Jueves 2 de noviembre de 2017
Refugiados sirios en Chile: “Dios siempre estará con nosotros”
Bolik y Mariette junto a sus dos hijos, Cherbel de 6 y Natalie de 11, son una de las 14 familias sirias que llegaron a nuestro país el pasado 12 de octubre en calidad de refugiados y que buscan una nueva vida. Conversamos con ellos, conocimos su difícil historia y nos comentaron cómo se han sentido en Chile, a semanas de su llegada.
Periodista: Francisco Morón M.
Fuente: Periódico Encuentro
Link fuente: http://www.periodicoencuentro.cl/noviembre2017
“Con mi esposa nos conocimos en la Iglesia en Alepo. Ella se fue cuatro años del país y yo la extrañé mucho durante ese tiempo. Cuando regresó hablamos son su familia para pedir su mano. Después de un tiempo fuimos a la iglesia y nos casamos. Hoy llevamos 13 años de matrimonio y tenemos dos hijos, Cherbel de 6 y Natalie de 11”, nos cuenta el dueño de casa, Bolik Aibijian, quien en Siria, antes del conflicto, trabajaba en una empresa de muebles. La familia nos comienza a relatar los duros momentos que pasaron producto de la guerra civil que azota a su país. “Estuvimos en Alepo hasta el año 2014, la situación era muy difícil. Vivíamos en un sector muy peligroso, por eso un día decidimos arrancar hacia El Líbano, por nuestros niños que tenían mucho miedo, sobre todo por el ruido de las bombas. Siempre teníamos una mochila con las cosas básicas lista para arrancar, estábamos esperando el momento, hasta que un día no escuchamos ruido de bombas y tomamos la decisión de correr y arrancar. Charbel (el hijo más pequeño), cuando tenía dos años estaba comenzando a decir palabras que no eran acorde a su edad, como bomba, guerra, muerte, etcétera, y también estaba tomando una actitud más violenta. Al ver todo lo que ocurría en su entorno, pensaba que era todo normal, pero no, por eso también tomamos la decisión de irnos”, relata emocionado Bolik. Su esposa, Mariatte, agrega que “en Siria teníamos muchos amigos en la iglesia, en el barrio y en la familia. Además, mi esposo tenía un muy buen trabajo antes de la guerra. Por todas estas razones, más la violencia, para nosotros fue muy difícil tener que dejar todo atrás, arrancar y comenzar todo nuevamente. Todo esto es por los niños, por la familia”, comentó. Tras arrancar de Siria esta familia, al igual que la gran mayoría de sus compatriotas, llegó a El Líbano. Allí intentaron rehacer su vida, pero fue muy complicado.
A pesar de no convivir con la violencia a diario como en su país, tuvieron que enfrentar otros problemas que relata Bolik: “Los primeros tres meses en El Líbano fueron buenos, nos quedamos con familiares de Mariette, pero después nos tuvimos que ir. Vivimos en una pieza los 4, no teníamos cocina ni baño, era muy difícil la situación hasta que encontré un trabajo, pero la gente libanés era muy difícil y dura con nosotros los sirios, nos trataban muy mal. El gobierno no permitía que nosotros trabajáramos y me quitaron mis documentos. Los últimos tres meses en El Líbano fueron muy difíciles y se nos pasó por la cabeza volver a Siria. Pero Dios siempre está con nosotros y se abre esta posibilidad de llegar a Chile y la tranquilidad vuelve a nosotros”.
Chile una nueva esperanza para las familias sirias
El proceso lo llevaron cabo el Departamento de Extranjería y Migración del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, La Agencia para los Refugiados de las Naciones Unidas, ACNUR y la Vicaria de Pastoral Social Caritas del Arzobispado de Santiago. Consistió en viajar a El Líbano en el mes de agosto para conocer y entrevistar a las familias, 15 de ellas quedaron seleccionadas. Finalmente 14 llegaron a nuestro país, bajo la calidad de refugiados, entre ellos “Los Aibijian”.
“La decisión más difícil que hemos tenido que tomar en nuestras vidas es salir de Siria, cuando nos tuvimos que ir a El Líbano y cuando nos vinimos a Chile, un país donde todo es distinto, comenzando por el idioma. Fue muy extraño y fuerte el viaje hacia Chile. El 70% de nuestros pensamientos estaban en El Líbano y Siria con nuestras familias, amigos, recuerdos, etcétera, y el otro 30% estaba en Chile, cómo sería nuestra vida tan lejos de casa, cómo nos adaptaríamos, cómo nos recibirían. Pero al llegar a este país y ver toda la gente que nos estaba esperando, quedamos muy tranquilos. Fue algo muy cómodo para nosotros, sentimos paz y tranquilidad al bajarnos del avión, algo muy bueno que no sentíamos hace muchos años”, relata emocionada esta familia.
