Seminarista diocesano recibe el Ministerio de la Palabra

El Rito se administró durante la misa que se desarrolló en la capilla del Seminario Pontificio Mayor de Santiago. En su homilía, monseñor Aós recordó a los presentes la importancia de escuchar y vivir la palabra de Dios: “Para escuchar la palabra de Dios hace falta que sea proclamada, que sea bien proclamada. En el Ministerio del lector no es simplemente ir a una clase de locución para ser un buen locutor o lector, sino que es una responsabilidad con Dios y la comunidad que va a oír la palabra”. 

El obispo, también destacó que la necesidad de preparar la Palabra, ya que el lector no puede llegar a última hora a buscar la lectura que toca hoy: “​​El lector debe estudiar la palabra, meditarla y hacerla suya, no sólo por respeto a la palabra, sino por respeto a la comunidad que debe escuchar y acoger esa palabra como un don”, precisó. 

Al finalizar la misa el seminarista y nuevo ministro del lectorado, Alejandro Bórquez, que se encuentra en su octavo año de formación, manifestó estar muy feliz por ir acercándose cada día más al camino del sacerdocio: “Este es un paso importante que va dando cuenta de una mayor cercanía de la palabra de Dios, un camino constante de mayor, profundización. Ojalá pueda dar testimonio de servicio a mis hermanos para que para ellos también sea palabra de vida, que puede ser acogida con alegría para todos los hombres y mujeres del día de hoy”.

Monseñor Cristián Castro, Rector y formador del Seminario, también compartió la alegría de Alejandro: “Para nosotros como formadores siempre es un momento muy alegre, de mucha satisfacción, porque vemos como los seminaristas van avanzando en su proceso de formación hacia el sacerdocio. En el caso de Alejandro Bórquez que ha recibido el Ministerio del lector, espero que la palabra sea su primer alimento y luego también, transmitir esa palabra de Dios a todas las personas con las cuales va a servir”.

La importancia del Lectorado radica en que sea capaz de transmitir con su vida, con sus obras y con sus acciones un profundo amor a las Sagrada Escritura traducido en la adecuada preparación de las ceremonias litúrgicas, así como en su capacidad por lograr una adecuada participación de los fieles en dichas ceremonias que los lleve a nutrirse de la Palabra para luego encarnarla en su vida diaria.