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Domingo 26 de julio de 2020

Celestino Aós nos invita a "hacernos a imagen de Jesús, en la vida y en la muerte"

Este domingo 26 de julio, en la misa en línea transmitida por redes sociales de la Iglesia de Santiago y Emol.com, el arzobispo recordó a la comunidad de fieles que “Jesús es la perla de valor incalculable y absoluto, Quien la encuentra vivirá el gozo”.

Periodista: Paula Ampuero Ulloa

Al iniciar la misa concelabrada con el Obispo Auxiliar Alberto Lorenzelli, el arzobispo invitó a poner ante el altar a todos los que sufren: “Aunque vayamos teniendo noticias más alentadoras y esperanzadoras, todavía el dolor es muy intenso”, por eso convidó a la audiencia virtual a pedir por sus familiares enfermos, por los difuntos y por todos quienes han sido afectados por la crisis sanitaria y social.

En el Evangelio del día (Mt 13, 44-52), el Señor nos anima a “Vender todo lo que poseemos para comprar el campo”. Jesús le contaba a la multitud a qué se parecía el Reino de los Cielos y lo comparó con un tesoro escondido. Reflexionando sobre esta palabra, el arzobispo habló de las distintas formas en que se puede conocer a Jesús: naciendo en una familia cristiana, viniendo desde un mundo de increencia o hasta de una búsqueda por otras iglesias, pero que finalmente todos encontraban el tesoro. “Jesús es el tesoro, es un tesoro tan valioso que debe pasar a primer término, eso es tarea de toda la vida, es el valor absoluto, no es algo que hicimos ya de una vez, y ya somos cristianos, nos vamos haciendo cristianos”, reflexionó.

El desafío hoy, agregó, es “colocar a Jesús en el centro, hacernos imagen de Él en la vida y en la muerte. Nosotros estamos llamados a reproducir la imagen de Jesucristo, que es modelo y a la vez es energía que nos vitaliza. (…) Que este Jesús al que celebramos, al que queremos seguir, cuyo nombre llevamos al decirnos cristianos, de verdad sea el centro de nuestra vida y que así podamos ser felices”.

Revive la misa AQUÍ

Lecturas de este domingo

Primera lectura (1 Reyes 3, 5. 7-12)

En aquellos días, el Señor se le apareció al rey Salomón en sueños y le dijo: “Salomón, pídeme lo que quieras, que yo te lo daré”.
Salomón le respondió: “Señor, tú trataste con misericordia a tu siervo David, mi padre, porque se portó contigo con lealtad, con justicia y rectitud de corazón. Más aún, también ahora lo sigues tratando con misericordia, porque has hecho que un hijo suyo lo suceda en el trono. Sí; tú quisiste, Señor y Dios mío, que yo, tu siervo, sucediera en el trono a mi padre, David. Pero yo no soy más que un muchacho y no sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio de este pueblo tuyo, tan numeroso, que es imposible contarlo. Por eso te pido que me concedas sabiduría de corazón para que sepa gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal. Pues sin ella, ¿quién será capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan grande?”
Al Señor le agradó que Salomón le hubiera pedido sabiduría y le dijo: “Por haberme pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino sabiduría para gobernar, yo te concedo lo que me has pedido. Te doy un corazón sabio y prudente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti. Te voy a conceder, además, lo que no me has pedido: tanta gloria y riqueza, que no habrá rey que se pueda comparar contigo”.

Segunda lectura (Rom 8, 28-30)

Hermanos: Ya sabemos que todo contribuye para bien de los que aman a Dios, de aquellos que han sido llamados por él según su designio salvador.
En efecto, a quienes conoce de antemano, los predestina para que reproduzcan en sí mismos la imagen de su propio Hijo, a fin de que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A quienes predestina, los llama; a quienes llama, los justifica; y a quienes justifica, los glorifica.

Evangelio del Día (Mt 13, 44-52)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.
El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.
También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.
¿Han entendido todo esto?’’ Ellos le contestaron: “Sí”. Entonces él les dijo: “Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas”.


Palabras del Santo Padre Francisco

Es verdad que el Reino de Dios es ofrecido a todos —es un don, es un regalo, es una gracia— pero no está puesto a disposición en un plato de plata, requiere dinamismo: se trata de buscar, caminar, trabajar. La actitud de la búsqueda es la condición esencial para encontrar; es necesario que el corazón se queme por el deseo de alcanzar ese bien tan preciado, es decir el Reino de Dios que se hace presente en la persona de Jesús. Es Él el tesoro escondido, es Él la perla de gran valor. ÁNGELUS 30 de julio de 2017