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Artículo

Jueves 6 de abril de 2017

La histórica visita de Juan Pablo II a Chile

El periodista José Francisco Contreras fue uno de los cuatro profesionales chilenos que viajaron en el avión papal desde Roma y hasta su regreso a la capital italiana, en la gira de Juan Pablo II por Uruguay, Chile y Argentina, en 1987. Aquí el testimonio de este viaje histórico y sin precedentes para el país.

Fotos: Arzobispado de Santiago

Periodista: José Francisco Contreras

Fuente: Periódico Encuentro

Link fuente: http://www.periodicoencuentro.cl/abril2017

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Acompañar a un Papa en su extenso recorrido pastoral por tres países es una riqueza. Profesional y espiritual. Gestos, palabras, miradas que dejan un mensaje. Especialmente de parte de Juan Pablo II, con un pasado juvenil de actor de teatro. Los matices de su voz, la expresividad de sus gestos, los silencios en medio de sus discursos. Todo habla. Y habla de Dios.

Eso vi en el Pontífice. Desde su cariñoso saludo a lisiados y minusválidos en la sala Pablo VI, en El Vaticano, hasta el abrazo paternal y prolongado a Carmen Gloria Quintana, en Santiago. La estrechó contra su cabeza, la bendijo con su corazón, la consoló con su cercanía. También a los enfermos terminales del Hogar de Cristo. Abrazos, caricias, una esperanza cristiana ante la muerte inminente. Actitudes todas visiblemente naturales, sinceras. Lo denotaba su mirada compasiva. De verdad, compartía esos dolores.

 

Con el Papa en Roma

Al cabo de doce días en Roma, designado por Radio Chilena para cubrir la gira papal, ahora regreso, pero con el Papa y su comitiva. En El Vaticano pude asistir a actividades con presencia de Juan Pablo II: el Angelus dominical, un encuentro en la sala del Sínodo de obispos por los 20 años de la encíclica Populorum Progressio, la misa de beatificación de tres carmelitas descalzas y la audiencia general de los miércoles. En todas ellas vi al Santo Padre intensamente concentrado, profundo, carismático, serio, en escucha, muy cercano a los que más sufren. Un padre y un pastor.

Ya a bordo del "Porto Cervo", el avión de Alitalia que había despegado de Fiumicino, el Pontífice desciende desde su cámara privada y comienza un recorrido por las butacas de la prensa, para contestar las preguntas de cada periodista. La nueva evangelización, la parroquia, los movimientos, la participación de los laicos en la Iglesia fueron nuestros temas. En casi tres minutos, señaló, por ejemplo: "Yo pienso que la evangelización debe renovarse siempre, siempre, con todas las generaciones... Se habla de una segunda evangelización, de la reevangelización... La parroquia es una comunidad fundamental. Los movimientos deben animar también esta parroquia... Los documentos del Vaticano II son tantos, se debe leer y aplicar después".

Juan Pablo II escucha, mira, sonríe, responde a fondo y breve, pero debe seguir, hay otros colegas esperando. Sobre todo escucha, con mucha atención cada pregunta de los periodistas.

Es estudioso y muy reflexivo. En el avión me dicen que reza mucho durante los viajes. También repasa sus homilías y discursos y se deja momentos de silencio. A su vez, los periodistas "vaticanistas", cerca de 70, algunos con más de 30 años cubriendo las noticias del Vaticano para todo el mundo, estaban expectantes por la visita a Chile. Nos preguntan acerca de la dictadura. Hacen elucubraciones. Escriben. Son trabajólicos. Y expertos en estas giras.

 

Su constante intimidad con Dios

Durante su estada en Chile, veo al Papa como un hombre de profunda oración. Me tocó esperarlo en uno de sus ingresos a la Nunciatura Apostólica, donde se alojaba. Transmití en directo su llegada, mientras él prácticamente podía escuchar mi despacho de lo cerca que estaba. Sólo intercambiamos un saludo con la vista y con la mano al aire. Después, a rezar frente a la imagen de la Virgen en una esquina del jardín de la residencia diplomática. Solo, de rodillas, con la cabeza entre las manos. Era su momento de intimidad con Dios.

Pero donde esta actitud interior tuvo su prueba de fuego fue en el Parque O'Higgins. Los hechos violentos llevaron a los organizadores a proponer al Papa suspender la liturgia. O sacarlo de allí un momento. Juan Pablo II se rehusó. Primero fijó su mirada atenta al fondo de la multitud, donde se desarrollaban las provocaciones. Luego cerró los ojos. Rezaba profundamente concentrado en medio de humo, gases, gritos. Volvió a su intimidad con Dios. En Él encontraba la paz que afuera no había. La luz para iluminar las tinieblas de la violencia. Y la inspiración para afirmar con fuerza: "¡El amor es más fuerte! ¡El amor es más fuerte!".

