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Artículo

Martes 16 de febrero de 2021

Mensaje de Cuaresma del cardenal Aós para los fieles

Mensaje del Arzobispo de Santiago a los fieles de la arquidiócesis de Santiago para este tiempo de Cuaresma

Fuente: Comunicaciones Arzobispado

“Mientras subía a Jerusalén tomó aparte a los Doce, y en el camino les comentó: ‘Vamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del Hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los maestros de la Ley. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen, pero al tercer día Dios lo resucitará” (Mateo 20, 17-19).

Santiago, lunes 15 de febrero de 2021

Estimados hermanos:

Algunos de ustedes ya vivieron las vacaciones, otros las están viviendo ahora, y otros no han podido salir de vacaciones y se organizan para vivir estos días de modo distinto. A todos la iglesia nos vuelve a convocar: el 17, con el Miércoles de Cenizas, inauguramos la Cuaresma. Si las condiciones sanitarias lo permiten, participe en la celebración en el templo; o si no, podría ir uno de la familia que lleve a casa la ceniza y ahí se la impongan. Al menos participe a través de los medios. Ayúdese utilizando los subsidios que le ofrece la Vicaría de Pastoral. Recibir la ceniza, hacer una oración o lectura más larga de la Palabra de Dios, privarnos de algo en la comida o bebida para entregar el importe a la “Cuaresma en Fraternidad” son gestos que valen lo que vale el amor que allí ponemos. El centro de la cuaresma es Jesucristo que nos ama y nos redime, que muere por nosotros y resucita.

Iremos meditando en la fe, la esperanza y la caridad porque el Papa Francisco nos dice que la cuaresma es tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad. En palabras de los Obispos de Chile:

“La cuaresma nos propone prepararnos para celebrar el acontecimiento central de nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, su misterio pascual. Es un tiempo también de purificación y penitencia por el dolor que hemos causado por nuestras faltas y pecados. Los pastores de la iglesia pedimos una vez más perdón a Dios y a nuestros hermanos y hermanas que han sido abusados, maltratados, excluidos o ignorados por algunos de sus ministros. Una sincera conversión sólo brota de un corazón arrepentido y dispuesto a curar el daño provocado, acompañar al herido en su camino y recomenzar desde Cristo”.

La pasión y muerte de Jesucristo fue una tragedia que desnudó e hizo patente la debilidad del compromiso de muchos de los “suyos”, y que destruyó sus esperanzas. La violencia, el odio, la maldad, la muerte habían vencido. Ni los más piadosos ni los más sabios habrían podido reconstruir aquellos corazones. Dios podía: Jesús resucitó y es fuente de Vida y Resurrección para quienes creemos en Él y tratamos de seguir sus pasos. Nosotros cantamos muchas veces recordando nuestro bautismo que somos “los que caminan por la vida sembrando tu paz y amor, los que traen la esperanza a un mundo cansado de esperar”.

La cuaresma nos lleva a un ejercicio fuerte: ante Jesús Crucificado buscamos culpables, un ¿Quiénes? ¿Por qué?. Siempre hallamos otros a quienes culpar… Por nuestros pecados, por mis pecados. Ante la Cuaresma, ante la crucifixión de hermanos migrantes abandonados o maltratados, ante la comodidad de quienes no se comprometen en la renovación de las estructuras sociales y la defensa de los valores cristianos, ante el egoísmo que se aprovecha de la realidad de la pandemia y del miedo a la enfermedad y la muerte, ante la violencia que no cesa y produce destrucción y dolor y muerte, ante… ¿por qué no buscar culpables? Cierto que hay quienes tienen una responsabilidad más manifiesta y quizás mayor; pero la responsabilidad es de todos. Y la Cuaresma nos invita ¿Qué estás haciendo tú, ¿qué vas a hacer tú?... Incluso en la celebración de los ritos de vía crucis, ceremonias, semana santa etc. Quizás nos veamos impedidos de congregarnos en los templos y capillas. Pero ¿qué va a hacer usted y su familia?

Ser yo un san José: celebramos el “año de san José”. Protector y modelo. Muchas veces, leyendo los “Evangelizo de la infancia”, nos preguntamos por qué Dios no intervino directa y claramente. Pero Dios actúa a través de eventos y personas. San José era el hombre por medio del cual Dios se ocupó de los comienzos de la historia de la redención.

Y tú eres el “san José” hoy, el hombre o la mujer, a través del cual Dios quiere ocuparse de la historia de la salvación de tantos hermanos.

De una lectura superficial de estos relatos de la infancia de Jesús se tiene siempre la impresión de que el mundo está a merced de los fuertes y de los poderosos, pero la “buena noticia” del Evangelio consiste en mostrar cómo, a pesar de la arrogancia y la violencia de los gobernantes terrenales, Dios siempre encuentra un camino para cumplir su plan de salvación. Incluso nuestra vida parece a veces que está en manos de fuerzas superiores, pero el Evangelio nos dice que Dios siempre logra salvar lo que es importante. Si a veces pareciera que Dios no nos ayuda, no significa que nos haya abandonado, sino que confía en nosotros, en lo que podemos planear, inventar, encontrar.

Así como en el plan de salvación no se puede separar al Hijo de la Madre, así tampoco nosotros podemos dejar fuera de nuestra cuaresma a la Virgen Maria. Cuando le pedimos “muéstranos a Jesús Fruto bendito de tu vientre” pensamos y pedimos que sea Ella la que nos lo presente en el cielo; que nos lleve a sentir a Jesús en la vida de cada día, y que nosotros cumplamos el mandamiento “mírenlo a Él”.

Oremos unos por otros, recen por mí. Yo les encomiendo y bendigo. Paz y Bien.

Celestino Card. Aós OFMCap
+Arzobispo de Santiago