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Martes 8 de julio de 2025

Bendición en el Tirso de Molina: locatarios rindieron homenaje a sus seres queridos

“Mi mamá falleció el año pasado. Es un tremendo orgullo que hayan hecho este homenaje” y añadió: “agradezco al Cardenal, que vino a bendecir nuestras plaquitas. Esperamos que no sea la última vez” señaló una de las locatarias.

Por: Comunicaciones Arzobispado de Santiago

Entre frutas, aromas y voces que resuenan desde hace décadas, el Mercado Tirso de Molina escribió este lunes una nueva página de su historia. Una que no se mide en ventas ni en horarios, sino en memoria, cariño y gratitud. En el centro del lugar, cerca de la Virgen del Carmen quer los acompaña a diario, se inauguró un memorial con placas que llevan nombres grabados a fuego en los corazones de los locatarios: madres, padres, esposos, amigas y compañeros de toda una vida que alguna vez también caminaron por estos pasillos.

“Mi marido trabajó aquí y ya hace 10 meses falleció. Teníamos que venir”, dijo con emoción Delicia Reyes. Como ella, muchos llegaron para recordar, orar y dar gracias. “Mi mamá falleció el año pasado. Es un tremendo orgullo que hayan hecho este homenaje”, agregó Lorena Valenzuela. “Agradezco al cardenal que vino a bendecir nuestras plaquitas, esperamos que no sea la última vez”.

El memorial fue bendecido en una sencilla pero emotiva ceremonia encabezada por el Cardenal Fernando Chomali, quien fue recibido con cariño por los trabajadores del mercado, acompañado del diácono Vicente Calvo. Durante su visita, el Cardenal recorrió los puestos, saludó a cada persona con cercanía, oró por sus familias y fuentes laborales, y se detuvo a escuchar lo que cada uno quiso compartir.

“Estoy en mi casa, muy querido. Rezamos por los difuntos, bendijimos hartos locales, un memorial de personas que han fallecido. Esta es nuestra vida: estar con la gente, rezar por la gente, querer a la gente, y sobre todo, que les vaya bien”, señaló el Cardenal al finalizar el encuentro.

El Mercado Tirso de Molina, ubicado en la comuna de Recoleta, es mucho más que un espacio comercial: es una comunidad. Más allá de su vida cotidiana, esta ceremonia fue un signo concreto de comunidad y esperanza. A través de la oración y el recuerdo, los locatarios reafirmaron su vínculo con quienes los precedieron, reconociendo que la fe también se hace presente en medio del trabajo, la vida compartida y la memoria.