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Jueves 2 de julio de 2020
Acompañamiento en el duelo, el mensaje que Cristo nos deja con su resurrección
Cuando una persona pierde a un ser querido, necesita apoyo y palabras de aliento que la ayuden a seguir con su vida. Contar con el apoyo de un acompañante en el duelo es fundamental para entender el mensaje que el Señor nos dejó con su resurrección. En esta nota conversamos con especialistas en acompañamiento de la Delegación para la Pastoral Familiar, quienes nos dan pistas para iluminar esta realidad pastoral.
Por: Bárbara Guerrero C.
El duelo es una experiencia individual de dolor que se vive ante una pérdida. Ningún individuo siente lo mismo, sin embargo hoy más de cinco mil personas están atravesando por una de las experiencias más trágicas, desoladoras y dolorosas que puede enfrentar un ser humano, la muerte de un ser querido a causa del Covid-19.
Durante los últimos meses hemos visto cómo en el mundo este virus ha arrebatado la vida de millones de personas. Al cierre de esta edición, en Chile ya son más de cinco mil las personas fallecidas. El Covid-19 es una enfermedad nueva, desconocida, que aún no tiene cura y solo se ha podido controlar con medidas de higiene, distanciamiento social y estrictos protocolos, que deben ser respetados, especialmente a la hora de atender los decesos.
Son muchas las familias que están enfrentando esta difícil prueba y hoy más que nunca, necesitan un mensaje fraterno que los ayude a continuar con sus vidas. Contar con la ayuda de una persona experta se hace fundamental y es un trabajo del que hace siete años el Arzobispado de Santiago, a través de su Delegación para la Pastoral Familiar, se hace cargo desarrollando un curso que tiene como principal objetivo formar acompañantes en el duelo, a los que capacita con herramientas de la psicología y también la espiritualidad cristiana.
Herramientas para acompañar
Durante los últimos meses hemos visto cómo en el mundo este virus ha arrebatado la vida de millones de personas. Al cierre de esta edición, en Chile ya son más de cinco mil las personas fallecidas. El Covid-19 es una enfermedad nueva, desconocida, que aún no tiene cura y solo se ha podido controlar con medidas de higiene, distanciamiento social y estrictos protocolos, que deben ser respetados, especialmente a la hora de atender los decesos.
Son muchas las familias que están enfrentando esta difícil prueba y hoy más que nunca, necesitan un mensaje fraterno que los ayude a continuar con sus vidas. Contar con la ayuda de una persona experta se hace fundamental y es un trabajo del que hace siete años el Arzobispado de Santiago, a través de su Delegación para la Pastoral Familiar, se hace cargo desarrollando un curso que tiene como principal objetivo formar acompañantes en el duelo, a los que capacita con herramientas de la psicología y también la espiritualidad cristiana.
Herramientas para acompañar
El curso “Pérdidas y duelo en la familia: Herramientas para acompañar”, impartido por María Paz Jorquera, Encargada de Formación de la DEFAM -y que comenzó el pasado 23 de junio- se desarrolla en 10 sesiones, dos veces por semana en las que los participantes aprenden técnicas de acompañamiento, apoyados, entre otros, por el texto “Acompañamiento en el duelo” de Marek Burzawa, además de un enfoque espiritual basado en el ejemplo de Jesús y también en como María lo acompaña en el dolor.
Este año, debido a las restricciones propias de la pandemia, se desarrolla a través de la aplicación Zoom, con solo 30 alumnos, para lograr un aprendizaje efectivo. Para Jorquera, este año, con la connotación especial en el contexto que estamos viviendo, se hace necesario formar a más personas para que puedan acompañar, es por esto que han decidido realizar tres ciclos del curso para satisfacer la demanda (que este año alcanzó cerca de 300 solicitudes). “Mientras más gente esté formada y pueda hacerlo de manera asertiva, vamos a poder acompañar a más hermanos, sean creyentes o no creyentes. Uno puede ayudar por una intuición de solidaridad, pero no siempre tiene las herramientas y por querer decir cosas buenas se hace más daño, por eso es importante que las personas tengan las herramientas y lo hagan de forma empática” afirma.
Durante el curso, los participantes reconocen sus características personales y las contrasten con el perfil que tenía Jesús, “el mejor acompañante en el duelo”, quien venció a la muerte y dejó un importante mensaje de esperanza con la resurrección, mensaje que es transmitido a los dolientes en su proceso. “Para los que creemos, con la muerte no se termina todo. Sabemos que quienes mueren están dando un paso y que nos vamos a volver a encontrar con nuestros seres queridos”, señala Jorquera.
El perfil de los alumnos que se interesan en este curso son principalmente agentes pastorales y religiosos(as), pero este año convocó a profesores, orientadores y psicólogos, que trabajan en colegios, ya que necesitan de estas herramientas para acompañar en sus comunidades escolares, especialmente a las familias que estén enfrentando la pérdida de un ser significativo a causa del Covid. Si bien el perfil puede variar, la vocación y las ganas de ayudar al prójimo han hecho que en un escenario normal, este curso de desarrolle con más de cien personas en el aula.
