Viernes 14 de junio de 2019
Parroquia S. Gaspar Bertoni, diez años de fe y servicio
Mientras el sacristán pule los vasos sagrados, la secretaria atiende diversas consultas, y los acólitos se revisten con sotanas negras y roquete blanco, el coro da los últimos toques a los himnos y la gente empieza a llenar el templo.
Fotos: Jorge Salomón
Periodista: José Francisco Contreras
Fuente: Comunicaciones Santiago
Link fuente: www.iglesiadesantiago.cl
Teresa Aravena, casada hace 30 años con Juan Carlos Acosta, con quien tiene cuatro hijos, participa en la parroquia desde antes de su creación, cuando era una unidad pastoral, nos va contando su experiencia. "Siempre mi esposo ha sido mucho más católico que yo. Lo seguí a él y vi que esto era lo verdadero".
Pero su vida no siempre fue de Iglesia, su hija necesitaba con urgencia hacer la Primera Comunión y la acompañó a las catequesis, pero se dio cuenta que era ella la necesitada."Era yo la que estaba mal, la enferma, no mi hija. Yo no la entendía, le gritaba mucho, le daba cachetadas, no tenía paciencia con ella", pero la catequesis le hizo bien, "entendí que Dios me amaba y el Señor cambió mi vida". Años mas tarde, le descubrieron un cáncer a la tiroide que le produjo una depresión. Se mejoró de la tiroide y el servicio a los enfermos la sacó de la depresión "porque yo veía otras personas que sufrían más, lo mío era de la mente".
En la parroquia es coordinadora de liturgia, ministra extraordinaria de la comunión. No sin cruces: "Ahora, al operarme del túnel carpiano de mi mano, me descubrieron una enfermedad autoinmune, el síndrome de Sjögren", por lo que se le resecan la boca y los ojos. "Sí tú quieres, Señor, está bien. Tú di, a la hora que tú quieras. Acepto todo con tranquilidad y mirando a san Gaspar Bertoni". El santo italiano salvó a su hermano de un cáncer terminal hace veinte años: "Todavía está viviendo con ese cáncer, con dificultad, pero vive".
Ya está por comenzar la procesión con la imagen de San Gaspar por los alrededores del templo antes de la misa. Teresita, como le dicen, alcanza a comentar: "Con todo lo que ha pasado en la Iglesia, los agentes pastorales de repente se desmoronan un poco. Ha sido un poco difícil. Me han preguntado por qué yo sigo y les digo que yo no le sirvo a nadie más que al Señor, no a un sacerdote, y Él me da la fuerza".
Sentada en una segunda fila escucha atenta la homilía de monseñor Celestino Aós, quien afirma: "Las llagas, las heridas de Jesucristo nos llevan a decir que Dios me ama. Y a la iglesia venimos a celebrar el amor de Dios que hay en nuestros corazones, porque Dios es la fuente del amor. Al templo venimos a renovar nuestro compromiso de amar a los demás, primero a la familia (...) Ser cristiano es amar al otro, al loco y al sano, al que es virtuoso y al que se equivocó". Respecto de los cambios en la Iglesia, dijo que se pueden hacer todos los que se quiera, pero si no hay un cambio del corazón no servirán de nada: "La renovación de la Iglesia en Santiago pasa por cada uno de nosotros, hasta dónde somos capaces de amar a todos los demás".
En la parroquia se dan todas las catequesis sacramentales, además de las pastorales del Eme y de los enfermos, bailes religiosos y la ayuda fraterna.