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Lunes 30 de marzo de 2020

Arzobispado suma 15 nuevos espacios eclesiales para enfrentar crisis sanitaria y acoger a enfermos y personas en situación de calle

A las cuatro casas de retiro ya ofrecidas a la autoridad la semana pasada, el Arzobispado de Santiago ha sumado dos de sus edificios institucionales (Vicaría Esperanza Joven y Vicaría para la Educación) y trece infraestructuras parroquiales, para colaborar con el Gobierno en la prevención, mitigación y control de la crisis producida por la pandemia del COVID-19.

La infraestructura se encuentra ubicada en el casco histórico de Santiago, lugar crítico por la presencia de numerosas personas en situación de calle, y donde el Ministerio de Desarrollo Social ha pedido especial colaboración en la facilitación de espacios que puedan funcionar 24/7 como albergues y centros de acogida para 20 personas cada uno. 
Los espacios ofrecidos por el Arzobispado, y que la autoridad debe evaluar para su uso con adultos mayores y enfermos crónicos en situación de calle, son los siguientes:
-Edificio Vicaría de la Esperanza Joven
-Edificio Vicaría para la Educación
-Parroquia Santa Lucrecia (Teatro Huemul) 
-Parroquia San Gerardo (Teatro)
-Parroquia San Saturnino (Galpón)
-Parroquia San Andrés (Dependencias)
-Parroquia Santa Sofía (gimnasio y Salón)
-Parroquia Santa Ana (Dependencias)
-Parroquia Perpetuo Socorro (Salas, salón y multicancha) 
-Parroquia Inmaculado Corazón de María (Salón)
-Parroquia San Pablo (Salas)
-Capilla San Felipe de Jesús (Gimnasio y galpón)
-Parroquia Sagrado Corazón de la Alameda (Salas, comedor  y salón techado) 
-Capilla San Francisco de Reggis (Salón)
-Parroquia la Asunción (Templo)
El Arzobispado de Santiago continúa realizando un levantamiento para ofrecer espacios eclesiales adecuados en otras zonas de la arquidiócesis, siempre en diálogo con los párrocos y con las autoridades civiles.  
Hagamos propias las palabras de comunión con que el Santo Padre nos ha exhortado en días recientes: “Al igual que a los discípulos del Evangelio [Mc 4, 34 ss], nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos”.