Jueves 5 de abril de 2018
Homilía en Te Deum de Acción de Gracias por la consolidación de la Independencia Nacional
Mensaje del Arzobispo de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati, de este 5 de abril de 2018 en el Santuario Nacional de Maipú en la conmemoración de los 200 años de la Batalla y Abrazo de Maipú.
Fuente: Comunicaciones Santiago
Link fuente: http://www.iglesiadesantiago.cl/
TE DEUM DE ACCIÓN DE GRACIAS
POR LA CONSOLIDACIÓN DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL
MAIPÚ, 5 DE ABRIL DE 2018
Homilía del Arzobispo de Santiago
Card. Ricardo Ezzati A., sdb
Señor Presidente de la República,
Señores Parlamentarios
Autoridades de las Fuerzas Armadas de Chile
Señores Obispos, Presbíteros, Consagradas y Consagrados,
Hermanos y hermanas:
Bienvenidos a este Templo, Santuario Nacional a la Virgen del Carmen, Madre y Reina de esta Patria nuestra. Aquí a sus pies y bajo su manto protector se nos ofrece la hermosa experiencia de experimentarnos hijos del Padre, redimidos por la Cruz de Cristo y hechos hermanos y hermanas por la fuerza del Espíritu, en la Santa Iglesia que tiene por Madre a la Virgen Santísima, honrada en nuestra Patria con el hermoso título de Nuestra Señora del Carmen y, en la hermana República de Argentina como Nuestra Señora de las Mercedes, Patrona de Tucumán.
Nos convoca la celebración de un acontecimiento especial de nuestra historia: el bicentenario de la batalla de Maipú que consolidó la independencia nacional y en la que reconocemos una especial intervención de la Virgen Santísima. Con anterioridad, en Argentina, el General Belgrano había puesto en las manos de la imagen de la Virgen su bastón de mando, proclamándola como Generala del Ejercito Argentino; en camino hacia la victoria de Maipú, el General José de San Martín realizó el mismo gesto en la mano derecha de la Virgen del Carmen, mientras con el mismo espíritu, pocas horas antes de la batalla de Chacabuco, el General Bernardo O´Higgins la proclamó Patrona y Generalísima de las armas de Chile.
Los cristianos no celebramos batallas y guerras que siempre fueron y son una terrible realidad de dolor y de muerte: conmemoramos el nacimiento de una nueva era de la vida nacional, fruto también de la colaboración y la solidaridad de países hermanos que, una vez más, dos siglos después, nos sigue hablando del noble ideal de integración, de colaboración y de la fecundad, camino que nos conduce hacia la Patria Grande. En esta oración encomendamos a Dios a quienes entregaron su vida por la Patria y valoramos el significado de sus gestas en el transcurso de estos últimos 200 años de historia patria. En este lugar de memoria queremos renovar y asumir, en primera persona, la responsabilidad del gesto emblemático de nuestros antepasados como fuente y garantía de esperanza para el presente y futuro de nuestra convivencia.
Esta fecha constituye un momento privilegiado para acoger la palabra que el Papa Francisco dirigiera en enero pasado, los jóvenes, aquí en Maipú. Nos dijo: "Si ustedes no aman a su Patria, yo no les creo que lleguen amar a Jesús y que lleguen amar a Dios. El amor a la Patria es un amor a la madre, la llamamos Madre Patria porque aquí nacimos, pero ella como toda mujer nos enseña a caminar y se nos entrega para que la hagamos sobrevivir a otras generaciones." (Discurso del Papa Francisco, Maipú, 17 enero 2018).
Era este anhelo grande de Patria, el que estaba amenazado hace 200 años. Nuestros patriotas ya habían pasado por el trago amargo de la derrota en Rancagua, ya habían vivido el dolor de dejar tierra, casa, hogar y querencia y partir presurosos al exilio a través de la soledad y el frío de los cajones cordilleranos. Al volver a Chile con el Ejército de los Andes, experimentaron la victoria en Chacabuco, y así, se fue gestando la esperanza de un tiempo nuevo de libertad.
Sin embargo, luego, con el desembarco de tropas realistas (18 Enero 1818), creció el temor, surgió la desazón y apareció la amenaza de perderlo todo. Fue en ese momento cuando surgió nuevamente la confianza en Dios y en la protección de la Virgen del Carmen.
