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Miércoles 2 de octubre de 2024

Para meditar: “BODA SIN VINO”

Tomado del texto de la homilía de la Misa Procesión Virgen del Carmen 2024, “Boda sin vino”en la Catedral Metropolitana de Santiago de Chile el domingo 29 de septiembre de 2024.

Por: Monseñor Fernando Chomali Garib, arzobispo de Santiago de Chile

Hermanos y hermanas:

El Evangelio de San Juan nos da a conocer una boda sin vino. Habrá que preguntarse: ¿por qué
no había vino en esa boda? Tal vez porque esa boda estaba mal preparada, tal vez porque la
realizaron personas incompetentes o desinteresadas de lo importante: que era festejar a los
novios y alegrar a los invitados. Tal vez porque la familia era pobre y no le alcanzaba para tener
vino. No sabemos. 

Lo que sí sabemos es que hoy pasa lo mismo.

El mundo y Chile se parecen a una boda sin vino. Dios nos creó para que hubiera alegría,
fraternidad, trabajo, familia, seguridad, prosperidad y paz. Y sucede que no encontramos nada
de eso, sino violencia, miedo, corrupción en los líderes. Encontramos una gran globalización de
la indiferencia, como nos decía el Papa Francisco; encontramos brechas sociales y salariales
escandalosas; encontramos también desesperanza, egoísmo y pobreza.

Cuando María se encontró con una boda sin vino pudo haber tomado varias actitudes: la
primera, resignarse; la segunda: balconear, como dice el Papa Francisco, subir a un balcón y
ver desde allí qué es lo que pasa, la tercera actitud era decir: “lo que habría que hacer”; la
cuarta actitud era decir: “yo soy tan espiritual que no me importa lo que pasa en la boda,
porque ese es problema de otros”.

María es tan de Dios, que está extremadamente preocupada de los hombres, y por eso está
tan preocupada de la fiesta, y entrega la mejor de las soluciones: mirar a Jesús y decir “hagan
lo que Él les diga”.  

Hoy en Chile pasa lo mismo. Algunos se resignan; otros se defienden como pueden y viven
escondidos y miedosos; otros saben lo que va a pasar y se gozan viendo como caen los
responsables de la falta de vino, aquellos que han aguado la fiesta de la vida.

Y surgen también los grandes discursos teóricos que repiten: “habría que”, “habría que…”.
Pero son palabras que no se hacen vida; otros tienen listas las maletas para arrancarse de la
boda. Su lógica es: Chile ya no me sirve, entonces me voy; otros, nosotros, los que estamos
aquí, apelamos a Jesús, tal como lo hizo María.

Está más que demostrado que todo proyecto personal, familiar, político y social que excluye a
Dios termina fracasado. Se puede hacer un mundo sin Dios, pero ese mundo terminará yendo
en contra del mismo hombre. Lo dijo el mismo Jesús: “Sin mí no podéis hacer nada”.
Solamente Jesús es capaz de cambiar el agua en vino. El salmo (126) nos dice: “Si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles”. Y el Concilio Vaticano nos recordó que: “la
creatura sin creador se desvanece”. Por eso seamos como María y hagamos lo que Él nos dice.

Llenemos las tinajas de desesperanza y Él las va a llenar con esperanza; de tristeza, para
convertirla en alegría. Llenemos las tinajas con la violencia que nos oprime, y Él las convertirá
en paz. Y el desencuentro lo convertirá en el diálogo que tanto necesitamos.

Llenemos también las tinajas con nuestras propias perezas para convertirlas en diligencia. Pongamos nuestras ansias de poder, nuestras avaricias para que Él las convierta en ansias de
servicio y generosidad. Depositemos nuestro propio pecado para que Él los cambie por perdón
y gracia.

Pongamos nuestro egoísmo, que siempre nos acecha, y Él lo va a convertir en la solidaridad
que tanto necesita Chile. Llenemos nuestras tinajas con el sufrimiento de nuestro país para
que vuelva a ser un país sensato, austero y justo.

Católicos:

Chile posee un patrimonio espiritual que tenemos que cuidar y esta celebración, bajo el
amparo de la Virgen María, nos ayuda a protegerlo. Lo mejor es estar hoy aquí
reconociéndonos como hermanos, porque tenemos un mismo Padre y una misma Madre.

Hoy es el momento de hacer que Chile esté cimentado en la Roca, en Jesucristo. Él es el
fundamento de todo. Esta Roca permanecerá, no se moverá a pesar de los vientos
huracanados.

Jesucristo es la luz que nos ilumina. No es un foco que nos encandile y nos deje ciegos. 

Hoy, junto con venerar a la Virgen María, tenemos que reconocer su consecuencia. Ella dijo:
“hágase en mí según tu voluntad”. El católico o se compromete con Dios, con la Iglesia y vive la
Cruz de Jesucristo o dejará de serlo.

Llegó la hora de dar fe de nuestra esperanza, es hora de inundar con honradez los lugares
donde no la hay. Es el momento de contestar con austeridad a la vida de superficialidad en la
cual estamos inmersos. Es la hora de dar un testimonio más nítido y más claro de Jesucristo

No es que seamos los más buenos, estamos lejos de eso. Esta es la asamblea que cree en la
salvación de Dios, que cree en su gran misericordia y que cree, sobre todo, en el misterio de la
Encarnación de Dios que habita en medio de nosotros y que toca todo lo humano.

La indiferencia frente a lo que acontece no es lo nuestro; la apatía no es lo nuestro; la
desconfianza tampoco. Lo nuestro es mostrar, desde la vida cotidiana, la luz de Cristo. En el
trabajo, en el colegio, en la universidad, en el Estado, en la calle, en el vecindario. La luz de
Cristo que ilumina el camino, que nos hace hermanos, que nos lleva a servir y no a ser
servidos. A amar antes que ser amados, a sufrir antes que robar, mentir o engañar.

Nos invita a ser los últimos, para que después seamos los primeros, pues creemos en la
promesa de Jesucristo. Todo esto nos lo muestra María, cuando dice “ he aquí la sierva del
Señor”. Por eso María se convierte en maestra y fuente de vida, porque en ella vemos
reflejado lo que queremos para nosotros: austeridad, preocupación por el otro, heroísmo y
humanidad.

Hoy suena con fuerza la palabra de María: “hagan lo que Él les diga”. 

¿Y qué sería hoy hacer lo que él les diga?

Primero sería dejar de lado todo atisbo de frivolidad y superficialidad. Hemos sido creados
para la grandeza no para la comodidad.

Para promover con fuerza y ahínco la justicia social. Los pobres no pueden esperar, así como
también motivar con fuerza el respeto a la vida humana, desde el momento de la fecundación
hasta la muerte natural.

Comprometámonos delante de la Santísima Virgen María a decir con fuerza, a tiempo y a
destiempo, que no queremos aborto en Chile; que no queremos eutanasia en Chile. Que
tampoco queremos obstinación terapéutica. Queremos cuidados humanos, una medicina que
cuide.

Promovamos con fuerza la libertad de los padres para educar a sus hijos. Es un derecho y un
deber anterior al Estado. Cuidemos celosamente la libertad religiosa y de culto.
También cuidemos la libertad de emprender y de crear. Porque sin emprendimiento, sin
empresas no hay trabajo y sin ello hay pobreza. 

Así la fiesta será más humana, será más justa, más según el querer de Dios. Hoy nos
corresponde discernir profundamente qué es lo que quiere Jesús que hagamos de nuestra vida
junto a la Virgen del Carmen, patrona y reina de Chile a la que aclamamos sin cesar para que
salve a su pueblo.

Amén.