¿Conocían algo de nuestro país antes de saber que vendrían?
Cuando vivíamos en Siria, antes de la guerra, teníamos unos vecinos que eran doctores, que se vinieron a vivir a Chile, por eso sabíamos un poco de Chile. Además, investigamos por internet sobre el país. Nos parece un excelente lugar.
¿Cómo se han sentido desde su llegada?
Este es un país muy tranquilo, muy bueno, la gente ha sido muy amable con nosotros, siempre nos quieren ayudar en todo, desde ir a comprar a otras cosas más domésticas. El chileno se ha mostrado muy solidario, estamos muy felices de estar aquí, felices y tranquilos. Ver a nuestra familia en paz, es lo mejor. Nuestros niños volvieron a sonreír aunque a ratos extrañan a sus amigos.
¿Cómo se ven en un tiempo más?
Lo más importante para nosotros es aprender el idioma y trabajar. Nos encantaría hacer un restaurante de comida árabe aquí y mostrar nuestra cultura. Para nuestros hijos es muy importante que entren a la escuela y así puedan mejorar su futuro.
¿Qué mensaje le envían a los chilenos?
Estamos muy agradecidos de ustedes por todo el trabajo que han hecho para poder traer a nuestra familia y por lo que hacen día a día por nosotros. Además, siempre hemos sentido el apoyo, la fuerza y la fe de la Iglesia, desde que estábamos en Siria hasta ahora que estamos aquí. Dios siempre ha estado y estará con nosotros.
¿Saben que el Papa Francisco estará en Chile en el mes de enero?
Sí, nos encantaría poder estar junto a él, su mensaje es muy potente. Antes de enero esperamos poder aprender español para poder hablar con él sin un traductor de por medio, cuenta expectante y entre risas la familia siria
Cardenal Ricardo Ezzati, Arzobispo de Santiago.
“Me alegro inmensamente que Chile se manifieste una vez más como un país abierto, solidario y acogedor. Sin duda alguna, la lengua nos separa en alguna medida, pero me he dado cuenta, saludando a la gente, que hay un idioma común; los niños sonreían y respondían a nuestras sonrisas. Espero que el trabajo de la Vicaría Pastoral Social Caritas, que ha recibido este encargo de parte Chile, lo pueda desarrollar como lo ha hecho en el pasado con otros refugiados”.
Antonio Olmos, Voluntario Zona Oriente.
“Estuve acogiendo a una familia de sirios en la calle Premio Nobel, fue una hermosa experiencia de recibir a gente que viene de muy lejos, venían súper cansados y afortunadamente había una intérprete que nos ayudó a dialogar y a presentarles lo que sería su nueva casa, mostrarles algo de lo que les teníamos preparado. El cariño, el amor que teníamos para recibirlos superó la barrera idiomática. Me quedan ganas de volver a verlos y acompañarlos en este proceso”.
Ana Luisa Muñoz, Encargada del Programa de Refugio de la Vicaria de Pastoral Social Caritas.
“Acompañar a estas familias es un gran desafío, estamos hablando de sobrevivientes de guerra, quienes por salvar sus vidas y la de sus hijos, han vivido años de vulneración a sus derechos fundamentales. Para ellos, venir a Chile es la oportunidad de rehacer sus vidas y a nosotros nos toca acompañar este proceso que está lleno de dolores y esperanzas. De esa esperanza que se necesita, como nos dice el Santo Padre, para poder “acompañar el viaje” un viaje que es de dos. Para la Iglesia de Santiago también es una oportunidad de poner al servicio del país un “saber hacer”, que ha adquirido con años de trabajo y servicio de muchos hombres y mujeres que día a día participan en la construcción de una sociedad más justa, fraterna y más cercana al proyecto que Cristo nos propone”.
Hala Saad, Interprete siria para los refugiados que vive hace un año en Chile.
“Cuando llegué a Chile mucha gente me ayudó y ahora siento que es mi turno para ayudar a otros, en este caso mis compatriotas. El trabajo que estoy haciendo es un honor para mí, ayudarlos en todo lo que ellos necesitan. Ellos son mi gente, por eso estoy muy feliz y contenta. Yo sé por lo que están pasando al llegar a un país diferente porque lo viví hace un año atrás cuando con mi familia arrancamos de la guerra”.