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Miércoles 27 de abril de 2022

Extraordinarios - Francisco Mera

Francisco Mera es diácono y junto a su esposa, Cecilia García, son voluntarios de la Pastoral Penitenciaria Femenina, CPF San Joaquín.

Fotos: Nibaldo Pérez

Periodista: Danilo Picart

Fuente: Periódico Encuentro

Link fuente: www.periodicoencuentro.cl

Soy Ingeniero Industrial, actualmente trabajo en una municipalidad, pero mi vida personal siempre ha sido apegada a las actividades de Iglesia, colegios, pastorales. Siempre me ha gustado la liturgia. Recuerdo que recibí la invitación de servir en la cárcel el 2001, gracias a un sacerdote, llamado Antonio Alves. Desde esa fecha, hemos celebrado misas de Navidad, año nuevo y realizamos diferentes actividades pastorales.

Si bien, mis habilidades musicales son bastante básicas, pues toco guitarra, junto a Cecilia Guzmán, mi esposa cantamos en la cárcel y hemos descubierto la misericordia de Dios. El diálogo con las chiquillas es fuerte. Esto me ayudó a vivir la transformación de una fe culposa, a estar más cerca de Dios desde una nueva mirada. Tiempo después, una persona me preguntó si me gustaría entrar a la escuela de diaconado. No le veía mucho sentido, porque no me veía bautizando bebés en el altar, y justamente me explicó que lo que buscaban era que acompañara a las comunidades en el trabajo, en lo social y carcelario. Me enganché y me di cuenta que toda mi vida de fe, en la cárcel, se ha ido centrando en Él, ¡y ahora me encanta bautizar guaguas! Es el sacramento que litúrgicamente más disfruto. 

He ido descubriendo que la evangelización no se trata de llevar a Dios a la cárcel, sino que descubrir junto a ellas, que Dios siempre ha estado ahí. Lo más emotivo de la misa en la cárcel es cuando las chiquillas cantan, porque es un grito que sale de su alma. Un día, la hermana Nelly León, capellana de la cárcel en San Joaquín me pide que preparemos una canción para la visita del Papa. Fue ahí cuando le pedimos a ellas que escribieran frases, las que juntamos para esta canción. Sin embargo, nos faltaba el coro o estrofa emotiva que gritara. En esta dinámica, un amigo me acompañó a una misa y me dijo que me fijara en una frase que es propia de ellas; es casi una jaculatoria que dice: “Señor, gracias por un día más de vida y uno menos de condena”. Esta frase y la canción, fue lo más recordado de su visita a la cárcel, en enero de 2018. Es algo grande, porque lo importante en la liturgia es la comunidad que celebra con Dios. 

Producto de la pandemia, nos reencontramos el 2021 con las internas. Vamos todos los domingo y celebramos cinco celebraciones diarias, turnándonos por patio, haciendo catequesis y almorzando en la cárcel. Juntamos a todas las internas en un patio, con el ruido, con música alrededor. En ese ambiente, una interna me pidió ser catequista de sus compañeras y prontamente un grupo recibirá su certificación de catequistas. Todo esto pasa por escuchar a la comunidad. Por esto, mi invitación es confiar en el Espíritu Santo, que sopla en la comunidad y ser dóciles a su llamado.