El acompañamiento y la vocación
En 2015, mientras realizaba sus estudios de Diaconado, Hugo Aguilera, vio un aviso en la Vicaría Sur que llamó su atención. Era el curso de “Acompañamiento en el duelo” dirigido por María Paz, a quien hoy considera su profesora guía. Hugo se inscribió con una motivación “El objetivo era fortalecer mi servicio a la Iglesia”. Al formarse, aprendió técnicas que le permitieron acompañar a una decena de personas desconsoladas que, en el momento justo, recibieron el apoyo y esperanza de un hermano y pudieron seguir con sus vidas, luego de enfrentar la pérdida de un ser querido.
Años atrás, mientras se desempeñaba como ministro de Eucaristía en la Iglesia San Francisco de Asís, en La Cisterna, Hugo conoció a una familia que había perdido a su padre en un confuso accidente. Desde el primer momento se mostró dispuesto a acompañarlos en su dolor y es así como hace más de 19 años, con lluvia, frío o calor, los escolta al cementerio cuando visitan a Félix. Hoy, como no pueden reunirse físicamente, lo hacen por los medios digitales. “Con ellos me reuní la última vez por Zoom. La conversación fue tan exquisita que en 40 minutos no alcanzamos a decirnos todo y teníamos que rezar por él, hacer la oración universal y la bendición. Se creó un ambiente espiritual maravilloso, en el que sentimos la presencia del Señor”.
Hugo cree en las “diosidencias” y es un fiel instrumento del Señor. Hace pocos días, fue dado de alta desde una residencia sanitaria a la que ingresó con un diagnóstico de Covid positivo asintomático. Solo perdió el olfato, y en su optimismo reconoce la gracia de Dios al poder estar cerca de personas que podían requerir su ayuda. “Yo sentía que algo venía a hacer acá, me traje agua bendita e incluso la estola”. Al estar aislado y no poder detectar los casos, confeccionó unas “tarjetas de presentación” que lo identificaban como Diácono y le pidió al personal de la residencia correr la voz. Ese fin de semana su teléfono no sonó, pero el lunes siguiente fue una llamada tras otra las que atendió. “El acompañamiento es saber que estoy contigo, en la presencia, a veces sin decir palabra. Cada duelo es único. Cada sufrimiento y cada dolor es único: hay enojo, pena, culpa, impotencia. Uno tiene que ayudar a la persona a encontrarse y asumir la realidad, con palabras delicadas, de corazón. El ampararse en la fe lo hace más llevadero”, dice Hugo.
En estos llamado, Hugo conoció la historia de Débora Ríos, una joven Educadora de Párvulos, que al igual que él ingresó a la residencia por presentar Covid positivo. Débora se contagió por medio de su hermano, que pese a la pandemia, tuvo que continuar trabajando. “Mi hermano se contagió y de paso me contagió a mi y a mi mamá que estuvo una semana resfriada. Esa misma semana cayó grave en el hospital, fue rápido. Le detectaron el Covid el miércoles en la noche y el jueves se fue al Hospital del Pino. El lunes en la mañana, mi mamá falleció”.
A pesar de la estrecha relación que tenía con su madre y al no poder despedirla, Debora ha enfrentado con entereza su muerte y ha salido adelante gracias a su fe y al inesperado y oportuno acompañamiento que recibió de Hugo. Está tranquila, porque siente que tuvo la oportunidad de transmitirle lo mucho que la quería. “Antes de ir a hacerme la prueba del Covid, le dije lo mucho que la quería. Yo me he refugiado mucho en la religión, me da paz. Si no hubiese sido por Don Hugo estaría devastada”.
Debora está tranquila aunque sabe que quizás aún no asume del todo la muerte de su madre a quien consideraba como “el pilar fundamental de la casa”, pero reconoce que la ayuda que ha recibido le ha permitido estar en paz, sobretodo por la posibilidad que le ofreció el Diácono de despedir a su madre en un simbólico “responso virtual”, en el que nuevamente utilizando los canales digitales, los acompañó en la oración a ella y a su hermano. “Don Hugo ha sido un guía espiritual en este sentido. Un apoyo fundamental para mi en este momento”.
Los acompañantes en el duelo también prestan sus servicios en el “Fono Escucha: Estamos Contigo”, línea de acompañamiento del Arzobispado de Santiago. A la fecha, han apoyado a 52 personas a vivir su proceso de duelo.
*Este año curso “Pérdidas y duelo en la familia: Herramientas para acompañar” se realizará en tres ciclos. Las inscripciones están cerradas y los organizadores esperan satisfacer la alta demanda con actividades en paralelo, que serán informadas oportunamente a través de www.iglesiadesantiago.cl