Viernes 3 de julio de 2020
Cuidar la fe en medio de la pandemia
Tres laicos: un profesor, un empresario y una abuela, nos cuentan de esos pequeños actos de fe cotidianos que iluminan el día a día y le dan otro tono a este aislamiento social. Reflexionando sobre cómo queremos vivir este tiempo, siguiendo la misa online en familia o simplemente apoyando a los nietos en sus aprendizajes escolares, nos animan a construir desde lo común algo extraordinario.
Periodista: Enrique Astudillo
"Como los apóstoles en Pentecostes"
Kevin Collipal (27) es profesor en colegio de alta vulnerabilidad social que prefiere no nombrar y, además, participa en la parroquia Nuestra Señora de los Pobres, en Huechuraba. Para Kevin, esta pandemia le ha implicado una adaptación que nunca había experimentado: “La distancia social, el no abrazar a tu familia al llegar a casa, el no poder visitar a la abuela, a los amigos, cuesta un poco, pero, gracias a Dios, familiares y amigos que se han contagiado han respondido bien al virus, pero también nos llama a estar precavidos constantemente”. Siente que la mayor dificultad de este tiempo ha sido poder atender las necesidades que surgen en las familias de los estudiantes que se han visto más afectadas por el desempleo y la pandemia, y que le ha costado interiorizar la realidad de los estudiantes, pues “no todos tienen un computador o acceso a internet, lo que ha generado que los
procesos de aprendizaje se detengan”, señala.
Kevin también hace un llamado a los jóvenes a ser conscientes y a permanecer en casa. Pide que cuiden a sus familias y, sobre todo, a que en este tiempo se pregunten a qué están llamados: “A ejemplo de los apóstoles en Pentecostés, se vean interpelados a anunciar la Buena Nueva, preguntándose después de esta pandemia, cómo quieren vivir en su entorno y cómo van a contribuir en esta sociedad”.
Misa online en familia
En el caso de Mauricio Rojas -psicólogo y gerente de personas y cultura en Redmegacentro- la pandemia dice que “lo pilló de sorpresa”, ya que siente que lo dejó inmerso en un ambiente de constante incertidumbre. Sin embargo, cree que es “justamente en los momentos de oscuridad cuando resplandece la luz de la fe en la vida de los católicos”.
Este profesional católico, casado y schoenstattiano, añade que por medio de su fe ha visto como un regalo de Dios el poder reflexionar, por ejemplo, sobre la muerte. “Esta pandemia, nos ha recordado la fragilidad de nuestra vida y la eterna dependencia que debemos cultivar con Dios”.
Luego, cree que su fe también se ve fortalecida con la inmensa labor que observa en muchas parroquias y empresas privadas, las que realizan ayudas sociales en medio de los más pobres y necesitados, algo que para Mauricio es digno de resaltar por la humildad con la que la realizan: “Domingo a domingo nos conectamos con mi señora y mi hija a la misa online. Si bien, con el paso de las semanas, crece el “dolor” por no poder recibir al Señor de forma sacramental, el Espíritu viene en nuestra ayuda y esta pandemia nos ha regalado la conciencia de que la Iglesia es una sola y hermosa gran comunidad”.
Apoyando a los nietos
Mireya de la Fuente (62), es separada hace diez años y vive en la comuna de Ñuñoa. Tras dejar de ejercer la licenciatura en Historia, su profesión de toda la vida, hoy es dueña de casa junto a uno de sus dos hijos, de 22 años. Acompañada fielmente de la oración, desde que se levanta hasta que se acuesta, Mireya comienza muy temprano con el rezo de las Laudes, para, las 20:00 horas, concluir con la misa diaria: “La verdad para mí ha sido una oportunidad inmensa para crecer en la oración y en la vida espiritual y la Radio María, me ha ayudado bastante para estar rezando todo el día”, relata.
Para ella, este tiempo de pandemia sin duda le ha costado entenderlo, pero tiene una sola cosa clara: “Al principio, trataba de estar bien informada de todo lo que pasaba con la pandemia, pero después me dí cuenta que la pandemia no iba a cambiar si me informaba más o menos, y de lo que tenía que preocuparme realmente era de estar en constante oración”, explica.
A pesar de no poder estar junto a su familia, Mireya se las ingenia para estar en contacto con parte de ella: “Comencé con mi nieta de siete años a tener videollamadas para hacerle clases de historia, que es lo que más me gusta hacer y es, además, una forma de poder saber de ella y de mi hija, ya que debo cuidarme y no puedo salir para ningún lado. Así, no perdemos el contacto”, dice.