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Miércoles 7 de noviembre de 2018

Experiencia Chiloé: Hijos de la esperanza

Lejos del mundanal ruido, en un ambiente de libertad, un grupo de personas vive en comunidad la experiencia de rehabilitación de sus adicciones. La periodista Magdalena Lira se adentró en esta realidad en Mechaico, a ocho kilómetros de Ancud, y nos cuenta su vivencia.

Fotos: AIS

Periodista: Magdalena Lira Valdés

Fuente: Periódico Encuentro

Link fuente: www.periodicoencuentro.cl

Mientras cruzábamos el Canal de Chacao casi no se sentía el movimiento del mar. Es el primer día de sol después de nueve días de lluvia ininterrumpida. Al llegar a la isla de Chiloé continuamos en auto por un camino sinuoso, rodeado de lomas, con una naturaleza exuberante, colores únicos y un cielo azul profundo como telón de fondo. Hasta que un letrero al borde de la vía nos indica que estamos cerca de nuestro destino. En letras grandes y claras se lee "Fazenda", una palabra en portugués que significa "hacienda".

¿Qué hace este letrero en Mechaico, una localidad rural a 8 kilómetros de Ancud? Quizá muchos ni siquiera lo ven, pero para otros, este letrero significa la posibilidad de soñar con una nueva vida. Al ingresar a la "Fazenda de la Esperanza Jesús Nazareno", dejan atrás una vida de soledad y adicciones. Ahí encuentran una familia que los espera con los brazos abiertos. Y eso es lo primero que llama la atención: es un centro de rehabilitación de adicciones donde se respira libertad. Las puertas están abiertas, todos circulan libremente y no hay personal remunerado, ya que quienes ayudan en la recuperación son voluntarios que han pasado por lo mismo que los internos.

Como Marcio, un joven brasileño de 32 años, que nos recibe con una gran sonrisa. Nos espera en la entrada de la Fazenda. A lo lejos pastan tranquilamente las ovejas que cuidan los internos y por todos lados se ven carteles que recuerdan que estamos en un lugar especial: Paz y Bien; Retorno a la Vida; Joven, a ti te digo: Levántate" (Jesús) ¡Toda vida tiene esperanza!...

Marcio conoce de primera mano lo que están sufriendo los diez hombres que tiene a su cargo. Hoy es el responsable de la Fazenda de Chiloé, algo que quizá nunca imaginó cuando vivía el drama de la adicción en su Brasil natal. Fueron 14 años en los que su vida estuvo dominada por la droga. Todo cambió en 2014 cuando ingresó a una "Fazenda de la Esperanza" en su país. Luego de un año, salió convertido en un hombre nuevo. "En la Fazenda descubrí la alegría que se siente al vivir libre de la adicción. Yo pensé que debería devolver un poco de lo que me regalaron", nos cuenta.

"Los que están a cargo de acoger a los muchachos que quieren recuperarse lo hacen como vocación, como un llamado de Dios. Donan gratuitamente lo que recibieron gratuitamente", nos explica Nelson Giovanelli quien, junto al sacerdote franciscano Hans Stapel, fundó hace 35 años esta gran familia de la esperanza, que tiene 139 Fazendas en 23 países. "He entregado mi vida a esto. Decidí no casarme porque sabía que iba a tener muchos hijos. El vínculo que tengo con quienes están en la Fazenda es como con un hijo. Ellos no son un número o un cliente, son miembros de una familia", dice Nelson.

La Fazenda de Mechaico, inaugurada en abril de este año, es la primera que se instala en Chile. Son dos casas sencillas pero impecables, en medio de un terreno rural donado por el Obispado de Ancud. En la casa más grande viven los internos, en piezas de a 4. Desde el comedor nos llega el sonido de una música juvenil que rompe el silencio de la zona, pero que recuerda que éste es un lugar vivo. Cerca está la capilla. Sencilla al igual que toda la casa, tiene un tabernáculo de madera, copia fiel de una casa chilota. La talló Esteban, quien ingresó para rehabilitarse y nos muestra orgulloso su obra. Ya se prepara la segunda Fazenda, que será para mujeres, y se instalará en una casa donada por el Obispado de Ancud en esa ciudad. Los recursos para construir ambas Fazendas provienen de un esfuerzo conjunto entre la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) y la Orden de Malta. Son tres los pilares que fundan una Fazenda: la vida comunitaria, el trabajo y la oración. En ellas, como dice Nelson, "se realiza la promesa de Jesús de que cuando dos o más están reunidos en mi nombre yo estoy ahí. Los que llegan experimentan esta atmósfera de estar reunidos en su nombre y en su mayor ley, que es el amor. Experimentan la presencia de él, que da alegría, paz, serenidad, fuerzas, ganas de cambiar. Lo que hace el cambio es esta presencia espiritual, pero viva y tangible. También los que son ateos sienten esto, perciben que el amor que circula entre los miembros los alcanza".

