Viernes 19 de abril de 2019
Solemne Liturgia de la Pasión del Señor en la catedral
Con el principal templo capitalino, el Administrador Apostólico de Santiago, monseñor Celestino Aós, presidió la Liturgia de la Pasión del Señor y la Adoración de la Cruz, en la tarde de este Viernes Santo.
Fotos: Nibaldo Pérez
Periodista: José Francisco Contreras
Fuente: Comunicaciones Santiago
Link fuente: http://www.iglesiadesantiago.cl/
En la homilía, monseñor Aós habló de la soledad de la Virgen María a su regreso a casa después de la muerte de su Hijo en la cruz, sintiendo el murmullo de la gente refiriéndose a ella como la madre del crucificado. "Ella callaba, vivía el misterio de la fe, no sabía cómo iba a terminar aquello. Lo que sabía es que Jesús no era un delincuente, no era un blasfemo. Lo que sabía es que en Jesús se estaba manifestando el drama del enfrentamiento entre la gracia y la misericordia de Dios y el pecado de los hombres. La muerte de Jesús no fue solamente el error de un grupo. Cristo murió por nuestros pecados, por los de usted y por los míos y por los de toda la humanidad. Y ella lo sabía", afirmó el pastor.
Luego, ante la realidad de los pecados de la sociedad y de la misma Iglesia, se preguntó si acaso la muerte de Jesús fue en vano y su sangre derramada no sirve para nada. Y respondió señalando que "nosotros estamos aquí porque su misericordia, su amor, su gracia, se ha manifestado y, movidos por el Espíritu Santo, nosotros decimos: 'Sí, yo quiero que él reine en mi vida, yo quiero que él sea el Señor', y él es nuestra esperanza".
Más adelante, el obispo llamó a que "hagamos de nuestros gestos un acto de amor, un acto de fe, porque ese Cristo que muere, muere por nuestro amor. Tanto nos ama Dios a usted y a mí, que nos entrega a su propio Hijo, para que tengamos vida y vida en abundancia, para que el pecado sea derrotado, para que podamos celebrar el gozo de la Pascua cantando el Aleluia, porque el pecado no va a tener la última palabra, porque el amor será mucho más fuerte que el odio y que la muerte".
Terminada la homilía, el obispo, los sacerdotes, diáconos y seminaristas se acercaron uno por uno ante la imagen de la cruz de Jesucristo para adorarle con la genuflexión y besar sus pies, en un signo de amor al Hijo de Dios. Al final de la liturgia los fieles también pudieron expresar este gesto.
Durante este encuentro de oración y reflexión tuvo lugar la solemne Oración Universal de este Viernes Santo, para pedir por la Iglesia y por todo el mundo. Enseguida a pesar que este viernes no se celebra la misa, se distribuyó la comunión a los fieles con las hostias consagradas en días anteriores.