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Jueves 4 de junio de 2020

Padre Julio Larrondo, un obispo para servir y anunciar a Dios

Estaba tranquilo como párroco, incluso también como vicario de la Zona Sur, su reciente designación. Pero vino la decisión del Papa Francisco: el padre Julio Larrondo Yáñez fue nombrado nuevo Obispo Auxiliar de Santiago. En esta entrevista las primeras impresiones de un “pastor con olor a oveja”.

Fotos: Nibaldo Pérez

Periodista: José Francisco Contreras

Fuente: Periódico Encuentro

Link fuente: www.periodicoencuentro.cl

El padre Julio es el tercero de cuatro hermanos, tres hombres y una mujer. Su mamá, Felisa Isabel, tiene 81 años de edad, “y todos los lunes voy a regalonear con ella un ratito”, dice. Su papá, Luis, está fallecido. Dice que su lema episcopal irá en la línea de su lema sacerdotal: “Estoy crucificado con Cristo, no soy el que vive en mí, es Cristo” (Gal 2, 18).

¿Qué fue lo primero que pensó o sintió al enterarse de la designación suya como obispo auxiliar?

Sorpresa. Con venirme como vicario a la Zona Sur bastaba, me venía a la zona tranquilo. Lo segundo es que me preguntaba por qué yo, porque no soy nada más que un párroco que quiere ser cercano a la gente. Y después, el pensamiento de sentirme muy agradecido del Señor, muy agradecido del Papa. Esto es tan grande que me siento muy pequeño. Si el Señor así lo quiere, me dará su gracia y también me acompañará. En la profunda crisis que ha vivido

la Iglesia se ha hablado de la necesidad de una renovación del clero. ¿Por dónde debería ir un cambio en la formación del clero y en el ejercicio de ese ministerio?

Fui formador del año 2003 al 2005. Un seminario muy distinto al que es hoy día. Se ha ido abriendo una experiencia mucho más amplia. Una de las cosas que debiéramos tener siempre en el ejercicio del ministerio es sentirnos servidores. Siempre me acompaña la imagen del Jueves Santo, cuando Jesús se pone la toalla en la cintura y se pone a los pies de sus discípulos para servirlos. Y después les dice: “Esto que yo he hecho con ustedes, háganlo con los demás”. Eso es fundamental, que todo ministerio que a uno se le regala tiene que estar en la dimensión del   servicio, ayudar, formar un corazón de pastor, cercano al más necesitado. Por ahí creo que tiene que ir la formación del clero; la autoridad como servicio.

La Iglesia tiene que responder hoy al desafío de la gran secularización. ¿Cuál es esa riqueza de la fe que hay que testimoniar con fuerza hoy?

Me alegra mucho lo que me ha tocado vivir este último tiempo en la Zona Sur como vicario. La solidaridad, la cercanía en este tiempo de pandemia. La Iglesia definitivamente ha tenido que hacer lo que nos pedía el Papa, salir hacia los demás. Esa es una actitud que debemos retomar, porque pareciera ser que en un tiempo nos quedamos como dormidos, esperando que la gente viniera. Y la gente dejó de venir. Y nos costó salir, más con todas las dificultades que aparecieron después. Mucho más difícil poder salir. Además, con esta sociedad que se nos presentó, materialista, consumista, con la mezcla de las dudas. Me ha encantado toda esta actitud que ha salido en este tiempo, de salir al encuentro del hermano, no solo ayudarlo con algo material, sino ir para anunciarle la presencia de Dios, de Jesucristo, que viene a animarnos, a acompañarnos, a dar esperanza. Salir para anunciar y también para ayudar a encontrarnos con esta realidad.

¿Qué carismas recibidos ve usted que puede poner al servicio de esta nueva tarea?

Me gusta vivir en relación con otros – y la he fomentado siempre- la comunión, la Iglesia como una casa para acoger a todos. Trabajé siempre para buscar la comunión entre la gente, unidad, fraternidad. Me gusta trabajar en equipo, tener un equipo con el que pensar, tomar decisiones, mirar la comunidad, soñar lo que Dios quiere para esa comunidad; reflexionar y buscar todas las herramientas para poder entregar lo que las comunidades necesitan. Hoy día el Señor me invita también a hacer ese ejercicio de la comunión entre todos. Me voy a integrar a un equipo de obispos de la Asamblea Plenaria y sabemos que hay diferencias -y tiene que haberlas-, pero me gustaría siempre trabajar la comunión y buscar siempre la voluntad de Dios.

¿Cómo vivir desde la fe la realidad actual de la pandemia por el Covid-19?

Lo primero que hay que entender es que, siendo una situación muy dolorosa, tiene que animar con signos de esperanza, que esto no es el fin del mundo, es parte de lo que es nuestra vida y que el Señor también nos acompaña, nos da la fortaleza, la paz. Todas las iniciativas tienen que apuntar a que en Jesucristo nosotros podemos encontrar caminos de esperanza, que nos pueden ayudar a encontrar más seguridad. Y si en algún momento esta enfermedad llega a golpear la puerta de algunos de nosotros, estar preparados, en el sentido de que nada podrá separarnos del amor de Cristo Jesús, a pesar de que a lo mejor podamos vivir la enfermedad y tengamos que vivir también la pascua, será para reencontrarnos con el que es la esperanza y con el que es la Vida Eterna.