Miércoles 24 de febrero de 2021
Mensaje de Cuaresma del cardenal Aós para los diáconos
Mensaje del Arzobispo de Santiago a los diáconos de la arquidiócesis de Santiago para este tiempo de Cuaresma
Fuente: Comunicaciones Arzobispado
Estimados hermanos diáconos y familiares:
Algunos pasaron ya las vacaciones, y otros las están terminando; algunos ya se vacunaron y otros esperan para hacerlo… Para comenzar la Cuaresma les envío mi saludo y estas reflexiones.
1.- Mi cuaresma: “¡Miradle a Él”! Era un grito, era una orientación, era un consejo, era un mandato… era una tarea. La cuaresma con el rito de la ceniza, la liturgia con la Palabra abundante y los ritos de Semana Santa, no tienen sentido si no nos llevan a “mirarle a Él”, a Jesús crucificado; en Él se manifiesta el amor y la misericordia: tanto nos ama Dios, tanto me ama… Un Crucifijo es mucho más que una figura. Los diáconos pensamos y programamos para los otros. La cuaresma es también y en primer lugar para nosotros, para usted, diácono, y para sus familiares. ¿Puede reservar cinco minutos todos los días para “mirar” a Jesús Crucificado? Nada más. Observará los resultados…
2.- Mirar con los ojos de Jesús: Jesús iba con los ojos abiertos, y miraba los campos y las aves, y los hombres y las mujeres, los judíos y los paganos, los sanos y los enfermos, los virtuosos y los pecadores. Procure mirar:
a) A los feligreses: Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen sacrificios e anteceden por el bien de todos. Para verlos hay que mirar.
b) Mirar con los ojos de Jesús a su familia: No puede reducirse a un grupo donde reine la cortesía; es más: es iglesia doméstica. Cuánta bondad, cuánta generosidad, cuánta disponibilidad, cuánto esfuerzo por salir adelante y no enredarse en recuerdos y pasar facturas. Descubra y agradezca que la fidelidad de usted se debe a la oración y los sacrificios de sus familiares, y de muchas personas que usted no conoce o ni sospecha que interceden por usted.
c) A los hermanos diáconos y a los presbíteros: El estar más cercanos, el compartir servicios nos puede llevar a relaciones meramente de simpatías humanas, o incluso a envidias, murmuraciones, y hasta calumnias. ¿No le pide Jesús en estos tiempos de turbación y dolor que rece por sus hermanos de diaconado y por el presbiterio? Sin la gracia de Dios seguiremos enredándonos en nuestra mezquindad. Tiempo hermoso para ver cuál es mi aporte y en qué puedo ser más generoso y leal.
d) A los pecadores: Claro que miraremos a los enfermos y necesitados. Especialmente en la cuaresma y mirando a la cruz observamos el “fruto” de nuestros pecados. Llega a matar a Jesucristo el Verbo de la Vida, daña a los demás y les daña ellos. ¿Cómo proclamarles la misericordia de Dios? ¿Cómo trabajar para que sean liberados de sus esclavitudes y maldades, y junto a ellos vayamos construyendo el Reino de Dios? Usted diácono, antes que nada, debe ser testigo de la misericordia: no necesitan de médico los sanos…
3.- Ser yo un san José: muchas veces, leyendo los “Evangelios de la infancia”, nos preguntamos por qué Dios no intervino directa y claramente. Pero Dios actúa a través de eventos y personas. San José era el hombre por medio del cual Dios se ocupó de los comienzos de la historia de la redención. Y tú eres el “San José” hoy, el hombre, el diácono a través del cual Dios quiere ocuparse de la historia de la salvación de tantos hermanos. Salvación espiritual pero también de recurso materiales y de dignidad social. De una lectura superficial de estos relatos de la infancia de Jesús se tiene siempre la impresión de que el mundo está a merced de los fuertes y de los poderosos, pero la “buena noticia” del Evangelio consiste en mostrar cómo, a pesar de la arrogancia y la violencia de los gobernantes terrenales, Dios siempre encuentra un camino para cumplir su plan de salvación. Incluso nuestra vida parece a veces que está en manos de fuerzas superiores, pero el Evangelio nos dice que Dios siempre logra salvar lo que es importante. Si a veces pareciera que Dios no nos ayuda, no significa que nos haya abandonado, sino que confía en nosotros, en lo que podemos planear, inventar, encontrar. Vivamos esta cuaresma como camino de conversión y purificación, de ayuno, oración y fraternidad.
Oremos con humildad y confianza pidiendo el don de la vida y la salud, la unión y la alegría familiar, la justicia y la paz. Así como en el plan de salvación no se puede separar al Hijo de la Madre, así tampoco nosotros podemos dejar fuera de nuestra cuaresma a la Virgen Maria.
Cuando le pedimos “muéstranos a Jesús Fruto bendito de tu vientre” pensamos y pedimos que sea Ella la que nos lo presente en el cielo; que nos lleve a sentir en la vida de cada día, y que nosotros cumplamos el mandamiento “mírenlo a Él”.
Oremos unos por otros, oremos por nuestros feligreses, recen por mí. Yo les encomiendo y bendigo. Paz y Bien.
Celestino Card. Aós OFMCap
+Arzobispo de Santiago