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Viernes 26 de junio de 2020

Parroquias del sector sur se unen a juntas de vecinos y ONG para fortalecer la ayuda solidaria

La cesantía y el confinamiento han deteriorado gravemente la calidad de vida de muchas familias de Santiago, dando paso al hambre y la desesperación. Los “Consejos Solidarios Parroquiales” instaurados en todo Santiago por el Arzobispo Aós están trabajando sin descanso en potenciar una red solidaria que sume no solo a instituciones católicas, sino que también juntas de vecinos, municipalidades y ONG en el servicio solidario. En los próximos días la Iglesia de Santiago entregará tres mil balones de gas a comedores –no solo parroquiales- de los barrios más pobres, para que puedan seguir entregando raciones de alimentos. Te invitamos a revisar algunos testimonios del trabajo parroquial y vecinal en terreno.

Por: Bárbara Guerrero C.

Fotos: Nibaldo Pérez

Periodista: Bárbara Guerrero C.

Los primeros días de marzo, la parroquia de La Transfiguración, en Puente Alto, recibía a su nuevo párroco, el padre Alejandro Vial. El desafío era grande, más cuando en medio del estallido social, y posterior estado de excepción al decretarse la pandemia, tuvo que interrumpir su servicio, cerrando la parroquia para resguardar la salud de los fieles. Para el padre esta pausa no significaba un descanso, al contrario, supo de inmediato que su llegada a la comunidad no había sido en vano y rápidamente comenzó a activar sus redes para conseguir donaciones que le permitieran ir en apoyo de las familias. En un principio no fue fácil. El padre Vial no tuvo la oportunidad de conocer a su comunidad, por lo que a través de las redes sociales comenzó una búsqueda que lo llevó a descubrir el grupo de Facebook que coordina la Junta de Vecinos A34 “Unidos Avanzamos”. Ahí dio con Sandra Aguilera y su hija, Camila Ibarra (dos, de las cinco personas que componen el comité), a quienes propuso trabajar codo a codo para apoyar a los vecinos. “Me empezó a llegar ayuda de familiares y conocidos que me llamaban para mandarme cajas de alimentos. Yo empecé a derivar las donaciones a ellas y así fue dándose una relación de mucha confianza”, relata el padre. 

La Junta de Vecinos A34 (que abarca las villas Nogalada, Blancas Cumbres, Pensamiento, Mirador I, II y III y San Gerónimo II) se caracteriza por ser muy organizada, permitiendo que el trabajo que realizan en alianza con la parroquia, sea eficiente. Al tener un catastro de los vecinos, entregan las donaciones de alimentos, frutas, verduras, pan, artículos de aseo y subsidios para la compra de gas y parafina (ambos recursos de alta demanda), de forma equitativa, priorizando siempre los casos de mayor vulnerabilidad. Además, extienden su brazo solidario, apadrinando a cerca de dos mil pobladores de la Villa Nocedal III. 

El desafío que asumen no es fácil. Con el aislamiento social provocado por la pandemia, han detectado casos de hacinamiento, abandono, cesantía y extrema pobreza. Adultos mayores postrados, que no cuentan con artículos de aseo básicos y utilizan bolsas para suplir la falta de pañales. Casos como el de una madre soltera, que fue desalojada de su vivienda y se vió obligada a construir un refugio con material ligero para proteger a sus hijos, el creciente número de personas que han debido enfrentar un abrupto cambio en situación económica y ahora cesantes, se avergüenza de pedir ayuda. También casos de adultos mayores que no tienen un trabajo formal y tampoco califican, por edad, para recibir el ingreso ético y viven con el dinero justo para pagar sus cuentas de luz, agua y gas; o los centenares de casos de familias, de hasta 11 personas, que habitan viviendas de 35 a 40 metros cuadrados que se inundan con las lluvias. Esto sumado al avance del Covid y a las víctimas que ha cobrado, que son homenajeadas con flores y globos blancos, que se ven en las casas pasaje por medio, como una muestra de cariño a los que ya no están. 

El ambiente en las villas es desolador y es por esto que generar alianzas se hace esencial. “La pandemia agudizó esta situación, pero estos casos de pobreza siempre han existido”, afirma Camila, quien muchas veces, a pesar de su entereza, ha sentido frustración. “Llega un momento en que tu entregas una caja de mercadería, pero te das cuenta que no es suficiente y que tampoco está en tus manos solucionar un problema tan grave”. 

