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Jueves 6 de febrero de 2020

Misiones de verano, una experiencia en Cristo

Durante el verano, jóvenes universitarios, escolares y hasta scouts son los encargados de transmitir y recibir esperanza, fe y amor a comunidades de todo el país. Lo hacen con entrega y compromiso, siguiendo el llamado del Papa Francisco a misionar, a salir a la calle y a no ser católicos "entre cuatro paredes".

Fotos: Nibaldo Pérez

Periodista: Bárbara Guerrero

Fuente: Periódico Encuentro

Link fuente: www.periodicoencuentro.cl

Llega el verano y el trabajo de todo un año comienza a dar frutos. La organización de la Pastoral UC se muestra satisfecha. Han conseguido motivar a más de 1.500 jóvenes -entre universitarios y secundarios- que entusiastas se disponen a entregar diez días de sus vacaciones al servicio de quienes más lo necesitan.

Es sábado y los misioneros se reúnen muy temprano en la capilla del Campus San Joaquín para recibir la bendición del arzobispo Celestino Aós, quien se muestra contento por el compromiso que asumen llevando el Evangelio a 45 localidades de la zona norte, centro y sur del país. Con los buses listos y las mochilas cargadas comienza el viaje que lleva a Michelle Zamora, estudiante de Enfermería UC y a Gonzalo Herrera, estudiante de Ingeniería Unab, hasta Chimbarongo.

Ambos forman parte de "Misión País", un proyecto que fomenta la relación personal con Cristo a través de la oración y que en esta oportunidad acompaña en la fe a la comunidad de Peor es Nada.

Comienza la misión

Son un grupo de 21 misioneros. Diverso. Hay estudiantes de Teatro, Pedagogía, Enfermería e Ingeniería. Duermen en la escuela de la localidad de Peor es Nada y centran sus operaciones en la parroquia del pueblo, donde cada mañana amanecen con el pan amasado, recién horneado, que les regalan las familias de la zona. Michelle es jefa de formación en ésta, su primera Misión País. A pesar de no tener un camino de fe desde pequeña, a los 16 años se acercó a Cristo motivada por la presencia que él tiene en los distintos aspectos de su vida; tanto en su carrera universitaria vinculada a la salud, como en sus profesores, compañeros y, especialmente, en los pobladores que le entregan una enseñanza de humildad. Michelle reconoce alegre que su conexión con Dios y la Virgen le dio sentido a su vida y es esa alegría la que refleja compartiendo con la comunidad que llega diariamente a la parroquia.

"Los niños dicen que pueden ver a Cristo en todas partes y eso es muy lindo", dice la tía Miche, como le dicen los niños, y esa es una muestra de cariño que reafirma su compromiso. Y su labor no queda sólo ahí, por las tardes sale junto a uno de sus compañeros a "misionar" puerta a puerta. Los vecinos la reciben felices, le ofrecen juguito e incluso la invitan a almorzar. "El cariño de la gente es súper grande", señala Michelle, que incluso tiene amigas, vecinas que la esperan cada tarde para compartir su fe en la oración.

Gonzalo Herrera, jefe de zona en esta misión, lleva cinco años misionando. Los primeros tres lo hizo en el sur del país, en Osorno, para luego desplazarse a la zona centro. Se reconoce como un instrumento del Señor y su principal motivación es llevar el Evangelio, especialmente a las comunidades rurales, siguiendo el llamado del Papa Francisco de salir a la calle y no ser católicos entre cuatro paredes, generando la unidad, especialmente en un contexto como el que está viviendo nuestro país desde el 18 de octubre.

Gonzalo diariamente recibe a niños, adultos y jóvenes en los talleres que coordina junto a su equipo. Para él es importante que los pobladores se acerquen a Cristo más allá de la formalidad de la Iglesia, y su objetivo es que lo hagan participando en comunidad, ejerciendo acciones solidarias y de amor.

Construyendo a partir de la fe

Otro de los buses que salió de La Florida llega hasta una pequeña localidad de San Vicente de Tagua Tagua, en una de las misiones más populares de la Pastoral UC: Capilla País, un proyecto que tiene por objetivo la construcción de parroquias en localidades rurales a las que la urbe dejó en desventaja. Es el caso de Cuchipuy, una zona rural en la que sus pobladores se la jugaron con un proyecto que luego de meses de espera verá la luz con ayuda de los misioneros.

Con el papeleo hecho y el terreno disponible atrás quedan los días en que se celebraban misas en la escuela municipal o se recibían los sacramentos en la casa de una vecina, el "sueño" de tener su espacio para la fe se hace realidad.

Acá el trabajo comienza muy temprano. Los misioneros se levantan a las 07:00 am, hacen una oración y caminan a la casa de Yaritza Arévalo, vecina al terreno donde se construye la capilla, quien agradecida la espera cada mañana con una larga mesa en el patio de su casa, que se ha transformado en el centro de operaciones del grupo misionero. Aquí toman desayuno, almuerzan, guardan insumos y también provisiones. "Estamos felices de que estén aquí", indica sonriente Yaritza.

Uno de los rostros que más se repite en su casa es el de María José, jefa de servicios en la misión, quien, por las responsabilidades propias de su labor, cruza la calle varias veces al día acarreando cajas con snacks y botellas de agua para el equipo. A María José la mueve el compromiso social y siente que los diez días del verano que dedica a la construcción del templo valen la pena cuando ve lo feliz que queda la gente y lo que le deja esta experiencia. "Aprendemos mucho de ellos", dice.

La obra paraliza las funciones a las 16:00, cuando el sol sube y el calor dificulta el trabajo pesado. Los 26 misioneros cruzan a la casa, se despiden de Yaritza y vuelven a la escuela que usan como refugio a cargar energías para continuar al día siguiente.

La misión scout de ayudar al prójimo

El llamado a ayudar y servir al prójimo también es el motor para las guías y scouts y en su rol de misioneros están listos para ayudar a las comunidades más necesitadas. "Antes de ir de campamento, los integrantes del clan se comunican con los lugareños para levantar las necesidades. También lo hacen visitando a la comunidad en el "puerta a puerta", cuenta Felipe Aldunate, responsable del Grupo Baden Powell.

En el grupo Pompeya, la Avanzada Itzamná -unidad conformada por hombres y mujeres de 15 y 16 años- y el clan Aspuikintún - conformado por hombres y mujeres de 17 a 20 años- son los que más servicio prestan a la comunidad. Durante enero recorren la Carretera Austral ayudando a los pobladores. La formación como agentes de cambio y sintonía con Jesús promueve el valor de la solidaridad en ellos. "Todo lo que sea servicio a la comunidad, los Itzamná y Aspuikintún están dispuestos a hacerlo", afirma Felipe, antes de subir al bus que lo lleva al Jamboree Nacional 2020, en la Hacienda Picarquín.