Jueves 5 de mayo de 2022
Extraordinarios - Ana Pilquinao
Ana es Integrante Pastoral Mapuche en Santiago.
Fotos: Nibaldo Pérez
Periodista: Danilo Picart
Nací en Ñancul, una localidad pequeña ubicada en las cercanías de Villarrica. Por cuestiones laborales, a muy temprana edad me vine a Santiago y fui miembro de la organización Lelfunche, histórica en Santiago. Con el pasar de los años, formé parte de los inicios de la Pastoral Mapuche. Recuerdo que nos juntábamos en el seminario de la congregación del Verbo Divino, en La Florida, con el padre Luis Manuel Rodríguez SVD, principal impulsor de la Pastoral Mapuche en Santiago (fallecido en 2021). El nos acompañaba y celebraba junto a nosotros la Eucaristía. Luego, llevábamos un Roquin, y cada uno aportábamos con alimentos para compartir y conversar.
Nuestros inicios fueron en Cerro Navia, donde se construyó una oficina pastoral. A comienzos de los noventa, la Pastoral Mapuche empezó a dar a conocer nuestra experiencia de vida, que por muchos años estuvo escondida. Éramos muy invisibilzados, porque en los años de dictadura era muy difícil organizarse y lentamente, con cuidado, fuimos acercándonos, tal como nos enseñaba el padre Luis, desde la tolerancia, el respeto.
Luego, me casé y formé una familia. Mi marido y mis tres hijos, se han vinculado con orgullo con sus raíces. Como familia, siempre íbamos a los guillatunes, vestía a mis hijos para que nos acompañaran a estos ritos que se hacían en nuestra comunidad.
Frente a la realidad que vivimos, estoy llena de esperanza, de entusiasmo. Aunque la historia del pueblo mapuche ha sido muy torcida, creo que la verdad y la justicia abrirá caminos. Aunque se han abierto muchas puertas, no ha sido fácil y posiblemente tomará un tiempo. Pero nuestros pueblos llegarán a un entendimiento y podremos a parlamentar, tal como lo hacían nuestros ancestros.
Tengo mi fe viva y que aumentó con la pandemia. Fueron tiempos muy duros, donde no sabíamos que pasaba en el mundo. Mientras permanecíamos encerrados, con la Pastoral Mapuche nos juntábamos todos los miércoles a rezar un rosario y rezábamos por todos nosotros, por el país, por el mundo. Estamos en un momento donde cambiará la historia, porque nos despedimos de la oficina que nos albergó por 18 años, en Dardignac, Santiago, y nos trasladamos a La Florida, donde están los comienzos de esta pastoral y nos encontramos en una nueva etapa, donde planificaremos los desafíos de nuestra pastoral.