Domingo 4 de junio de 2017
Pentecostés: Que el Espíritu Santo traiga la paz
El domingo 4 de junio al medio día, la Iglesia de Santiago celebró la llegada del Espíritu Santo en la tradicional fiesta de Pentecostés. En la Catedral metropolitana, el cardenal Ricardo Ezzati presidió la Eucaristía junto a cientos de fieles.
Fotos: Héctor Landskrom
Periodista: Lorena Martino
Fuente: Comunicaciones Santiago
Link fuente: http://www.iglesiadesantiago.cl
Fiesta del quincuagésimo día después del Domingo de Pascua de Resurrección, que pone fin al tiempo pascual y que configura la culminación solemne de la misma Pascua.
"Los Héchos de los Apóstoles recalcan lo que el Espíritu realiza en la historia de la humanidad y en la historia de la comunidad de la Iglesia. Los discípulos reunidos en el cenáculo, llenos de miedo porque los judíos habían matado a Jesús, reciben el Don del Espíritu, el que realiza un primer milagro: se nos dice que la venida del Espíritu Santo hace escuchar a la gente de Jerusalén hablar en diversas lenguas", con estas palabras, el Arzobispo de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati, comenzó su homilía.
Continuó hablando a la asamblea: "El Espíritu nos invita a ser hermanos, a hablar un lenguaje común, un lenguaje que todos entienden, más allá de que se expresen de formas diversas. Ese lenguaje, es el lenguaje de Dios. Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo, nos viene a recordar a nuestra historia, que el único camino para vivir en la comunión, es vivir de acuerdo a lo que Dios ha puesto en nuestro corazón".
En su mensaje, también recordó las guerras en el mundo hoy: "Cuando miramos la historia de nuestros días, tan abatida y golpeada por guerras insensatas, por odios, divisiones, falta de solidaridad, falta de perdón, podemos confesar que, de verdad, solamente el amor que viene de Dios puede superar todos estos males. Hemos recibido Dones del Espíritu para compartirlos con todos".
Finalizó: "Queremos pedir que el Espíritu venga a nuestro mundo, llegue a la faz de la tierra y que convenza a todos los hombres, que solamente siguiendo su enseñanza, podremos vivir en paz. Le pedimos también que venga a la Iglesia, que permanezca con nosotros y nos de la audacia de la fe, que nos de la audacia de creernos un soplo cuerpo, animado por el Espíritu, pidámosle que venga al corazón de cada uno de nosotros".