El Santo Padre se las arreglaba para poner un elemento común en tan diversos ambientes: la oración. No eran lo mismo los momentos de violencia en el parque que el encuentro en la catedral para rezar vísperas una vez llegado a la capital. Pero en ambos estuvo su profunda oración. De hecho, en el interior del templo decidió dirigirse a la capilla del Santísimo, para orar de rodillas. Pasaban los minutos y él no se movía. Alguien intenta acercarse, para recordarle que hay un horario que cumplir. Nada, un gesto visible dejaba claro que no quería interrupciones. Estaba en la mejor ocupación.

 

Emociones del Papa y relajo de la prensa

Luego empezaron sus encuentros con las distintas realidades del país, en Santiago, Valparaíso, Punta Arenas y Puerto Montt. Sus expresiones faciales de admiración, devoción, alegría, emoción, energía y gratitud denotaban cómo seguía atentamente cada encuentro. Ahora viajábamos en el avión de la prensa a Concepción y luego a Temuco, sin el Papa. Pero sus palabras todavía resonaban en las ciudades que había visitado. Propias de un "mensajero de la Vida", que fue el lema de su estada.

Próximos a aterrizar en Concepción, un colega lanzó desde la parte trasera una almohada que vino a dar en la humanidad de un periodista italiano. Éste devolvió el "almohadazo" a otro y ese a otro. Se sumaron más periodistas y más almohadas a esta "guerra". La tripulación observaba incrédula el inédito espectáculo. Sólo los perentorios pedidos de la tripulación nos obligaron a sentarnos para el aterrizaje. En adelante, la relación entre nosotros fue mucho más cálida y cercana. Como cálida y cercana era la presencia del Pontífice en Chile. Hasta aceptó una taza de té con pan amasado en La Bandera. El humilde, pero potente regalo de los pobladores de Chile, que conmovió a un santo.

El relajo de la prensa fue necesario. Después de La Serena y Antofagasta venía una gira no menos agotadora por Argentina: Bahía Blanca, Viedma, Mendoza, Córdoba, Tucumán, Salta, Corrientes, Paraná, Rosario y Buenos Aires.

 

Las sorpresas para la prensa extranjera

La despedida del Papa de Chile fue en Antofagasta. Los periodistas del avión papal abordamos antes de la ceremonia. Desde el interior seguíamos por radio y mirando por las ventanillas el acto, cuyo protocolo establecía que el último en hablar era el Papa. Pero esta vez no fue así. Sorpresivamente (al menos para los periodistas extranjeros), el general Pinochet va al micrófono y pronuncia él las palabras finales. Dentro del avión se sucedían los comentarios de los periodistas extranjeros, muy sorprendidos por una actitud que no habían presenciado en todos sus años cubriendo los viajes papales.

Otra escena comentada por la prensa vaticana: la salida al balcón de La Moneda de Pinochet junto al Papa. Terminada la audiencia en los salones del palacio, el general invita al Papa a acercarse a una ventana. Era el balcón que da hacia la Plaza de la Constitución. La multitud ovaciona al Papa y se suma de atrás el Jefe de Estado. Juan Pablo II esbozó una sonrisa y bendijo a la gente reunida. Sólo fueron 30 segundos y reingresó a la sede presidencial. Otro momento fuera del protocolo.

De regreso en Roma, en Semana Santa, fuimos a la audiencia de los miércoles, en la que el Pontífice se referiría a su reciente viaje. Monseñor Stanislaw Dziwisz, secretario del Papa, hoy arzobispo de Cracovia, Polonia, consiguió que el Papa después de la audiencia, saludara a los periodistas chilenos, pero sin hacer preguntas. Juan Pablo II se acercó al grupo, nos saludó a cada uno. Cuando llega a mí empiezo a hacerle una pregunta. Me miró con evidente molestia, pero me tocó el hombro y se despidió. Me parecía que las miradas de mis colegas eran como cuchillos que se clavaban en mí. El secretario pasó por mi lado y me dio un paternal y suave coscorrón en la cabeza. Hasta hoy me duele haber causado una molestia al Papa. Y la vergüenza ante mis colegas por mi "metida de pata". Pero me ha servido para no engreírme de nada y ganar un poco en humildad.

Volví a las calles de Roma en mis últimas vueltas por esta ciudad. Y me sorprende por todas partes el afiche de la fiesta de Pascua de Resurrección. Era la foto de Juan Pablo II y la frase pronunciada en Chile: "L'amore è più forte"... "El amor es más fuerte".