por cientos de cristianos que, sin buscar ser conocidos o reconocidos, han puesto sus cinco panes, sus talentos y sus manos para ir al encuentro de otros ‘cristos’. Esa forma de vivir la caridad ha de estimularnos y contagiarnos. No solo es importante vivir el amor, sino que hacerlo con la virtud de los discretos que no quieren ser vistos porque no se buscan a sí mismos. Esa forma virtuosa de vivir la caridad ‘sin que la mano derecha sepa lo que hace la izquierda’ hace que el Evangelio retumbe más en nuestra patria.

Estos y muchos otros aprendizajes del tiempo de la pandemia nos provocan para vivir este nuevo año mucho más cerca del Evangelio sabiendo que, incluso en un tiempo tan complejo, podemos seguir creciendo en la vida cristiana. El duro año que se ha ido, lejos de ser una pérdida para los discípulos de Cristo, desde las claves expuestas –y de muchas otras no concitadas– ha sido una ganancia.

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