En esos momentos las palabras de aliento del padre Vial les hacen sentido. Tienen que seguir ayudando, teniendo la claridad que no todo está en sus manos. El mensaje de esperanza del párroco ha trascendido en todos quienes lo han conocido en estos pocos meses de asumir su rol. Los pobladores, además de reconocer la buena experiencia que han tenido trabajando en conjunto, han mostrado su intención de volver a participar activamente de la comunidad parroquial, sentir que manifiesta Sandra. “Nunca habíamos tenido un padre como él. Cercano, muy humano, empático con el dolor y que entiende que las necesidades son ahora. Cuando termine esto, vamos a llenar la Iglesia (ríe)”.

Los laicos siempre han demostrado ser uno de los pilares de la Iglesia y esta no es la excepción. Durante tres meses han trabajado sin descanso para llevar una ayuda digna a las familias que lo necesitan, incluso sacando recursos de sus propios bolsillos. “Al principio nosotros repartíamos cosas de nuestra propia despensa. Comprábamos pañales de adultos y también donaba los de mi hijo”, recuerda Camila. Hoy agradecen la cercanía que ha mostrado la Iglesia, a través de los aportes permanentes que reciben de la parroquia y los que han recibido de sus amigos, familiares, de comercios locales y organizaciones, como la Fundación Aninat, que les han permitido entregar 240 cajas de mercadería, beneficiando a cerca de tres mil personas.


El compromiso diario de erradicar el hambre

En otro sector de la capital, en la comuna de La Pintana, el panorama es similar. La pandemia ha cobrado víctimas fatales y también ha golpeado la estabilidad económica de los vecinos, y más fuertemente aún, a quienes tienen poco o nada. Se agudizaron los problemas de cesantía, se incrementó el nivel de hacinamiento y el hambre es un problema transversal. Una realidad que conocen los voluntarios del comedor San Esteban Mártir, quienes no bajan los brazos y siguen sumando esfuerzos para ir en ayuda de quienes lo necesitan.

Tres veces a la semana cocinan cerca de 220 raciones que entregan, principalmente, a personas en situación de calle, adultos mayores y a familias desempleadas. Así lo estaban haciendo, hasta hace dos semanas, cuando a pesar de tomar todos los resguardos, debieron cerrar sus puertas. Uno de sus voluntarios fue diagnosticado con Covid positivo y todos los que estuvieron en contacto directo con él debieron aislarse a realizar una cuarentena preventiva. Para compensar esta pausa en sus labores, otro grupo de voluntarios se organizó y armó paquetes de mercadería, que repartió a las familias para que tuvieran la posibilidad de cocinar en sus casas.

Superada la crisis, el pasado miércoles 17 de junio reabrieron sus puertas, entregando cerca de 170 raciones.

El funcionamiento del comedor es fundamental, pero ahora también lo son las ollas comunes. Hace tres meses, la parroquia apoya a seis de ellas instaladas en el sector, que con su funcionamiento, han ayudado a satisfacer la demanda de raciones, sobre todo de aquellos vecinos que viven lejos -y que, por las restricciones impuestas por las autoridades de salud para evitar la propagación del virus-, no podían desplazarse a retirar un plato de comida tres veces por semana. “Hay que ver la realidad de lo que está pasando. El Señor nos ha dado muchas bendiciones a nuestro comedor y nosotros tenemos que seguir ayudando a las personas que venían y ahora le quedan más cerca las ollas comunes”, reconoce Graciela Pérez, voluntaria del comedor.

Para llegar a más a personas, se necesitan muchas manos. Actualmente el comedor funciona gracias a los aportes que recibe de la campaña de alimentos del Arzobispado de Santiago “Contigo Hermano” y a las donaciones en dinero que organizaciones y particulares depositan en la cuenta de la parroquia. Hoy además, suman el apoyo del Municipio de La Pintana, que actualmente está entregando a comedores y ollas comunes de la comuna, diferentes donaciones como raciones preparadas por la fundación de gastronomía social “Comida para todos”, también apoya con la compra de artículos de limpieza, protección personal y alcohol gel, con la entrega de balones de gas donados por las Facultades de Veterinaria y Forestal de la Universidad de Chile o con la compra de mercadería, gestionada con recursos del propio municipio. La alcaldesa, Claudia Pizarro (DC), reconoce el apoyo que ha significado el funcionamiento de las 105 ollas comunes, que actualmente alimentan a cerca de 15 mil personas, y manifiesta que desde el municipio se están gestionando los permisos y haciendo todos los esfuerzos para que puedan continuar con sus labores. “Estamos viviendo una realidad, en que nos podemos quedar en el ver y el juzgar, sino que tenemos que actuar”.

