Jueves 14 de mayo de 2020
Comedores parroquiales, la comunidad unida por el hermano que sufre
Tras la compleja situación sanitaria que enfrenta el país, adultos mayores, personas en situación de calle y familias desempleadas han recurrido a la ayuda que brindan los comedores parroquiales.
Fotos: Comedor Parroquial San Esteban Mártir
Periodista: Bárbara Guerrero C.
Voluntarias y voluntarios de los comedores trabajan a toda máquina para satisfacer la creciente demanda que llega los días de servicio a las dependencias de la parroquia. Los comensales son adultos mayores y personas en situación de calle, pero últimamente han tenido que considerar a "los de casa", personas con techo que han visto precarizada su situación económica con motivo de la pandemia. A ellos los ayudan con mercadería que les permite alimentar a sus familias, realidad que ha llevado a las comunidades parroquiales a unir fuerzas para cubrir una nueva necesidad.
En la parroquia Jesús Carpintero de Renca, crearon una campaña para apadrinar a 135 familias durante 3 meses en los que, con esfuerzos autogestionados, les entregan una caja completa de mercadería y útiles de aseo. En esto toda la comunidad está involucrada. El padre Raúl Bascuñán agradece el compromiso. "Hicimos el domingo solidario donde la comunidad apoyaba a través de transferencias y nos entregaron alimentos que retiramos en sus casas. Mucha gente se enteró por Facebook con la misa online y así empezaron a aportar desde afuera de la parroquia. También en un comienzo recibimos 20 cajas de la campaña Contigo Hermano" dice.
El padre reconoce un crecimiento en la demanda de almuerzos en su comedor, que actualmente entrega raciones de comida a 140 personas en situación de calle que cubre las necesidades no solo de los vecinos de Renca, también llegan de Independencia y Quinta Normal, dos veces por semana.
El acto religioso de servir a los más pobres
Graciela Pérez junto a su marido y otros 5 voluntarios trabajan codo a codo uniendo esfuerzos para entregar una ración de comida casera, hecha con amor, a los comensales que reciben diariamente en el comedor de la parroquia San Esteban Mártir, en La Pintana. Con aportes de feriantes, locatarios y familias del sector, durante dos años han cocinado fondos de olla que últimamente, por los resguardos sanitarios, reparten en envases desechables a personas en situación de calle y adultos mayores de la población, a quienes también entregan mascarillas y guantes para prevenir contagios.
Han visto un incremento en la demanda de raciones, así lo advierte Graciela "Empezamos con 37 personas y ahora más de 100 están viniendo al comedor desde que abrimos", asegurando que "con la cuarentena el servicio no se suspende, tenemos salvoconductos y encomendados a Dios estamos ayudando al prójimo. Él nos da la fuerza y nos da todo".
En La Pintana también la precariedad se deja entrever en los hogares que han perdido sus fuentes de ingreso a causa del Covid-19. Madres y padres de familia se han acercado a la casa de los voluntarios de la parroquia a pedir ayuda. "Muchas familias iban a mi casa a pedir alimentos. Desde la Vicaría de Pastoral Social nos empezaron a ayudar con mercadería que entregamos a la gente, de la campaña Contigo Hermano", señala Graciela, con eso han podido cubrir una nueva y creciente demanda. En la Vicaría Zona Sur están conscientes de esta realidad, por lo que los apoyan para que no dejen de funcionar, así lo expresó su encargada, Anyell Yáñez. "Entendemos que las circunstancias son adversas entonces tenemos que ayudar al voluntariado con todo lo que se pueda".
Ciertamente la pandemia ha arrasado con todo lo que tenían seguro, pero ha mostrado lo mejor de las comunidades parroquiales. Su compromiso y fraternidad para ayudar al prójimo. Orgulloso el padre Fernando Tapia celebra la respuesta de su comunidad y el compromiso que tienen con su trabajo. "La gente lo hace desde su fe. Cuando llegan leen el Evangelio, rezan y tratan a las personas que van al comedor con mucho cariño, de un hermano que ayuda a otro hermano". El padre reconoce que en estos actos ve la verdadera solidaridad que conoció en sus años de formación como sacerdote. "Estoy convencido que para hacer creíble el Evangelio, los signos de solidaridad son esenciales. Servir a los más pobres es estar en la esencia del cristianismo. No es un acto social, es un acto religioso, servir a Jesús en los más pobres".