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Artículo

Jueves 7 de enero de 2021

“He visto una Iglesia que se siente comunidad con los necesitados”

En esta entrevista, el arzobispo de Santiago da luces de cómo será la pastoral para el 2021 a partir de los hechos que marcaron el año recién pasado. También el religioso capuchino afirma que son los santos los que construirán la sociedad de la verdad.

Fotos: Nibaldo Pérez

Periodista: José Francisco Contreras

Fuente: Periódico Encuentro

Link fuente: www.periodicoencuentro.cl

Después del convulsionado 2020, ¿cómo ve este nuevo año? ¿Qué esperanza tiene, desde la fe, en lo que viene?

He visto los campos en invierno, y todo está seco y parece muerto. Pero la vida va por dentro y al evaluar nuestro 2020 debemos escribir las dos columnas: la del deber y la del haber. La semilla que nace encuentra oposición y debe esforzarse para seguir: habíamos visto una preocupación mayor por los más débiles, los ancianos, los niños, los abandonados y enfermos, etc. No es fácil la civilización de la vida y la dignidad: ni el aborto, ni la eutanasia, ni la preocupación insolidaria por el disfrute, ni la violencia son caminos para construir ese Chile nuevo y mejor que anhelamos. Y es tarea a la que todos debemos colaborar. El “sentido de Iglesia “no se muere por la imposibilidad de celebrar juntos algunos ritos y ceremonias; ¿qué sería de los cristianos perseguidos, encarcelados o de los que viven en zonas alejadas de nuestra cordillera? Vivir en la ciudad lleva a creer que todo tiene que ser así: aquí tengo una iglesia y un horario, allí la otra y otro horario, elijo. He visto una Iglesia que se siente comunidad con los necesitados y abre sus recintos a los que quedan en la calle o a los que estaban enfermos, que visita y asiste a los enfermos y moribundos, que ofrece colaboración de lo poco que puede tener, que reza en familia o que a través de los medios se conecta para rezar con otros hermanos. No soy profeta ni adivino, pero sé que en las circunstancias que sean el amor buscará modos de expresarse, la vida brotará; a nosotros nos tocará ser protagonistas del cuidado y de la innovación si es preciso. Lo único cierto es que quejándose o criticando a los demás poco se logra; sean bienvenidas las críticas constructivas y los aportes.

¿Qué cambios debe haber en la pastoral para atender a los que se mantienen fieles y a los que empiezan a reducir su participación en la Iglesia?

Quiero entender bien la pregunta: mantenerse fiel no significa anclarse en el pasado, o volver a “lo de antes”. La fidelidad es riqueza del pasado, lucidez en el presente y empeño para el futuro. Ser fiel hoy es buscar la voluntad de Dios en las circunstancias que vivimos y tratar de cumplirla. Creo que todo cristiano debe apoyarse en tres puntos: la formación o estudio, la acción o compromiso, la oración o celebración. Puede ser que en un momento alguien constate que uno de esos puntos se le está debilitando. ¡Hay que ejercitarse! La pastoral en lo personal requiere esa cercanía para escuchar y atender a esa debilidad. Y, además, surgen desafíos nuevos: tantos que han perdido un ser querido familiar o amigo, que se han quedado sin trabajo, que se han visto superados por los nervios y se han hecho daño en la convivencia tan larga. Probablemente en el 2021 vamos a tener que trabajar y servir mucho más este aspecto que el mantener planificaciones, esquemas, etc. Será hermoso constatar cómo el Espíritu Santo nos asiste para que cada cristiano tome conciencia de su dignidad y de la alegría de tener fe y vivir el Evangelio: los laicos como laicos, los presbíteros como presbíteros, etc. Participar en la Iglesia es precisamente eso, sentirse miembro de ella con sus luces y sombras, con los desafíos, etc. No confundamos la menor participación con la participación de otros modos: por ejemplo ¿cuántos papás y mamás no han tomado conciencia de su ser catequista? ¿Cuántos no han visto que deben rezar no sólo por ellos sino por el vecino que está de luto? Son formas de participar en la Iglesia, que es hermosa y nos ofrece medios y ejemplos para que nos desarrollemos como personas y personas buenas, buenos cristianos y buenos ciudadanos: soy yo quien está en la mediocridad o en la debilidad y la muerte moral cuando debiera y podría estar en la bondad y en la santidad. ¿Qué le impide a usted ser bueno y santo?

A poco más de un mes de haber sido creado cardenal, ¿qué comentarios le merece este hecho?

Siento que Dios a través del Papa me está hablando a mí personalmente; pero siento que en mi nombramiento hay también una palabra para la Iglesia y la jerarquía chilena: una palabra de aliento en la tarea que llevamos a cabo y una palabra de ánimo frente al futuro, que siempre será de gracia y misericordia. Podemos aprender a ser más hermanos, a amarnos y servirnos unos a otros, a dejar de estar unos contra otros. “No estoy preparado”, es la excusa de muchos cristianos a la hora que se les pide un servicio. Ahora es una buena ocasión para prepararse, para la formación de los laicos, para la renovación de los sacerdotes. He experimentado la grandeza y universalidad de la Iglesia: desde tan distintos y distantes países y culturas y situaciones, todos unidos ante ese Jesús que nació niño en Belén y murió crucificado y que vive: la Iglesia es el testimonio.

No basta colgarse la etiqueta de católico

¿Cómo fueron sus contactos directos con el Papa?

Fueron contactos cordiales, sinceros, de diálogo y escucha mutua. Me impresiona la fuerza para trabajar tan duro y para llevar sobre sus hombros la preocupación por todas las Iglesias. Me impresiona su interés -que no es curiosidad vana o malsana- acerca de nuestra vida eclesial, con nuestras virtudes, con nuestros proyectos, con nuestros anhelos de poner en el centro a Jesucristo y vivir la alegría de su Evangelio.

Como nuevo miembro de la Pontificia Comisión para América Latina, ¿cómo valora el aporte a la fe cristiana de los países de esta región?

¿Qué serían nuestros países, nuestra cultura, sin la fe cristiana? Ya lo sabemos y reconocemos que no siempre nuestros hermanos y hermanas en la fe actuaron del modo más evangélico –a veces frontalmente antievangélico-. Pero ¿quién puede arrancar tantas páginas de santidad, de labor social, de trabajo intenso y sacrificado en los campos y en las fábricas, en los hogares o en los hospitales, de búsqueda por la justicia y apoyo a los más débiles etc.? Encontrarse con la pregunta del padre Hurtado ¿es Chile un país católico? Nos puede enzarzar en disputas si no colocamos bien los términos, pero la pregunta es para todos: ¿Es usted católico? ¿Es usted un buen católico? No vivimos horas para mediocres. Y no basta colgarse la etiqueta de “católico” si no se piensa, se siente y actúa como Jesucristo. Los buenos, los santos van a construir la sociedad de la verdad, de la justicia, del respeto y la dignidad, del apoyo al niño no nacido y su madre y del consuelo y compañía del anciano que sufre hasta su partida. Un Chile donde viviremos mejor porque tendremos la certeza de ser respetados, ayudados, queridos.

Link al periódico: página 7.