Otro de los soportes importantes que entrega la parroquia San Esteban Mártir es la ayuda que canaliza a través de su Pastoral Juvenil. Son cinco jóvenes que comenzaron levantando necesidades entre los miembros de su comunidad parroquial, posteriormente entre los vecinos y principalmente en las ollas comunes ubicadas entre las calles San Francisco y Santa Rosa, pero fueron más allá. Hoy su foco es ayudar a los “sin techo”, personas asentadas en terrenos cercanos a la calle Observatorio, a quienes visitan dos veces por semana. A ellos les entregan ropa, frazadas y cajas de alimentos con productos nutritivos y de fácil preparación, ya que no cuentan con una cocina, mucho menos gas. Para ayudarlos a protegerse de las lluvias, también les entregan nylon, material que les permite cubrir de alguna manera los techos de sus precarias “rucas”, que generalmente albergan a familias de ocho a diez integrantes.

Fue en los “potreros”, donde Victoria Muñoz, Coordinadora de la Pastoral Juvenil, conoció la extrema pobreza. Luego de las primeras visitas, ella y sus compañeros de su equipo volvían a casa llorando. “Tuvimos que aprender a domesticar el corazón” dice, y se da ánimo para continuar con la tarea que se impusieron de ayudar a las 90 familias que actualmente viven en el sector. “Cuando vinimos por primera vez nos dimos cuenta de una realidad que no se ve y que es bastante cruda”. Victoria considera que si se entrega una ayuda, ésta tiene que ser digna, por eso se encarga que en el armado de cajas se incluyan alimentos de acuerdo a las necesidades que detectan en las familias, priorizando, por ejemplo, la entrega de productos lácteos, legumbres y huevos cuando hay niños y embarazadas. Incluso se las rebuscan para poner galletas para los niños, y hasta alimento para las mascotas. También les entregan bidones de agua, ya que no cuentan con este recurso.

En la Zona Oeste de Santiago, en la parroquia Nuestra Señora de la Preciosa Sangre, específicamente en la capilla Cristo resucitado, también preparan alimentos también preparan raciones en su “olla solidaria”, en la que todos los sábados entregan almuerzos a más de 100 personas. Además, apoyan quincenalmente a 30 familias con la entrega de alimentos. Aquí también se hace esencial recibir aportes, ya que con ello ayudan principalmente a adultos mayores y migrantes del sector. “Hemos recibido alimentos desde la Vicaría Zona Oeste y hoy nos avisaron que nos van a mandar un balón de gas. Eso nos permite cubrir la necesidad de varias semanas y usar esa plata para enriquecer la comida comprando otras cosas” señala la agente pastoral Selmira de la Parra.

Una necesidad primordial

Son muchos los insumos que se necesitan para apoyar estas iniciativas, afortunadamente gracias a campañas como Contigo Hermano, las parroquias reciben un aporte frecuente de alimentos, o también a través de donaciones que les hacen llegar fundaciones o personas de buena voluntad. Los implementos de seguridad e higiene también llegan, por ejemplo, desde los municipios, pero hay una necesidad fundamental, que no estaba cubierta del todo y que impacta en el presupuesto de las parroquias y es la compra del gas.

Dos a tres veces por semana se encienden los fuegos en comedores y ollas comunes y el gas se hace escaso. Consciente de esta necesidad, el Arzobispado de Santiago, entregará tres mil cargas de gas de 15 k, aporte que significa un ahorro de hasta 15 mil pesos que podrán ser redistribuidos por seis zonas territoriales, a través de las parroquias, y que tiene como finalidad apoyar los comedores abiertos u ollas comunes de la Iglesia o de organizaciones civiles no confesionales. Esta iniciativa, que será implementada de forma progresiva, fue muy bien acogida por los voluntarios y también por los párrocos. El padre Nicanor Azúa, considera que este es un aporte significativo. “El gas es esencial y además es caro, por lo que poder contar con este beneficio es una bendición de Dios”.

* Te invitamos a revisar la carta titulada “Denles ustedes de comer” (Jn. 13, 34), publicada por monseñor Celestino Aós.