El comienzo de la esperanza

Todo comenzó en la casa de Nelson, producto de la difícil relación con su padre: "Sufría porque muchas veces mi papá llegaba bebido. Yo veía el sufrimiento de mi mamá y comencé a culpar a mi papá. Siempre pensé que seríamos felices cuando él dejara de tomar. Cuando yo tenía 16 años llegó fray Hans a mi parroquia". Nelson le contó sus penas y, luego de escucharlo, fray Hans le preguntó: ¿Has amado a tu papá sin querer que cambie? ¿Has tratado de ver a Jesús en él? "Entonces comprendí que el problema era yo", recuerda Nelson. "Si yo quería ser feliz dependía de mí, no de otro. Volví a casa y le hice un café a mi papá. Por primera vez hice un acto de amor por vivir la Palabra de Dios. Y tomé la decisión de seguir viviendo así. Mi padre me pudo expresar su amor, lo que no había podido hacer porque la dureza con que yo lo juzgaba lo impedía. Mi papá dedicó su último tiempo a las Fazendas y a los enfermos de VIH".

De esta experiencia de amar al otro tal como es nacieron las Fazendas. Fue en una esquina de Guaratinguetá, en Sao Paulo. A los 20 años Nelson decidió acercarse a un grupo de jóvenes que consumían y vendían drogas cerca de su casa. Después de dos meses uno de ellos, Antonio, le pidió ayuda para salir de su adicción. Necesitaba que alguien lo acompañara las 24 horas y Nelson lo llevó al único que podía estar con él día y noche: Dios. Lo invitó a misa y Antonio comenzó un camino espiritual. Empezó a traer más jóvenes a la Iglesia y así, sin que nadie se lo hubiera imaginado, nació la primera Fazenda.

"Yo sentí una vocación no para recuperar drogadictos sino para encontrar a Jesús en ellos, para amarlos gratuitamente. Las personas que se sienten amadas así sienten que uno no está pendiente de su cambio. Esto es muy importante para tener el espacio de libertad para decir 'quiero o no quiero'. Los cambios deben ser de dentro hacia afuera, no al contrario".

¿Qué mensaje le diría a una persona que está leyendo este reportaje y que en este momento enfrenta un problema de adicción? "Le diría: tienes una sola vida. Usa tu libertad para encontrar el mejor camino que te pueda traer felicidad. Yo sé que cuando uno no busca más culpables, como sucedió conmigo, se puede lograr la felicidad. Cuando espero de los otros un cambio para que yo pueda ser feliz, siempre me voy a frustrar. La dependencia a la droga es consecuencia del egoísmo que siempre busca fuera lo que está dentro."

HISTORIAS DE ESPERANZA

Alan lo perdió todo: familia, tres hijas, trabajo, estabilidad. La droga lo consumía. Viajaba de ciudad en ciudad para robar y así seguir drogándose. "Una noche pensé en matarme. Estaba solo en Puerto Montt y le pedí a Dios que me ayudara. Me fui a Castro y justo en la catedral escuché a Wellington, un joven brasileño que estaba dando su testimonio de recuperación en una Fazenda". Alan se acercó a pedir ayuda y hoy lleva 6 meses en la Fazenda. "Acá comprendí que la maldad no está en uno. Es la ausencia de Dios la que nos hace hacer cosas malas".

Mario tiene 30 años. Hace 5 meses viajó desde Curicó para recuperarse. "A los 25 años comencé a drogarme y terminé perdiéndolo todo. Toqué fondo. Tuve tres intentos de suicidio... Ahora veo que Dios me quiere. Me mantuvo con vida y me trajo acá. Fui a dar mi testimonio a la catedral de Ancud. Cuando terminé me aplaudieron y lloré. No me da vergüenza hablar de mi vida mirando a la cara".

Juan, de 32 años, llegó desde Antofagasta. "La droga te pone el corazón de fierro o te congela los sentimientos. Te crece el egoísmo de forma inmensa. Sólo piensas en ti", dice. "Los primeros dos meses son difíciles por la abstinencia de drogas, la abstinencia sexual, el desapego de la familia y del mundo exterior... Pero es impresionante darse cuenta que puedes vivir sin drogas. Es un renacer. Agradezco a la Fazenda que me ha acercado a Dios. Siempre tuve la oportunidad pero nunca lo busqué".

"Acá aprendí que sí merezco ser amado. Antes pensaba que no lo merecía. Me gusta sentirme así ahora. Es una de las tantas cosas que he aprendido acá", dice "Ze" Carlos.

Alan, Mario, Juan, "Ze" Carlos... son parte del grupo de los primeros 10 hombres que ingresaron a la Fazenda de Chiloé para recuperar sus vidas.

Si quiere conocer más sobre la "Fazenda de la Esperanza Jesús Nazareno" de Mechaico o estás interesado en saber cómo ingresar a ella, por favor contacte directamente al Obispado de Ancud: mail secretariapastoralancud@gmail.com, teléfono 65-2622325.