Jueves 6 de febrero de 2020
Colonias de verano: Buen trato y solidaridad
Las Colonias Urbanas surgen como un proyecto pastoral en los años 70 a nivel nacional, pero implementadas mayormente en la Región Metropolitana...
Fotos: Nibaldo Pérez
Periodista: Bárbara Guerrero
Fuente: Periódico Encuentro
Link fuente: www.iglesiadesantiago.cl
Cuarenta y dos años después, se consolidan como un espacio de buen trato, la solidaridad y los valores cristianos.
Fue en 2013 cuando Catalina Poblete, una adolescente de 14 años, llegó hasta la parroquia La Estampa, en Independencia, para el sacramento de la Confirmación. Durante su preparación se volvió una activa integrante de la comunidad y fue así como se enteró de un proyecto pastoral que le cambiaría la vida a los niños y niñas del barrio. Sin pensarlo se anotó como monitora y salió a la calle a difundir "las colonias", un espacio de recreación, reflexión y formación valórica que tenía como principal objetivo la promoción de los derechos de los niños en un ambiente sano.
De eso ha pasado tiempo. Hoy con 20 años, Catalina es agente pastoral y forma parte del equipo social de la parroquia La Estampa, donde está a cargo de la capacitación de monitores. Se siente orgullosa del camino que forjó y la confianza que han generado en la comunidad. Para reforzar los valores de los niños y niñas y su desarrollo interpersonal, Catalina y el equipo de monitores trabajan en base a un "fondo motivacional". Este verano usaron la película "Intensamente" para ayudarlos a entender y afrontar emociones como la alegría, el miedo, la ira o la tristeza. También han trabajado temáticas relacionadas con los pueblos originarios, acciones de reciclaje y han reforzado la autoestima de los niños a través de personajes que representan héroes. "Siempre trabajamos con un fondo motivacional que se adecua a la edad de cada niño", comenta el padre Andrés Moro, párroco de La Estampa y vicario episcopal para la Educación.
El compromiso de la comunidad de La Estampa
A Catalina no la deja de sorprender el compromiso de los monitores. Está consciente que sin ellos no hay colonias y cree que su dedicación se genera en parte gracias a la horizontalidad de las funciones. "Nosotros les entregamos las herramientas, pero no marcamos jerarquías", dice, eso permite que sean responsables, respetuosos y cumplan su misión exitosamente.
Todas las actividades que aquí se realizan son producto de la autogestión. El financiamiento viene de donaciones, los talleres son impartidos por amigos o voluntarios, las tías de la cocina –que preparan el almuerzo para 200 personas todos los días- lo hacen gratis y sin esperar nada a cambio, incluso los regalonean al final de la jornada con sopaipillas. "Fue un acierto, a los niños les gustan mucho" afirma Catalina.
También salen de paseo. Como este año llegaron 150 niños, de entre tres y doce años, se hace complejo salir con todos al mismo tiempo así que optaron por dividirlos en dos grandes grupos para llevaros a la piscina. "Al principio nos daba miedo, pero nos atrevimos y fue bacán", asegura.
Las colonias se arman entre todos y se refleja el compromiso. El financiamiento viene de aportes y donaciones de comunidades parroquiales, especialmente del sector oriente de la capital. Además, los colonos colaboran pagando dos mil quinientos pesos más un alimento no perecible; aportes que se traducen en tres comidas al día, durante cinco días y el derecho a un paseo, que este año fue a Lampa.
El padre Moro afirma que este compromiso lo asumen como un trabajo de toda la comunidad. "Toda la parroquia está volcada a las colonias urbanas, ya sea participando en forma activa, ayudando o cuidando a los niños", dice.
Y son los mismos 40 monitores que se reúnen todas las noches en las "colonias internas", espacio en el que comparten experiencias, evalúan su día y levantan alertas en caso de detectar casos de vulneración de derechos en los niños y niñas que llegan a La Estampa. La historia de las colonias se remonta a los años 70, cuando la Vicaría de la Solidaridad crea los comedores populares en poblaciones de alta vulnerabilidad. En ellos entregaba raciones de alimentos a niños y niñas que muchas veces no las recibían en sus escuelas.
Es así, como un complemento a esta iniciativa que surge el Programa de Colonias Urbanas inspiradas en las Colonias de Verano del Padre Hurtado, con la diferencia que se estructuran bajo un componente local; se desarrollan dentro de la ciudad, en la misma población y con apoyo de monitores que viven en el mismo barrio. Las colonias urbanas son un espacio seguro para el descanso y la diversión de los niños. En ellas engrandecen su crecimiento personal en la fe aprendiendo a convivir e interactuar con sus pares, participando de entretenidos juegos y talleres, que este año fueron variados. Los colonos tenían la opción de elegir entre teatro, vóleibol, ping pong, artes marciales, fútbol, freestyle, telas y figuras de alambre.
Los monitores son un buen ejemplo
Una investigación realizada por la Universidad Católica y la Vicaría de la Pastoral Social Caritas, demuestra la importancia del rol que cumplen los monitores en la promoción de la asociatividad y el conocimiento de los derechos de los niños, involucrando a los jóvenes en la planificación, organización y realización de sus propias colonias. Según la sicóloga y doctora en Sicología Regina Funk, los monitores tienen un rol protagónico en la formación de ciudadanos y ciudadanas con conciencia social, desde una estructura autogestionada que "facilita el diálogo intergeneracional y los vínculos de solidaridad y colaboración".
La especialista considera que este rol puede, incluso, cambiar la trayectoria de vida de los adolescentes, transformando su fe y fortaleciendo su identidad. Esto se ve reflejado en los resultados del mencionado estudio: "Un 86% mejora sus habilidades sociales, como la amistad y compañerismo, en el entorno educacional y laboral. Un 82% se proyecta vocacionalmente en temas sociales. Un 90% desarrolla habilidades de manejo de grupo, un 81% habilidades reflexivas y un 83% desarrolla habilidades organizativas. Finalmente, un 86% se vuelve más empático, además de un 77% desarrolla mejores vínculos familiares", señala.
"Las y los monitores no solamente ayudan a fortalecer vínculos barriales y el enfoque de derechos, sino que al desarrollar habilidades y cambios en su trayectoria de vida son un ejemplo para las niñas, niños y adolescentes quienes participan de las colonias urbanas", concluye Funk.