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Artículo

Jueves 30 de noviembre de 2017

Chile, un hogar para todos

Así se titula la Carta Pastoral que entregó el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, a nombre de la Asamblea Plenaria de obispos, a fines de octubre pasado, de cuyo contenido entregamos algunos puntos principales.

Fotos: Héctor Landskron

Periodista: - José Francisco Contreras

Fuente: Periódico Encuentro

Link fuente: http://www.periodicoencuentro.cl/diciembre2017

El documento ofrece “a todos nuestros compatriotas, de un modo especial a los católicos, una palabra sobre los grandes desafíos que, según nuestro discernimiento, enfrenta la sociedad chilena en este tiempo”. Señalan los obispos que “sentimos el deber de proponer algunas ideas, desde nuestra identidad que brota del Evangelio”, para ver a la patria “como un hogar común”.

En un tiempo importante para nuestra patria

Los pastores entregan esta carta “muy conscientes de que estamos en un año de elecciones con candidatos que proponen sus programas sobre el futuro del país (...) Somos plenamente conscientes de que en este país hay separación de la Iglesia y el Estado, y sabemos que un Estado auténticamente laico, moderno y razonable, no es antirreligioso sino, por el contrario, un espacio abierto a recibir el aporte al bien común de todos sus habitantes”. En este contexto, ofrecen su mirada sobre diversas realidades del país.

La Familia. Sostiene la carta pastoral que la familia “está llamada a ser el ambiente donde se aprende a vivir en comunidad, basada en la fraternidad y la dignidad de cada uno de sus miembros” (...) Sobre su composición, sus miembros, su formalización en el matrimonio estable, proponemos tener un diálogo profundo y respetuoso en que podamos mostrar el valor de nuestro ideal de familia, y al mismo tiempo seamos capaces de tener en cuenta los numerosos casos particulares y difíciles que generalmente son los que más apoyo necesitan”.

La mujer. “Es necesario un esfuerzo mayor y colectivo para que sus roles en la familia, en el trabajo y en la vida pública, puedan cumplirse armónicamente y con plena justicia. La violencia contra mujeres es dramáticamente cotidiana y no pocas veces encubierta con diversas redes de protección a los agresores (...) Las situaciones de abandono y la discriminación que sufren muchas mujeres en diversos ámbitos es una señal de alerta que no nos puede dejar indiferentes.”

El varón. El episcopado expresa que “en una sociedad todavía machista, el consumismo, la competitividad y las exigencias laborales llevan a muchos varones y padres a naufragar ante el agobio, estrés, soledad y vacío existencial, desatendiendo por estas razones sus responsabilidades familiares.” Además, “es necesario superar una mentalidad que solo ve en el padre un instrumento de producción y ganancia.”

La juventud. Los obispos reclaman “un diálogo profundo” con la juventud: “La comunidad nacional debe ser capaz de escuchar sus legítimas demandas y procurar ofrecerles los medios para una formación integral, que les permita desarrollarse plenamente, asumiendo en el presente las capacidades para enfrentar su futuro”. Y agregan: “A los jóvenes les indigna la injusticia. Para ellos, un país justo no es utopía, sino un proyecto común realizable”.

Los niños. El documento indica que “las exigencias de su cuidado en la familia y en la escuela, nos han llevado a comprometernos con su educación, a formar a miles de personas, especialmente agentes pastorales, para crear ambientes sanos, confiables y seguros para ellos, y a desterrar toda forma de abuso. Por esta misma razón, consideramos muy oportuna la urgente reforma del Servicio Nacional de Menores”.

La pobreza y la desigualdad. La Conferencia Episcopal de Chile afirma que “la lucha contra la desigualdad debería ser una tarea colectiva y prioritaria de toda la sociedad”. Y añade: “Nos parece del todo necesario seguir privilegiando la viga maestra de la solidaridad en la batalla por erradicar todo tipo de pobreza, en especial en una nación donde ha existido un rápido desarrollo económico en las últimas décadas. Quienes tienen más, pues han accedido a los bienes y posibilidades mejores en estos años, tienen una gran deuda con sus hermanos más pobres y desamparados”.

