Lunes 23 de octubre de 2017
Diáconos mayores vivieron un día de retiro
Reunidos en la Casa San Francisco Javier, los diáconos permanentes de Santiago junto a sus esposas, compartieron el sábado 21 de octubre para meditar sobre el llamado que el Señor les hace hoy.
Fotos: Jorge Salomón
Periodista: Marcela Maldonado
La jornada comenzó pasadas las ocho de la mañana compartiendo juntos el desayuno, para luego comenzar con el programa del encuentro que en esta oportunidad tuvo por lema "Transformados por el espíritu para servir".
Durante la mañana el cardenal Ricardo Ezzati se hizo presente en la actividad para saludar y acompañar a los diáconos. El padre Ignacio Muñoz fue el encargado de guiar el retiro, invitando a los participantes a darse un tiempo para escuchar lo que el Señor quiere decir a cada uno.
“Esta mañana queremos que junto al Espíritu Santo podamos redescubrir la belleza y alegría de ser cristianos, sobre todo queremos que este sea un retiro para alegrarnos de ser cristianos. Hemos venido a conocer más a Jesucristo, para transmitirlo a los demás y para vivir mejor el servicio que realizamos”, dijo el padre Ignacio al dar la bienvenida.
El retiro contempló distintas meditaciones que fueron iluminadas por textos bíblicos que ayudaron a los diáconos a profundizar en el llamado del Señor.
Sirviendo en las fronteras
José Luis Urra fue ordenado diácono permanente en 1983, desde entonces ha estado asignado al Hospital Luis Calvo Mackenna. Este hecho, dice, “ha sido el mejor regalo que he tenido como ser humano”. Estar en el hospital ha sido para José Luis “una oportunidad de servir a los más indefensos, los niños” y ser testigo del dolor de las mamás ante la pérdida y sufrimiento de sus hijos.
Tras terminar su formación en la Escuela del Diaconado, José estudió y hoy es sicólogo clínico. “Dios me enseñó, me guió y después me preparó para este servicio, me pidió dar ese paso para poder ayudar en el estrés, en las depresiones de los padres, porque no es fácil levantar a una madre cuando tiene a un hijo enfermo. Para mí esta labor ha significado crecer, madurar, porque me ayuda a ver la vida distinta, con más profundidad”, dice José Luis. Hoy le pide al Señor que le de la lucidez y humildad para servir como el primer día, “aquí estoy para hacer tu voluntad”, concluye.
Francisco Calvo es ingeniero, pero es más conocido como el diácono de La Vega, su servicio es acompañar espiritualmente a los locatarios y guardias del mercado de abastos Tirso de Molina, también a los de la Pérgola de Santa María.
“Nunca me imaginé llegar aquí en La Vega, aquí partimos celebrando la misa en la noche, luego empezamos a sacar a la gente de la calle, le enseñamos a cartonear, porque en la calle la gente pierde el sentido de la vida. Cuando cartonean bien le regalamos un triciclo y eso les cambia la vida. Así hemos podido ir rescatando a las personas”, dice Francisco.
Al igual que José Luis, fue ordenado en 1983. Por esa época, trabajando en el entonces Banco Santiago, se juntó con un amigo y comenzaron a organizar pastorales en distintos lugres de trabajo y les fue muy bien. Fue monseñor Carlos Oviedo quien le habló por primera vez del diaconado permanente, en una conversación. El arzobispo le señaló que podría ser un muy buen diácono para la Iglesia y así comenzó su a profundizar en este llamado.
Abrirse camino en La Vega, no ha sido fácil, ha tenido que convivir con el narcotráfico, la violencia, los insultos y también indiferencia, pero no se desanima, sigue adelante con el apoyo de su esposa, a quien define como su coordinadora pastoral, ella lo acompaña en su vocación y también sus 7 hijos.
Sobre su experiencia en La Vega dice que es estar en la frontera. “El mundo de la noche es bravo, pero estoy feliz, solo le pediría al Señor fortaleza y sabiduría, que me siga mostrando el camino”.