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Domingo 15 de agosto de 2021

Cardenal Celestino Aós en la Solemnidad de la Asunción: El cielo es nuestra meta

El Arzobispo de Santiago presidió la misa de este día mariano en la Gruta de Lourdes, oportunidad en que también la Iglesia celebra la Jornada de la Vida Consagrada, personas que dedican su existencia al servicio de la Iglesia, como los Padres Asuncionistas.

Periodista: José Francisco Contreras

Fuente: Comunicaciones Santiago

Link fuente: www.iglesiadesantiago.cl

Antes de comenzar la misa, el pastor pidió  “que tengamos una oración especial por nuestros hermanos de Haití, que, como saben, son víctimas de un gran terremoto. Muchos de ellos están aquí entre nosotros, con la preocupación, con el dolor, con la incertidumbre sobre sus propias familias. Y les pido también que recemos por los enfermos, los ancianos, los que están solos y por las religiosas y religiosos enfermos”.

La eucaristía se celebró de acuerdo a los aforos permitidos en esta fase del plan Paso a Paso, que permiten un mayor número de fieles en espacios abiertos, como esta gruta en Quinta Normal.

En su homilìa, el cardenal Aós afirmó que este es un día de gozo, porque “como Jesús resucitó de entre los muertos y subió a la diestra del Padre, así también María, terminado el curso de su existencia en la tierra, fue elevada al cielo. Creemos que María, como Cristo, su Hijo, ya ha vencido la muerte y triunfa en la gloria celestial en la totalidad de su ser, en cuerpo y alma. Al terminar su vida terrena, María fue llevada en alma y cuerpo al cielo”. Es un día de gozo también, dijo, porque nosotros, que colocamos una cruz en la sepultura de nuestros muertos, “vislumbramos en el triunfo de la Virgen María el cumplimiento de nuestras expectativas y la señal de nuestra esperanza cierta: ¿Qué espero yo, qué espera usted después de nuestra muerte? ¿qué esperaron nuestros difuntos?”.

Agregó que María es un apoyo que “nos impulsa a no desalentarnos ante las dificultades y los inevitables problemas de todos los días. Nos asegura su ayuda y nos recuerda que lo esencial es buscar y pensar ‘en las cosas de arriba, no en las de la tierra’". El arzobispo advirtió también contra la idea de creer que en este mundo, “en el que estamos sólo de paso, se encuentra el fin último de la existencia humana. En cambio, el cielo es la verdadera meta de nuestra peregrinación terrenal. ¡Cuán diferentes serían nuestras jornadas si estuvieran animadas por esta perspectiva!”. 

Más adelante, el pastor afirmó que “todos estamos proyectados hacia la felicidad. Y la felicidad a la que todos tendemos es Dios”, es decir, el cielo, a donde fue elevada la Virgen Maria. Aseguró que “el cristianismo no anuncia sólo una cierta salvación del alma en un impreciso más allá, en el que todo lo que en este mundo nos fue precioso y querido sería borrado, sino que promete la vida eterna”.

Así se entiende, expresó, la esperanza cristiana en un mundo luminoso, el que estamos llamados a construir, “a trabajar para que se convierta un día en el «mundo de Dios», un mundo que sobrepasará todo lo que nosotros mismos podríamos construir. En María elevada al cielo, plenamente partícipe de la resurrección de su Hijo, contemplamos la realización de la criatura humana según el mundo de Dios”.

Ante las falsas alegrías, anunciar a Jesuccristom resucitado

Por último, esta Solemnidad es, además, un  “un día de gozo” porque este día es la Jornada de la Vida Consagrada, de los religiosos y religiosas: “Sabemos que no renunciamos al amor ni a la vida, sino que queremos vivir nuestro amor y nuestra vida desde la vocación religiosa que Jesús nos da: como testigos del amor de Dios, de la esperanza del futuro”. Tras ello, el cardenal saludó y felicitó a la vida consagrada: “Ante el triste espectáculo de tantas falsas alegrías y de tanto dolor que inunda el mundo, debemos aprender de María a convertirnos en signos de esperanza y de consolación, debemos anunciar en nuestra vida la Resurrección de Cristo". Y pidió a Dios y a la Virgen que “nos hagan personas de la esperanza, que trabajan para construir un mundo abierto a Dios, personas llenas de alegría que saben vislumbrar la belleza del mundo futuro en medio de los afanes de la vida cotidiana y con esta certeza viven, creen y esperan”.

Al final de la misa, el cardenal, agradeció al párroco, padre Pedro Pedraza, y a la comunidad religiosa de los asuncionistas, “que con dedicación, con esmero, calladamente, como la Virgen María y rezándole muchas vecesa ella, hacen este servicio”, el que prestan desde 1892.