Así lo relataba la crónica de ese tiempo en la Gazeta del Gobierno de Chile: "El Dios de la paz y la clemencia no puede permitir que se derrame, sin su fruto, la sangre de nuestros hermanos que están en el campo de honor. Dios al crear el universo, nos concedió la parte que habitamos y que... se nos quiere usurpar y destruir..." (Gazeta del Gobierno de Chile, n 36, 14 de marzo 1818)
Renació la esperanza y la confianza de los hijos, que volvieron a mirar el rostro de la Virgen del Carmen, esa Madre bondadosa que los había acompañado a través de las altas cumbres de los Andes y, desde los más hondo de sus corazones creyentes, brotó solemne el voto: "En el mismo sitio donde se dé la batalla y se obtenga una victoria, se levantará un Santuario de la Virgen del Carmen, Patrona y Generala de los Ejércitos de Chile. Y los cimientos serán colocados por los mismos magistrados que formulan este voto y, en el mismo lugar de su misericordia, será el de su gloria." (Gazeta del Gobierno de Chile, 14 marzo 1818).
Ese domingo fue un gran día de oración por Chile. Tal era el tenor y desazón que se vivía, que el relato de la época consigna lo siguiente: "Todos los almacenes y tiendas del comercio han permanecidos cerrados, ocupándose solo de las plegarias y meditaciones." (Gazeta del Gobierno de Chile, 14 marzo 1818).
Hoy podemos preguntarnos: ¿Por qué la promesa no fue levantar un monumento de piedra, o una estela conmemorativa, o una estatua de bronce a los vencedores, o una llama eterna a los caídos, sino un Templo, un Santuario, dedicado a Nuestra Señora del Carmen?
Dos ciento años después, las palabras del Papa Francisco dan pautas para comprender el gesto de fe de nuestros Padres de la Patria, en ese difícil momento.
Nos dijo: "...En esta tierra donde con un abrazo de fraternidad se fundó la historia de Chile; en este Santuario, que se levanta en los caminos del Norte y del Sur, que une la nieve y el océano, y hace que el cielo y la tierra tengan un hogar. Hogar para Chile, hogar para ustedes queridos jóvenes, donde la Virgen del Carmen los espera y los recibe con el corazón abierto. Y así como acompañó el nacimiento de esta Nación y acompañó a tantos chilenos a lo largo de estos doscientos años, quiere seguir acompañando los sueños que Dios pone en vuestro corazón: sueños de libertad, sueños de alegría, sueños de un futuro mejor... La Virgen del Carmen los acompaña para que sean los protagonistas de Chile que sus corazones sueñan...". (Papa Francisco, Maipú, 17 enero 2018).
Por eso, hoy, no sólo valoramos lo vivido hace 200 años, no sólo agradecemos el esfuerzo de tantas y tantos hermanos de Chile y de Argentina que han volcado su fe y amor a la Virgen del Carmen en el cumplimiento del Voto, no solo agradecemos que el Santuario de Maipú sea "un hogar para todos y todas", sino, y más aún, imploramos que la Virgen del Carmen nos acompañe y eduque a madurar nuestra libertad con sentido y renovamos el propósito de ser, desde la fe en Jesucristo, Padres y Madres de nuestra Patria, en este momento y en su futuro.
En ese contexto, y mirando el rostro de la Virgen del Carmen, los invito a que nos preguntemos: ¿qué puedo hacer con mi libertad y mi fe, Qué puedo hacer con mi sed de justicia y solidaridad, para que Chile siga produciendo frutos de verdadera de justicia, de fraternidad y de paz, para que sea "un hogar para todos"?
Junto a las ofrendas florales que las máximas autoridades de Chile y Argentina van a deponer a los pies de la Virgen del Carmen se nos invitada a renovar también nosotros la promesa de seguir construyendo un templo vivo a la gloria de Dios, ese templo que es el hombre y la mujer de pié, el hombre y la mujer que tiene vida y la posee en abundancia.
Desde lo más profundo de nuestro ser, en el santuario de nuestro corazón, renovemos el Voto de nuestros padres y asumamos el compromiso de hacer de Chile y Argentina hogares de fe y bienestar, amparados por la materna protección de la Virgen Santísima. Ella nos bendiga y nos conceda hacernos parte de la confianza y de la promesa de nuestros padres también para los nuevos tiempos y los nuevos desafíos de la historia.
Amén