Reformas necesarias. Afirma la carta pastoral que “se hace urgente una modernización de la vida política y sus instituciones”, y que aprecian “una mayor conciencia de la excesiva centralización política y administrativa del país, y de la necesidad de disminuir las brechas entre el centro y las regiones”. Además, la importancia del “diseño de políticas y estrategias de desarrollo que no sólo reconozcan, sino que fomenten las expresiones culturales propias de las diversas realidades regionales y sociales, y en particular los derechos y costumbres ancestrales de nuestros pueblos originarios que muchas veces han sido tratados con gran injusticia”.

La violencia, las drogas y las cárceles. Plantea un nuevo impulso para lograr “un hogar común libre de drogas, mediante eficaces políticas de educación, prevención y persecución de quienes se dedican a su tráfico”. En cuanto al hacinamiento y las “pésimas condiciones” en los penales, los obispos reiteraron su deseo de que “la sociedad ofrezca a privados de libertad que padecen enfermedades terminales o están en grave deterioro de sus facultades mentales, cualquiera haya sido la razón de su condena, la posibilidad de terminar su cumplimiento con arresto domiciliario”.

La política. La carta reconoce que está “desprestigiada”, pero que es “una actividad noble, indispensable para preservar la sana convivencia”, y anima, especialmente a los jóvenes, “a interesarse por la política y a participar activamente en los partidos y movimientos, aportando a ellos sus mejores sueños para Chile”.

Logros y esperanzas

La ecología. “Si queremos preocuparnos especialmente de los pobres, mejorar nuestra calidad de vida y trasmitir un mundo mejor a quienes nos siguen, no podemos dejar de dirigir nuestra mirada a la relación de la sociedad y de cada uno de nosotros con la naturaleza, para descubrir que es necesario modificar conductas colectivas e individuales, establecer políticas efectivas de cuidado y preservación del medio ambiente y una institucionalidad fuerte que permita la defensa de los bienes naturales que el Creador nos ha entregado para que los administremos, de manera que las conductas reñidas con dicho cuidado sean evitadas y quienes las cometen sancionados”.

Finalmente la carta pastoral resalta diversos rasgos del humanismo cristiano que sus autores anhelan para la convivencia nacional: 

- “La dignidad de la persona deriva de su condición de hijo de Dios, de la relación de amor que hay en el seno de la Trinidad”. 

- “Sus proyectos (...) tienen una vocación y sentido de eternidad. Cada persona tiene vocación de ser un resucitado. Y eso es lo que verdaderamente da el sentido final de nuestra vocación...”. 

- “Una sociedad que pone al ser humano en el centro de su preocupación no puede contentarse con formar sólo en competencias laborales y técnicas”.

- “Desde la antropología y la ética cristiana, la Iglesia Católica reconoce, respeta, defiende y promueve el valor de la vida y la dignidad de la persona humana como un fundamento esencial e irrenunciable de la vida en la sociedad” (...) “La legislación que opta por aprobar el aborto no constituye una respuesta humanista ni mucho menos cristiana”.

- “El humanismo cristiano concibe al ser humano en su identidad propia de varón y mujer (...) Las personas homosexuales merecen ser tratadas con el respeto que todo hijo e hija de Dios se merece. Eso lo reafirmamos con total claridad, en plena sintonía con el magisterio de la Iglesia...”.

- “El ser humano es una realidad biológica con un componente cultural que no se puede negar. No existe la igualdad idéntica en ninguna creatura”.

- “Jesús opone radicalmente el servicio a Dios con la búsqueda exorbitada del dinero (...) La vida cristiana no es compatible con la avaricia ni tampoco con el deseo de una apropiación inmoderada de los bienes terrenos”. En la conclusión, los obispos esperan que la visita el Papa Francisco renueve el propósito de “humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile”, y se ponen a disposición del país “para dar lo mejor de nosotros, que es la alegría del Evangelio, para que el nombre de Chile siempre evoque nuestro hogar”.