Viernes 3 de julio de 2020
Editorial: La caridad es una ‘ventana’ al misterio
Por: Monseñor Cristián Roncagliolo, Obispo Auxiliar y Vicario General del Arzobispado de Santiago.
El Concilio Vaticano II refresca un pensamiento tan antiguo pero, al mismo tiempo, tan nuevo: “El misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (GS 22). En ese contexto, se entiende que la misión irrenunciable de la Iglesia de conducir al Misterio está íntimamente unida a su vocación de buscar el desarrollo humano integral, para que pobres y ricos, alcancen condiciones espirituales y materiales más humanas, es decir, más cristianas.
Esta misión hoy resulta particularmente desafiante, dado que el Pueblo de Dios no puede acceder fácilmente a los sacramentos –naturalmente conducentes al Misterio– y, particularmente, no puede asistir físicamente a la misa y comulgar. Es legítimo preguntarnos: ¿La pandemia y sus implicancias han imposibilitado la misión de la Iglesia de conducirnos al
Misterio?
Antes de responder a esta pregunta, es necesario hacernos cargo de algunos errores comunes entre nosotros, como son las interpretaciones ‘maniqueas’, incapaces de ver integradas las diversas realidades, convencidas que el rostro de la Iglesia es ‘monocorde’: solo solidaridad o solo ritualidad. Para unos ser católico queda recluido en lo social y, por lo mismo, se evidencia una limitación para descubrir en la vida sacramental una ‘ventana’ al
Misterio. Para ese mundo, la ritualidad es asociada erróneamente más a las rúbricas que a un auténtico camino hacia el intimidad de Dios. En casos extremos, la fe se vuelve una mera experiencia sociológica, donde la trascendencia espiritual queda recluida en la irrelevancia. Para otros, en cambio, ser católico implica comprender que la Iglesia anuncia un Misterio tan trascendente que está fuera de la realidad y que no pareciera tocar la vida misma, siendo la caridad una expresión asistencial, pero no una ‘ventana’ real y actual al Misterio de Dios. En este mundo, la solidaridad puede ser vista con sospecha y signada peyorativamente como ‘activismo’. En grados extremos, la fe se vuelve una realidad desencarnada y casi alienante.
Lejos de ambos extremos, es importante recordar la mirada integral que subyace en el cristianismo. Así, la Iglesia conduce al Misterio por la ‘ventana’ de su vida ritual, evidenciada preferentemente en los sacramentos, donde cada uno de ellos está al servicio de una realidad mayor a la que vemos. Y la Iglesia también conduce al Misterio cuando vive la caridad y se vuelca en las obras de misericordia. La opción por los enfermos, por el consuelo a los familiares de los difuntos, las ollas comunes, los comedores, la ayuda fraterna, los voluntariados, la cercanía con los pobres y afligidos revelan cómo el rostro de los necesitados es una ‘ventana’ al Misterio.
En un contexto donde hay un profundo y legítimo dolor entre los católicos por la imposibilidad de acudir fácilmente a los sacramentos, carencia grande e insostenible en
el tiempo, paradojalmente somos provocados a redescubrir y a ‘desempolvar’ caminos tan ‘antiguos’ y tan ‘nuevos’ dados por el Señor para acceder al Misterio. Paradojalmente, en medio de la nostalgia sacramental, aparece una oportunidad para levantar la vista y hurguetear en otras ‘ventanas’ que nos conducen a Dios.
La caridad y los sacramentos son dos caras de una misma realidad y, en este tiempo de
gran tribulación, la experiencia vivida pareciera interpelarnos hacia el futuro, para que cuando volvamos a la normal vida sacramental, haya madurado en nosotros la comprensión de que la caridad también es una ‘ventana’ para ver al Misterio de Dios y una ‘puerta abierta’ para entrar en Él, que no reemplaza la vida sacramental, pero que la complementa. En pocas palabras se cumple lo que dice el Señor en el Evangelio: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt. 25, 40).
Todo lo anterior nos permite responder a la pregunta inicial: La Iglesia de Santiago sigue cumpliendo su misión de conducir al Misterio, y uno de los caminos preferentes que ha ocupado para este fin es fortaleciendo la pastoral de la misericordia, que es una verdadera ‘ventana’ natural y evangélica al Misterio de Dios. Hemos hecho esta propuesta con la certeza de que quienes nos acerquemos a las ‘ventanas’ de la caridad podremos vivir la experiencia del apóstol Tomás: tocando las llagas de nuestros hermanos proclamaremos la auténtica fe en el Señor, diciendo ‘Señor mío y Dios mío’.
No puedo concluir sin recordar que esta ‘ventana’ puede ser una extraordinaria oportunidad apostólica. Por ello hemos animado a hacer este camino de caridad en fraternidad con otros que no son de la Iglesia o que no son cristianos, con la convicción cierta de que la caridad auténtica es una ‘ventana’ al Misterio para cualquier hombre o mujer de buena voluntad.