Jueves 26 de octubre de 2017
En Santiago se celebrará al Señor de los Milagros, la más tradicional fiesta del Perú
Como ya es tradicional, el centro de Santiago acogerá nuevamente la procesión del Señor de los Milagros. Una fiesta que nació en Perú, y que hoy se ha extendido por todo el mundo.
Periodista: Natalia Castro
Fuente: Comunicaciones Santiago
Link fuente: http://www.iglesiadesantiago.cl
En tanto, el domingo 29 de octubre, la fiesta comenzará a las 12 horas con la Eucaristía presidida por el Arzobispo de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati y con la tradicional procesión hasta la parroquia Latinoamericana ubicada en Avenida Bustamante180.
Durante la peregrinación habrá bailes y distintas expresiones artísticas y culturales para celebrar al Cristo Morado, cuya festividad se ha transformado en una de las más importantes expresiones de religiosidad popular extranjera y adoptada por nuestro país.
Historia del Señor de los Milagros
En el siglo XVII llega al Perú, desde Angola, África, el moreno Benito, quien trabajaba como esclavo en un rancho de Pachacamilla. Una epidemia de fiebre amarilla asoló al Perú y Benito se dedica atender a los enfermos y dar sepultura a los muertos, sin embargo, milagrosamente él sobrevivió a esta desgracia. Reconociendo este hecho milagroso y los grandes méritos de Benito, su amo lo dejó en libertad. Ya en libertad, sin saber nada del arte, pintó una imagen de Jesús crucificado en la pared de su habitación. Testigos declararon que mientras Benito pintaba, se veía en su habitación resplandores sobrenaturales y se escuchaba una música celestial. Después de un tiempo, unos arcabuceros decidieron investigar estos fenómenos y así hallaron la imagen terminada y a Benito muerto con su cuerpo incorrupto.
Este suceso despertó un natural interés popular sobre la imagen pintada en aquella pared. Su fama se extendió rápidamente en aquel lugar, la que se acrecentó enormemente cuando el 13 de noviembre de 1655, un espantoso terremoto asoló la ciudad de Lima, que redujo a escombros a casi todas las construcciones, incluyendo el modesto cuarto de adobe del barrio de Pachacamilla, menos la pared dónde Benito había pintado a la sagrada imagen, que permaneció intacta.
Este hecho originó el inicio del culto y la devoción al Señor crucificado, la cual se vio oscurecida por diversos desordenes y actos paganos. Ante esto, las autoridades decidieron borrar la imagen de Cristo crucificado, pero cuando el obrero encargado empezó a subir la escalera para borrar la imagen, sufrió una fuerte convulsión, que lo echó a tierra desmayado. Otro hombre, que pretendía seguir con el trabajo, quedó con el brazo paralizado y el tercer hombre que se atrevió a intentarlo, cuando estaba a pocos metros de la imagen, vio como esta cambió de colores y se iluminó, quedando aterrado. Las autoridades se atemorizaron al punto de revocar la orden.
Con todo lo sucedido, los devotos acordaron edificar una modesta capilla, dejando allí la imagen con el nombre de El Señor de los Milagros.
El 28 de octubre de 1687, un maremoto destruyó el puerto del Callao, incluyendo a la pequeña capilla, excepto el altar mayor, quedando nuevamente en pie el Señor crucificado. Un violento terremoto sacudió nuevamente a la ciudad de Lima el 28 de octubre de 1746, derribando la reedificada capilla y el monasterio, pero la imagen milagrosamente quedó sin daño alguno. Este hecho provocó un fuerte incremento del culto al Señor de los Milagros, incluyendo a limeños de todas las razas y niveles sociales. Ante esto, intervino el Virrey Amat y Juniet, quien ordenó construir un nuevo templo para la imagen e hizo pintar en ella al Padre Eterno y al Espíritu Santo y de ésta forma se hizo posteriormente una réplica de la sagrada imagen en un lienzo, la que se saca en procesión cada año. En el reverso del Señor de los Milagros va Nuestra Señora de la Nube, advocación de la Virgen, que se apareció en Quito en 1696, en honor a la fundadora del Monasterio de las Nazarenas, quien era ecuatoriana.
Estos portentosos hechos recogidos por la tradición y la historia, unidos a la perseverancia de los creyentes que anualmente siguen en procesión al Señor de los Milagros, cargado en sus veneradas andas, han hecho de esta devoción una de las más grandes manifestaciones de la fe católica.