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Jueves 31 de marzo de 2022

El aporte de las escuelas católicas a través de la “gramática del diálogo”

El comienzo de las actividades educativas a nivel nacional este 2022, marcado por el regreso a la presencialidad tras el largo encierro causado por la pandemia, no ha sido fácil. Incidentes de violencia entre estudiantes y una difícil convivencia en el aula y en los patios de los establecimientos marcan un escenario que genera preocupación entre los actores del sistema. Los establecimientos de raíz católica han optado por énfasis en la formación integral, en valores y en la espiritualidad para abordar este complejo contexto.

Periodista: Felipe DeRuyt

"A pesar de venir de un lugar que quizá no tenga el mejor nivel socioeconómico, uno pudo salir adelante, sacar su familia adelante”, relata Ignacio Matus, exalumno del liceo José Domingo Cañas, que integra la Red Educacional Santo Tomás de Aquino. Desde un entorno económico en Quilicura que no siempre le facilitó cumplir sus sueños, hoy es un orgulloso alumno de Ingeniería en la Universidad de Chile.

¿Cuál fue uno de sus principales impulsos para obtener estos resultados? Junto a la formación que le entregaron sus profesores, Ignacio reconoce como un elemento decisivo “la pastoral del colegio. Fue un gran factor en mi vida. La pastoral juvenil para mí fue todo, desde chico hasta grande. Me hizo cambiar, hizo cambiar mi forma de ver las cosas, mi forma de pensar. Me cambió la vida”.

Esta capacidad de la educación para dar un nuevo rumbo positivo a la existencia de los jóvenes adquiere mayor impacto cuando no se limita al conocimiento académico, sino que incluye formación en valores y espiritualidad. Se trata de un modelo que genera interés frente a fenómenos como el ocurrido el mes de marzo de este año, cuando el sistema educativo chileno en su conjunto se ha visto enfrentado a difíciles circunstancias desencadenadas junto con el regreso masivo a la presencialidad en el aula.

Así, una serie de incidentes de violencia escolar ocurridos en distintos establecimientos inquietó a padres, docentes y directivos en marzo pasado. De acuerdo con datos de la Superintendencia de Educación, los casos de maltrato físico y psicológico entre alumnos habrían aumentado 22% este año en relación con 2018 y 2019.

¿Qué hacer frente a un escenario como este? Un documento emitido en enero pasado en Roma por la Congregación para la Educación Católica brinda luces en este sentido, al recordar que entre los principios fundamentales de la educación cristiana en las escuelas se cuenta la práctica de una “gramática del diálogo”, adoptada “no como un expediente tecnicista, sino como modalidad profunda de relación” en las comunidades escolares.

De este modo, apunta el texto, la escuela católica se convierte “en una comunidad educativa en la que la persona se exprese y crezca humanamente en un proceso de relación dialógica, interactuando de manera constructiva, ejercitando la tolerancia y comprendiendo los diferentes puntos de vista”.

Asimismo, el Papa Francisco ha insistido en un llamado a mantener presente la necesidad de “humanizar la educación” y que la formación con sello católico debe “hacer crecer la cultura del diálogo”.

En tanto, el documento “Un modelo para la escuela católica. Principios, enfoques y herramientas” elaborado por la Vicaría para la Educación del Arzobispado de Santiago, menciona entre las cuatro dimensiones fundamentales de los procesos formativos en estos establecimientos la “koinonía”, “que tiene su correlato en el hecho de ser comunidad escolar, donde la colaboración y la fraternidad se viven también como experiencias profundamente educativas y necesarias para la vida en sociedad”.

 “Días intensos”

Romina Vásquez, directora del colegio Cristóbal Colón de Conchalí, reconoce que el inicio del año escolar trajo “días bien intensos”. El cambio en las medidas preventivas contra el covid-19, luego de dos años de receso presencial, elevó drásticamente la asistencia a este establecimiento, que cuenta con una población escolar de orígenes diversos. “Siempre decimos que tenemos los ‘tres tercios’: alumnos de familias con menos recursos, de clase media y de clases más acomodadas”, describe.

Este año, la baja adaptación de un número significativo de alumnos que comenzaron su vida escolar de manera virtual y recién ahora se incorporan a un curso presencial ha mostrado consecuencias. “Por ejemplo, hemos tenido algunos ataques de pánico entre escolares”, señala.

Sobre la agresividad entre los estudiantes, Vásquez indica que hasta inicios de marzo no se habían registrado casos. “De alguna manera, impulsamos que todas estas situaciones se resuelvan a través del diálogo”, fundamenta.

Entre las acciones para este año, revela, está el desarrollo de un plan realizado en conjunto con la coordinadora pastoral del establecimiento con el fin de reforzar aún más la incorporación del modelo de escuela católica, para afrontar los desafíos planteados por los escenarios derivados del retorno a la enseñanza presencial.

El modelo educativo católico también constituye una clave para Miguel Muñoz, rector del Liceo Bicentenario Monseñor Luis Arturo Pérez, en Pedro Aguirre Cerda. El directivo recuerda con emoción un momento en el que, durante la oración de inicio de actividades, la encargada de pastoral pidió un minuto de silencio por los fallecidos debido a la pandemia y la invasión a Ucrania. “Y se hizo el silencio. Con 1.600 alumnos de distintas edades. Recorrí las filas y vi el respeto que mantenían”, relata.

La espiritualidad también ha sido un punto central para este liceo. “La pastoral es el corazón de nuestra comunidad e influye en el tema de la convivencia”, explica. “Nos da el impulso a las distintas acciones que se van dando”.

Joaquín Walker, director ejecutivo de Elige Educar y coordinador de Acción Colectiva por la Educación, enfatiza la necesidad de generar una “educación integral” que no solo considera el desarrollo de habilidades fundamentales en lectoescritura y matemáticas, por ejemplo. “También referencia al desarrollo socioemocional, a aprender a convivir con otras personas y desarrollar habilidades relacionadas con la adaptabilidad”, precisa.

“En ese sentido, diría que el desarrollo espiritual en general favorece el desarrollo de habilidades sociales, tanto para el autoconocimiento como la socialización con otros. Hay ahí valores importantes de la educación religiosa, como la empatía, por ejemplo, que es una pieza clave de lo que necesitan la humanidad y el planeta en estos momentos”, enfatiza.