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Viernes 17 de enero de 2025

Calma y descanso en tiempos de ansiedad

Vivimos en una época marcada por el ruido y la prisa, donde el descanso parece ser un lujo al que muchos no pueden acceder. La ansiedad se ha convertido en una compañera no deseada de nuestras vidas, recordándonos constantemente todo aquello que no hemos hecho o aquello que podría salir mal. Sin embargo, en medio de este torbellino, la palabra de Dios nos invita a encontrar un oasis de calma y a redescubrir el valor del descanso.

Periodista: Nazareth Quezada A.

Jesús, en su humanidad nos dio un ejemplo claro de la importancia de detenerse. En el Evangelio de Marcos se relata: “De madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar” Marcos 1,35. En medio de su intenso ministerio, Jesús buscaba momentos de soledad para encontrarse con el Padre, para reponer sus fuerzas y para centrar su corazón en lo que realmente importaba. Si el Hijo de Dios necesitaba tiempos de descanso y oración, ¡cuánto más nosotros, frágiles y llenos de preocupaciones, necesitamos hacer lo mismo!

La ansiedad, muchas veces, nos roba la paz porque intentamos cargar con el peso del mundo sobre nuestros hombros. Pero Jesús nos invita a soltar esa carga: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso” Mateo 11,28. Este descanso no es solo físico, sino también espiritual: un descanso que nace de confiar en que no estamos solos, de saber que Dios cuida de nosotros incluso en las noches más oscuras.

En un mundo que glorifica la productividad y desprecia la pausa, aprender a estar solos con nosotros mismos puede parecer contracultural. Pero esos momentos de soledad no son un abandono, sino una oportunidad para redescubrir nuestra identidad como hijos amados de Dios. En el salmo 46 encontramos esta poderosa exhortación: “Quédense quietos y sepan que yo soy Dios” Salmo 46,10. La quietud nos permite recordar que no somos los arquitectos del universo, y que hay un Dios que sostiene nuestra vida con amor y fidelidad.

Por eso, te invitamos a que hoy, en medio de tus tareas y preocupaciones, busques un momento para detenerte. Quizá puedas salir a caminar, cerrar los ojos en un lugar tranquilo, o simplemente respirar y decir: “Señor, aquí estoy”. Haz de esos momentos un acto de fe, un recordatorio de que no todo depende de ti y que está bien descansar.

Jesús mismo nos enseña que los tiempos de soledad y descanso no son una pérdida de tiempo, sino un acto de confianza en el Padre. Así como Jesús se retiraba a orar para fortalecer su espíritu, nosotros también podemos encontrar en el descanso una forma de renovar nuestra esperanza.

Hoy, entrega tus ansiedades al Señor y permítete el regalo del descanso. En el silencio, en la calma, en ese espacio que creas para estar con Dios, descubrirás que nunca has estado solo, y que la paz que él te ofrece sobrepasa todo entendimiento.