Jueves 3 de febrero de 2022
Panel: Justicia Restaurativa en el Chile de hoy
La Iglesia de Santiago convocó a cinco especialistas para conversar sobre la situación carcelaria en Chile y cómo avanzar en esta materia para víctimas y victimarios, tras conocerse un informe del Instituto de Derechos Humanos que develó las inhumanas condiciones en las que viven los reos en nuestro país
Periodista: Magdalena Álamos y Andrés Labrin
El pasado jueves 20 de enero se realizó el panel de conversación “Doctrina Social de la Iglesia en el Chile de hoy: Justicia Restaurativa”, que reunió a cinco especialistas del tema para aclarar dudas y dialogar en torno a la forma de pensar la justicia, enfocada en la compensación del daño a las víctimas,
hacer responsables a los delincuentes de sus acciones e involucrar a la comunidad en la resolución del conflicto. En palabras del Papa Francisco, se debe propender a una justicia penal que hace “justicia a la víctima, no que ajusticia al agresor”.
La instancia contó con los panelistas Pedro Pacheco, jefe subrogante del Departamento de Reinserción Social Juvenil del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos; Alejandro Gómez, jefe de la Unidad de
Defensa Especializada de la Defensoría Penal Pública; el padre Nicolás Vial, fundador de Paternitas; la hermana Nelly León, fundadora de Espacio Mandela, y Carlos Vöhringer, director nacional técnico del Área de Protección Integral y Apoyo Terapéutico del Hogar de Cristo.
La conversación fue enmarcada en el contexto del quinto estudio del Instituto Nacional de Derechos Humanos sobre esta materia, que brinda señales de las condiciones carcelarias en Chile y demuestra los
actuales problemas de higiene, alimentación y condiciones de vida en los recintos penitenciarios.
El estudio contempló 44 de los 83 centros que existen en el país y reveló que en algunos de ellos los reos pasan hasta 20 horas sin comida. Además, evidenció que los reclusos viven hacinados y en al menos once de estos establecimientos no hay suficientes camas para las personas privadas de libertad. Sumado a ello, 23 cárceles no cuentan con acceso a servicios higiénicos y once presentan serios problemas causados por plagas, entre ellas ratones, pulgas, chinches y palomas.
Finalmente, la publicación da muestra de que al menos el 45% de estos recintos tienen un nivel de ocupación mayor al de su capacidad, con al menos 19 cárceles que superan el 140%, siendo la de Taltal la más crítica. Frente a este cuadro, los integrantes del panel reflexionaron en torno a las siguientes
preguntas: ¿Qué se entiende por justicia restaurativa y cuáles son los desafíos que conlleva? ¿Creen
ustedes que estamos preparados para avanzar en la justicia restaurativa? ¿Cómo sugiere que Chile podría avanzar en esta materia?
Para Alejandro Gómez, “la justicia restaurativa lo que hace es abordar el conflicto que surge de la infracción penal de una manera integral. Pretende restaurar la relación quebrantada. Por lo tanto, tiene mucho sentido lo que afirma el Papa Francisco, que es justicia para la víctima y no ajusticiamiento del infractor”. “Ese es el grave problema de la justicia penal históricamente. Lo único que logra habitualmente es la sanción del infractor y no satisface los intereses y necesidades de las
víctimas”, complementó.
ENCUENTRO NECESARIO
Por su parte, la hermana Nelly, capellana de la Cárcel de Mujeres de San Joaquín, consideró “espectacular que estemos pensando en tener una justicia restaurativa hacia las víctimas, pero yo quiero pararme desde las victimarias y especialmente desde las victimarias víctimas del propio sistema
injusto y poco equitativo que existe en Chile”. En ese plano, planteó enfocarse directamente en la reinserción de personas que son el resultado del contexto de donde vienen, de un mundo de pobreza, nacidas en la delincuencia y que, producto de eso, se transforman en delincuentes.
“Cuando ellas se encuentran con el desafío de que la víctima es ella misma y su familia, especialmente sus hijos, ahí es donde comenzamos a trabajar. Estoy convencida que una vez que una mujer logra restaurar su dignidad y sentirse levantada, va a ser capaz incluso de ir a pedir perdón si tiene visibilizado el rostro de la víctima que dañó”, dijo.
A su turno, Pedro Pacheco planteó otra arista de esta temática, en la que incluyó la posibilidad de alejar a los jóvenes menores de edad del contacto con el sistema penal, que “sabemos que genera daños”. En ese sentido, insistió, “la justicia restaurativa se vuelve una alternativa para que un grupo de la población evite ese paso y para tratar de dar una oportunidad, desde el punto de restaurar los vínculos, sin necesariamente aplicar todos los mecanismos que le impone la ley penal”.
El sacerdote Nicolás Vial compartió muy cercanamente la idea planteada por la hermana Nelly e incluso fundamentó que el sistema penal debe ir un poco más allá, identificando alguna causa psiquiátrica de quien delinque. “Tenemos que ir también por otro lado, que es algo mucho más profundo. Hay que entrar en esa herida que hizo que se delinquiera y que viene desde la desigualdad inaugural, incluso
desde antes que naciera. Hay que ir también derrumbando las brechas de esa estructura social tradicional en la que las personas que están en las cárceles se sienten fuera de esas estructuras”, explicó. “Ahí queda fuera la identidad, quién soy. Incluso en las cárceles casi a nadie lo llaman por su nombre. Entonces, ahí hay que sacar esas cosas que no hacen justicia al otro que es mi compañero social”, añadió.
Este enfoque fue complementado por la hermana Nelly León. “El único encuentro que existe entre una víctima y el victimario es el tribunal. Y la víctima pide más cárcel. Nunca nos ponemos en los zapatos como sociedad civil de por qué ese hombre o mujer llegó a hacer lo que está haciendo”, aseveró. Asimismo, Carlos Vohringer insistió en que “no podemos seguir hablando de delincuentes. Tenemos que buscar lenguajes distintos para hablar de fenómenos sociales complejos, a propósito de lo que le pasa a las víctimas”.
“Las prácticas restaurativas van a promover la responsabilidad, por un lado, reparar el daño, favorecer la pacificación y, sobre todo, la integración social de todos los afectados”, complementó. En cuanto a cómo Chile puede avanzar en esta materia, Alejandro Gómez propone que “si pudiéramos generar algún mecanismo que evite el contacto temprano con la justicia, con los sistemas más duros de control social, ese esfuerzo hay que hacerlo”. “Tenemos experiencias maravillosas que se frenaron con la pandemia, en las que la víctima iba a buscar al adolescente infractor para juntarse en el lugar de mediación. Se
trata de solucionar el conflicto de una manera impensada por el discurso social”, concluyó.
Asimismo para la capellana de la cárcel de mujeres de San Joaquín, un aporte importante
es recuperar el daño como sociedad, de un país herido, “desde el acompañamiento psicoespiritual. Hay que mencionar y considerar que se trata de la restauración del alma, del espíritu tan dañado por la vida que le ha tocado”. Así lo comparte el padre Nicolás Vial.“También podemos avanzar en la línea de
atender y reflotar las experiencias de dolor, aunque a veces no sabemos cómo hacerlo. Entonces se les echa un poquito de tierra encima, pero esas experiencias de dolor van explotando”, recalcó.
Para avanzar como país, Pedro Pacheco sugiere que “visibilicemos que la forma de resolver conflictos en la familia no es judicializar ni aplicar castigo, sino más bien conversar, escuchar”.