Viernes 30 de junio de 2023
HOMILÍA MISA FINAL 30 – VI – 2023 - SEMANA TEOLÓGICA PASTORAL
El cristiano, el catequista, sabe que estamos viviendo una historia de salvación, que estamos bajo la alianza con Dios: “Yo estableceré mi alianza con él (con el hijo que de ti nacerá) y con su descendencia como una alianza eterna”, promete Dios a Abrahán. Y el paso de los años y los siglos va empolvando, desdibujando esa promesa. Pero la promesa sigue viva.
Quiero ver al leproso del evangelio cargando con su lepra de la carne, pero también con la lepra del espíritu: trae todas las contaminaciones y deformaciones de los tiempos y de los egoísmos e intereses que quieren manipular a Dios y la alianza. “SI quieres puedes limpiarme”. “Lo quiero, queda purificado”.
Lo primero que un catequista ha de pedir a Dios es que le purifique de todas las inmundicias del orgullo, del interés humano de querer contar con el mayor número, del buscar estar a la moda, etc.
Bien está trabajar por entregar a otros hermanos el gozo del evangelio, pero ese afán de censos y números; ese desanimarse y deprimirse porque hay pocos, o porque son menos… Seremos menos y lo que importa es que seamos más fieles al evangelio.
San Pablo escribe en su carta a los Filipenses: “Dios, según su bondadosa determinación, es quien hace nacer en ustedes los buenos deseos y quien los ayuda a llevarlos a cabo” (Fil 2, 13), y en la
segunda carta a los cristianos de Corinto: “nosotros no somos los dueños de su fe; lo que queremos es colaborar con ustedes, para que tengan alegría, pues ustedes ya están firmes en la fe” (2 Cor 1, 24).”No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor; nosotros nos declaramos simplemente servidores de ustedes por amor a Jesús. Porque el mismo Dios que mandó que la luz brillara en la oscuridad, es el que ha hecho brotar su luz en nuestro corazón, para que podamos iluminar a otros, dándoles a conocer la gloria de Dios que brilla en la cara de Jesucristo” (2 Cor 4, 5- 6). ¿Será cierto que la gloria de Dios brilla en la cara de Jesucristo? ¿Y cuando estuvo en la cruz? ¿Y ahora en su iglesia brilla la gloria de Dios?
Les traigo una mala noticia y una buena:
La mala noticia: la mala noticia es la cruz. Quiten la cruz, no sólo la cruz que es una imagen de la exigencia, del sacrificio de la lucha contra el mal y la tentación. El mundo busca ciencia, tecnología
o economía, otros buscan placer y satisfacciones, y otros quieren experiencia espiritual o místicas extraordinarias. Pobre de mi, pobre catequista: Nosotros tenemos que confesar con san Pablo: yo
no tengo sino a Jesucristo y a este pobre y crucificado. “Nosotros anunciamos a un Mesías crucificado. Esto le resulta ofensivo a los judíos, y a los no judíos les parece una tontería” (1 Cor 1,
22). “El mensaje de la muerte de Cristo en la cruz parece una tontería a los van a predicación” (1 Cor 1, 18).
Había promesas, había esperanza. Ahora, si Jesús era el Mesías, es él se iban a cumplir esas promesas. Y pensaban en un reino y triunfo materiales. Pero Dios escogió el camino del abajamiento, del amor y del perdón, de la muerte en cruz. La catequesis, la predicación de San Pedro: “sepa todo el pueblo de Israel, con toda seguridad, que a este mismo Jesús a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías” (Hech 2, 36). “Vuélvanse a Dios y bautícense cada uno en el nombre de Jesucristo, para que Dios les perdone los pecados, y así él les dará el Espíritu Santo” (Hech 2, 38).
Quiten la cruz y tendrán más adeptos, quiten la cruz y formarán grupos más armoniosos, etc. pero no sean grupos más cristianos.
San Pablo escribe: “estando entre ustedes, no quise saber de otra cosa, sino de Jesucristo y, más estrictamente, de Jesucristo crucificado” (1 Cor 2, 2). “Les he enseñado la misma tradición que yo recibí, a saber, que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, que lo sepultaron y que resucitó al tercer día, también según las Escrituras, y que se apareció a Cefas y luego a los doce” (1 Cor 1, 53).
La buena noticia: Jesucristo, Alfa y Omega, es la clave de todas toda la historia. Acompaña a cada persona para revelarle el amor de Dios (Directorio de Catequesis n° 425)).
“Si alguno quiere gloriarse que se gloríe en el señor” (2 Cor 10, 17), así san Pablo dice: “Yo soy lo que soy porque Dios fue bueno conmigo” (1 Cor 15, 10).
“Con Cristo he sido crucificado, y yo no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí” (Gál 2, 19-20). “Poder colaborar con Jesucristo, además de consolar, serenar y conformar la esperanza, es un motivo de gran alegría, ya que el Señor de todo lo creado escoge como colaboradores a sus criaturas” (DCG n° 425). Le escoge a usted.
San Pablo se despide de los cristianos de Corinto: “Deseo que vivan felices y que busquen la perfección en su vida. Anímense y vivan en armonía y paz, y el Dios del amor y de paz estará con ustedes” (2 Cor 13, 11). Eso les deseo yo al terminar esta Semana Pastoral.
Y vivan y proclamen la alegría del evangelio, el gozo de ser catequistas: “nosotros somos como el olor del incienso que Cristo ofrece a Dios, y que se esparce tanto entre los que se salvan como entre los que se pierden. Para los que se pierden, este incienso resulta un aroma mortal, pero para los que se salvan, es una fragancia que les da vida” (2 oración 2, 15, 16).
Esta semana, tan rica en enseñanzas, les renueve el convencimiento de que Cristo muerto y resucitado y su Espíritu Santo es fuerza y vida nueva. Los catequistas y los cristianos tratamos de acompañar a los otros, hasta Cristo. Ahí nos retiramos, y quedan solos frente a frente, Jesús y la persona fiel. Lo demás es misterio.
Como es misterio de nuestra fe esta misa; ¿para qué la misa, para qué la comunión o la confesión? Preguntas muy dolorosas si vienen de labios de un catequista. Participe en la misa, célebre la confesión, comulgue y será un buen catequista, feliz porque encontrará cumplidas en Jesús todas las promesas y porque se sabrá dentro de la grande y eterna alianza.