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Miércoles 26 de junio de 2019

"Si no fuera por La Estampita no sé qué haría con mi hijo"

La frase es de Mayerline Castellanos, beneficiaria de la guardería en la Parroquia La Estampa, que acoge a niños y niñas de familias migrantes de Independencia.

Fotos: Nibaldo Pérez

Periodista: Andrea Ruz Dios

Mario Soto salió de Venezuela cuando su hijo menor sólo tenía un año y medio. Dadas las dificultades de su país, decidió dejarlo todo para buscar una nueva vida. Contador de profesión, tuvo que ajustar sus expectativas a las oportunidades locales. Trabajó de copero y con sacrificio logró juntar el dinero para costear los pasajes de su esposa y sus dos hijos.

"Después de un año y cuatro meses pude traerlos. Llegaron el 1 de enero de 2019, a las 3.30 de la mañana, luego de dos días de viaje. Yo no estaba pendiente de nada más que de recibirlos", cuenta Mario.

La familia Soto Castellanos vive en Independencia, comuna que alberga a un 30% de los migrantes del país. Son vecinos de la parroquia Nuestra Señora de La Estampa, y movidos por la fe comenzaron a participar en la comunidad.

Justo cuando el año comenzaba, un grupo de ocho familias chilenas se organizaba con el párroco, Andrés Moro, para crear un lugar de apoyo para las familias extranjeras. Así nació La Estampita, el primer "after school" o guardería parroquial para migrantes, que atiende a niños y niñas de entre 3 y 12 años, entre las 13.00 y las 20.00.

"El extranjero que llega viene solo, no tiene red de apoyo porque no conoce a nadie. Así surgió la idea de hacer algo por estas familias que no tienen dónde dejar a sus hijos. Queríamos ayudar a los papás a poder trabajar tranquilos", cuenta Daniela Kutz, del equipo gestor de la guardería.

Cuando Mayerline Castellanos supo que se abriría La Estampita no dudó en postular a su hijo. "Yo quería empezar a buscar trabajo pero no tenía quién me cuidaras al niño. Acá las guarderías son bastante costosas y al tener mi marido el sueldo mínimo, pagar arriendo, agua, luz, comida, era muy complicado. Por eso, cuando supe que eran 50 mil pesos mensuales, yo no lo podía creer, dije, ¡En serio!, ¡Tan poquito! Gracias a Dios me llamaron y aceptaron a nuestro hijo", relata.

Y es que optar por una guardería como esta no está al alcance de todos los bolsillos. Sus mensualidades fluctúan entre los 100 mil y los 150 mil pesos en la comuna, cifras inalcanzables para familias que viven con el sueldo mínimo.

"Si no fuera por La Estampita no sé qué haría con mi hijo", dice Mayerline."Aún no he conseguido un trabajo estable, pero puedo hacer lo que sea en el horario que él está acá. De verdad ha sido una gran ayuda para poder buscar trabajo", señala.

La Estampita abrió sus puertas en marzo de 2019. Actualmente recibe a 14 niños y niñas de distintos países, a quienes atiende de manera integral. Una vez por semana, asiste un médico pediatra para entregar una atención médica a los menores, a lo que se suma el acompañamiento a las familias.

Paula Sánchez es de Colombia. Cada día lleva a su hija Violeta (4 años) a la guardería, que describe como su segundo hogar. "Acá todos nos incluyen así que nos sentimos en casa. No me siento la extranjera, la migrante, porque todos somos iguales acá", cuenta.

Agrega que a Violeta le encanta asistir cada día. "Está familiarizada con el entorno, se siente libre y ha avanzado mucho en todo. Canta, baila, es expresiva, nunca llora, siempre quiere venir", dice Paula.

Misión cumplida para el padre Andrés Moro, quien afirma que la iglesia debe ser un lugar de encuentro y comunión. "Aquí en la parroquia tenemos una cultura instalada, que se refleja en La Estampita también, de ofrecer una oportunidad de ayudarnos en algo concreto, visible, y en algo tan lindo como es acompañar a los niños, niñas y migrantes, que son realidades tan importantes en el mundo", afirma.